Corría el tramo final del gobierno de Dante Delgado cuando los focos rojos se encendieron.
La empresa Coca Cola solicitaba personal para trabajar y el único requisito que ponía era que el interesado no fuera egresado de la Universidad Veracruzana (UV).
En realidad no era la única que lo había hecho pero el detalle hizo mucho ruido porque se trataba de un gigante trasnacional.
La limitante reflejaba la terrible crisis de imagen que vivía la casa de estudios resultado de vicios y prácticas que se fueron enquistando a la par que se empezaron a degradar los gobiernos del PRI, porque entonces la UV no era autónoma y los rectores los imponía el gobernador en turno como un funcionario más de su administración.
Primero fue el porrismo, que floreció a finales del gobierno de Rafael Murillo Vidal y pasó vigente al de Rafael Hernández Ochoa, y luego vino la etapa de los recomendados.
Parecerá ahora exagerado, pero entonces si bien todos los aspirantes a un lugar en la UV presentaban examen de admisión, se les daba preferencia y entraban en automático los recomendados, aunque no tuvieran méritos, lucieran las más bajas calificaciones en el bachillerato o preparatoria y no hubieran aprobado el examen de admisión.
Funcionarios, senadores, diputados, alcaldes, periodistas, empresarios, amigos de influyentes pasaban sus listas que eran tomadas en cuenta de inmediato, incluso antes de dar a conocer quiénes habían sido aceptados se llamaba por última vez para preguntar si no había algún recomendado más que se hubiera pasado incluir.
Entonces se quedaban sin ingresar casi todos los mejores estudiantes, los que tenían méritos, buenas calificaciones y habían aprobado el examen de admisión con los más altos puntajes, pero que no tenían padrinos porque, en la mayoría de los casos, eran de familias pobres o marginadas. Era lógico esperar egresados con el más bajo nivel de preparación, incluso algunos terminaron en porros al servicio del gobierno, lo que llevó a las empresas de Xalapa a poner como requisito para darles trabajo que no fueran de la UV. Penoso en verdad.
Fue entonces cuando Dante Delgado tomó una decisión política histórica y de gran relevancia para rescatar la buena imagen de la casa de estudios y sentar las bases para un futuro mejor: a partir de un nuevo proceso de admisión que se avecinaba ordenó que no se aceptara un recomendado más y que sólo ingresara aquel joven que pasara el examen de admisión, de la condición social y económica que fuera.
Me tocó vivirlo en persona como testigo. La primera vez que se aplicó la medida, el sobrino de un conocido periodista del puerto de Veracruz fue rechazado porque no pasó el examen de admisión. Entonces el colega viajó a Xalapa para entrevistarse con Dante y pedirle que lo recomendara para que pudiera ingresar.
El entonces gobernador, que en efecto era conocido de y tenía alguna consideración con el periodista, le dijo terminantemente que no podía ser el primero en romper con una disposición que él mismo había dictado con la indicación de que se fuera inflexible y se aplicara con todo rigor, y tan lo cumplió que actuó entonces como político y ayudó al peticionario de otra forma.
Le ofreció darle una beca al sobrino del periodista para que estudiara en una escuela privada, incluso en una muy buena escuela privada de Puebla, pero predicó con el ejemplo y no recomendó a uno solo.
Es a partir de entonces (Dante concluyó su cuatrienio en 1992) cuando viene el proceso de admisión que rige actualmente, y que con el crecimiento de la población veracruzana y la limitada capacidad de la UV deja año con año a miles de jóvenes sin poder ingresar, pero no porque no sean aptos y capaces sino porque simple y sencillamente hay otros que los superan en calificaciones, lo que ha terminado por volverse un gran problema social además de educativo.
Fue el siguiente gobernador, Patricio Chirinos, quien dio la autonomía a la casa de estudios, con lo que se sentaron las bases para que con el paso del tiempo fuera la propia UV la que estableciera los mecanismos para designar a su rector, porque en realidad al principio se indujo a quien se quería que estuviera al frente, y normalmente los rectores se entendieron muy bien con el gobernador en turno.
Acaso esas fueron las dos últimas grandes decisiones que los gobernadores de entonces tomaron con respecto a la universidad pública, una de las más importantes del país, si no acaso la más importante ahora, y la UV está urgida ya de un nuevo impulso oficial en especial para ampliar su capacidad de admisión de tantos jóvenes que quieren ir a sus aulas, porque no acaba de prender la enseñanza en línea.
En los dos últimos sexenios anteriores al actual, el de Fidel Herrera Beltrán y el de Javier Duarte de Ochoa, la Universidad Veracruzana sufrió dos agresiones brutales que dañaron gravemente su patrimonio económico y con ello su capacidad de operación en todos los campos, que la tienen prácticamente sobreviviendo.
Primero fue Fidel quien no le entregó 1,500 millones de pesos que habían sido enviados por el Gobierno Federal, y luego Duarte hizo lo mismo con otros 2,500 millones de subsidio federal y estatal, lo que hizo que por primera vez en la historia una mujer, la rectora Sara Ladrón de Guevara, presentara una denuncia penal que luego fue atraída por la PGR y a la que no ha dado curso.
Ahora mismo el problema de la falta de espacio para nuevos estudiantes se ha presentado de nuevo cuando más de 24 mil jóvenes no alcanzaron cupo y muchos miles cuyos padres no puedan pagarles su educación en escuelas privadas sufrirán la gran frustración de no tener un futuro mejor porque no tendrán modo de continuar sus estudios.
En ese contexto se presenta también la elección del rector para los próximos cuatro años, o bien la reelección de la rectora, y la nueva autoridad tendrá que plantearse el reto de buscar soluciones tanto a la capacidad para atender a más jóvenes como para fortalecer las finanzas de la casa de estudios.
Y en medio de todo ello, el nuevo gobierno panista de Miguel Ángel Yunes Linares tampoco ha cumplido con lo que ofreció como candidato: que si ganaba pagaría la deuda con la UV.
El 11 de abril de 2016, seis de los siete candidatos (el único que no asistió fue Héctor Yunes Landa) participaron en una mesa de opinión: “La educación superior pública en Veracruz: hacia una agenda de compromisos y acciones”, y ahí el actual gobernante hizo el compromiso.
Crítico sistemático del gobierno de Duarte por el adeudo con la UV y su falta de apoyo presupuestal, ahora el mandatario estatal guarda silencio sobre el tema y tampoco ha salido a dar un mensaje de aliento, de esperanza, de solidaridad a los jóvenes que no pudieron ingresar así como a sus familiares, ni a anunciar alguna acción emergente para tratar de enfrentar el problema.
Estos jovenes viven también ya la decepción de que con el gobierno llamado del cambio se abrirían nuevas expectativas para ellos, de que vendrían buenas y mejores cosas en especial para los estudiantes de escasos recursos, de que no vivirían el drama que ya viven por haber quedado fuera de la universidad pública, y tristemente se preparan para enfrentar otra realidad, una realidad adversa para sus aspiraciones.