Poco a poco, en forma silenciosa pero con un gran poder destructivo, el efecto del huracán Karl se extiende ya por todo el estado y empieza a golpear los bolsillos y las mesas de todas las familias veracruzanas. En efecto, Karl empieza ahora, 13 días después de que impactó el territorio estatal, a minar la economía de los veracruzanos cuando los productos de consumo popular, en especial los del campo, ante su escasez por los daños que sufrieron la agricultura y la ganadería, empiezan a subir de precio.
Como si no hubiera sido ya suficiente, para colmo ahora los remanentes de la tormenta tropical Matthew castigan de nuevo buena parte de la geografía estatal, vastas áreas agrícolas y ganaderas, de tal forma que no hay esperanza a corto plazo de que pronto estarán surtidos los mercados como en tiempo normal.
Ciertamente se levantó la emergencia por Karl y se está ahora en alerta por las consecuencias de Matthew, pero los problemas apenas inician pues si bien se apoya ya para la restitución de enseres, va a costar mucho reponer la economía de las familias en desgracia. A diario basta escuchar a las amas de casa quejarse de cómo se han disparado los precios de los productos de consumo diario para comprobar que los daños de Karl van para largo y que se tendrá que hacer la mejor planeación en el gobierno para prever y enfrentar los problemas que se van a ir presentando, incluso los riesgos de estallido social.
Los problemas no paran. He escuchado también que comerciantes e incluso ejecutivos de grandes tiendas comerciales y departamentales se quejan ya de la caída que han sufrido en sus ingresos pues miles y miles de veracruzanos dejaron de pagar sus créditos e incluso las garantías que habían dejado en prenda como son sus propias viviendas ya no existen.
Por eso no se tiene que ser un experto en economía para prever que el gobierno que entrará en funciones en ya casi 60 días se tendrá que manejar con la mayor austeridad y el mayor sentido social e incluso no extrañará si inaugura su gestión anunciando una reducción de sueldos de los próximos funcionarios.
La situación es verdaderamente preocupante porque todavía faltan los meteoros ya pronosticados y que siempre se presentan en el mes de octubre, mes que inicia pasado mañana, pero se tiene que empezar a tomar en cuenta ya que enseguida vendrá la época invernal, que por lo que se advierte será más que invernal verdaderamente infernal.
El domingo que pasó, la Arquidiócesis de Xalapa emitió su comunicado número 19 suscrito por el presbítero José Juan Sánchez Jácome, director de la Oficina de Comunicación Social, que por su contenido, con respecto al problema que se vive, considero importante replicarlo (esta columna la titulo con el encabezado de su texto por el mensaje que implica):
« “Hay que dar hasta que duela…”
De diversas maneras se ha reconocido la respuesta inmediata de las autoridades y de la sociedad civil para salir al rescate de nuestros hermanos damnificados tras el paso del huracán Karl. Las escuelas, las iglesias, cadenas de amigos, medios de comunicación, estructuras de gobierno y muchas otras instituciones han establecido centros de acopio y se han estado movilizando para hacer llegar la ayuda a miles de hermanos nuestros que prácticamente lo perdieron todo.
Por eso no se quedan con nosotros solamente los destrozos y los daños que ha ocasionado este meteoro sino la fraternidad y solidaridad que están volviendo a resurgir y que nos permiten ver radiante el alma de los veracruzanos, marcados en su esencia por la prodigalidad de nuestra tierra.
Si bien es importante destacar la respuesta generosa del pueblo veracruzano, sin embargo hace falta expresar la solidaridad no como un acto sino como una actitud. Si ya hemos colaborado económicamente o con víveres no por eso debemos sentirnos satisfechos y pensar que ya no nos toca seguir colaborando.
La situación es extremadamente delicada. Hemos salido al rescate de nuestros hermanos apoyándolos con víveres, ropa y medicinas. Pero se viene otra etapa, quizá la más difícil y costosa, porque se trata ahora de reconstruir todo el daño que causó el huracán al patrimonio de las familias, de los pueblos y comunidades.
En el camino de la caridad nunca se debe uno sentir satisfecho. Decía la Madre Teresa de Calcuta: “Hay que dar hasta que duela y cuando duela dar todavía más”. En un momento de contingencia como este no se trata de dar simplemente una limosna, o lo que nos sobra, o lo que ya no nos hace falta. La caridad es una expresión del corazón que se desprende de un bien necesario para ponerlo en las manos del que más lo necesita. No hay mayor amor que este.
Por lo menos los cristianos sabemos que en situaciones de desastre, como el que estamos enfrentando, no podemos seguir viviendo de la misma manera y tenemos que solidarizarnos de una manera efectiva. Los medios de comunicación pronto dejarán de apuntar sus cámaras y micrófonos al lugar de la tragedia y comenzará entonces una etapa más difícil para nuestros hermanos damnificados que ya no contarán con los reflectores mediáticos que le recuerden a la sociedad la situación que tienen que enfrentar en la etapa más difícil de la reconstrucción de su patrimonio.
Tenemos que seguir apoyando, no detengamos el camino de la caridad sobre todo en estos momentos de emergencia. La Providencia del Señor nunca nos ha abandonado: “Da de lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta”.»
Hay que rogar a Dios ahora porque no sean tales los estragos que se tienen previstos para este día y las próximas horas a consecuencia de los escurrimientos que han dejado las lluvias por la tormenta Matthew.
Ayer todo el día se estuvo alertando a la población de la cuenca del Papaloapan para que se refugiara en albergues y el propio Gobernador fue a Tlacotalpan a prevenirlos. La solidaridad no puede cesar. No cabe duda: hay que dar hasta que duela y si duele dar más todavía.