Anunció la revista Proceso, en su número 2125 de fecha 23 de julio, que la editorial Siglo XXI decidió rescatar al escritor y periodista Luis Spota y con ese motivo en este mes de agosto, que inicia, pondrá en circulación las seis novelas del ciclo “La costumbre del poder”.
Para el director de la editorial, el poeta Jaime Labastida, amigo que fue de Spota, las obras están vigentes, en lo que estoy totalmente de acuerdo y coincido también en que el autor fue injustamente soslayado en su tiempo.
Qué bueno que Labastida lo rescata, y ojalá y este relanzamiento sirva para que nuestros políticos, en especial los jóvenes y bisoños, no sólo compren las novelas sino que las lean, porque como dice el poeta en la contraportada de los tomos (según registró el reportero Roberto Ponce), aunque se ha derrumbado el partido hegemónico y ampliado el régimen democrático… “el carácter de la pasión política, La costumbre del poder, descrita con rasgos amargos por Luis Spota… está vivo”, y el escritor “muestra al desnudo, la entraña oscura del poder, sin que importe su signo”.
Las novelas que integran el ciclo “La costumbre del poder” son: Retrato hablado, Palabras mayores, Sobre la marcha, El primer día, El rostro del sueño y La víspera del trueno, publicadas entre 1975 y 1980.
(Un día que me invitó a su casa y me mostró su estudio biblioteca, todo de madera, hecha con muy buen gusto, un sitio de lo más agradable para trabajar, para leer, me llamó la atención que la obra completa de Spota la tiene Gonzalo Morgado Huesca, quien en ocasiones lo cita, lo que me da a entender que lo ha leído.)
En Palabras mayores, Spota narra cómo el presidente en turno (Aurelio Gómez-Anda, nombre ficticio, por supuesto) prepara su sucesión y a quien ha decidido favorecer con el dedazo, su ministro de Industrias y Desarrollo (Víctor Ávila Puig, otro nombre de ficción).
Nada más para calentar el brazo hago algunas citas de los diálogos entre estos personajes, así como entre Ávila Puig y su amigo, confidente y consejero, asesor, el periodista-columnista Horacio Allende. Su aplicación tiene vigencia y creo que lo mismo vale para un presidente que para un gobernador.
Del presidente a su ministro: “Nada, en política, es definitivo aunque todo en la política a nuestro estilo es posible”.
Ávila Puig, pensando si llegara a ser presidente, sobre Alfonso Videgaray, el regente, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, su competidor, sobre cómo quitarlo del cargo en el que se ha eternizado: “no nació siendo. Habrá modo” (acoto: todo gobernante no nace siendo, y así como llega, por las circunstancias, así se puede ir, por las circunstancias también).
Horacio Allende, el columnista, al hacer un análisis a su amigo Ávila Puig sobre las motivaciones del presidente para designar a su sucesor:
“Gómez-Anda (el ficticio presidente) está a punto de alcanzar el máximo, precisamente, de su poder… Nunca, hasta que llega el momento de producir el nombre del sucesor, alcanza el poder presidencial tal plenitud. Nunca, tampoco, es el Presidente más dueño del Destino que en el minuto previo a la Revelación. No hay quien lo aventaje en fuerza…”.
“Frente a él nada puedes esconder. Tener secretos es imposible… Él sabe, él cuenta, él olvida pero no perdona… Él ampara y él abandona… Sabe quiénes trabajan para sí y quiénes trabajan para la Patria; esto es: para él… Cuatro años, regla general, le bastan para formarse un juicio de la calidad de sus hombres…”.
“Hasta el final de la Administración, digamos: un año antes del Día, el Presidente empieza a consultar otras opiniones: no porque le importen, sino porque desea comparar su juicio con el que los consultados pudieran tener sobre éste, sobre aquél, de los que en un momento podrían resultar favorecidos por Su palabra…” (recuerdo que el presidente Carlos Salinas de Gortari envió, en su momento, al poderosísimo Jefe de la Oficina de la Presidencia, José Córdoba Montoya, a consultar en Xalapa sobre su sucesor al periodista columnista político Froylán Flores Cancela, mi tutor periodístico, uno de los mejores del país en su época).
Otro aspecto del proceso sucesorio –continúa Horacio Allende– “sería la necesidad que tiene el Presidente de cuidar que perdure un equilibrio de fuerzas, un logrado balance político y aun ideológico, entre los grupos que concurren, con sus hombres, con sus recursos, sus métodos, tradiciones y alianzas, a batallar en ese campo de guerra de la política en época electoral”.
El presidente “Debe cuidar no ser demasiado liberal, porque los grupos conservadores, espantadizos de costumbre, le regatearían colaboración”… (debe ser) Imparcial en asuntos religiosos y cuidar mucho lo que dice cuando alude a controles de natalidad y moral personal” (estos pequeños grandes detalles políticos los han ignorado, tal vez porque no saben, no tienen experiencia, y por lo mismo no dimensionan su importancia, los allegados al gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares que se han enfrentado abiertamente con la Iglesia ahora a propósito de la pretendida despenalización del aborto, aunque se vio ayer que el gobernador no quiso jugar con fuego y mandó aplazar la votación en el Congreso local, mientras que el dirigente estatal de Morena, Manuel Huerta, tiró la papa caliente y deslindó a su partido de la postura de la diputada morena Tanya Carola Viveros Cházaro, que está a favor del aborto. Bien dice el dicho que no hay borracho que coma lumbre, pues pelearse con la Iglesia es poner en riesgo un posible triunfo electoral que les dé la gubernatura en 2018, y tanto el PAN como Morena tienen posibilidades).
Sigue el análisis de Horacio Allende (Luis Spota) sobre la necesidad que tiene el gobernante de cuidar el equilibrio de fuerzas, el balance político: “Ha de llenarse la boca con la promesa de respetar, aun en sus desmanes, la libertad de pensar, decir y creer… El Presidente de nuestro país viene a ser, quiera que no, un cirquero que ha de darle gusto a todos al mismo tiempo para no ganarse la enemiga de nadie… Nuestros presidentes devienen así especialistas del trapecio, del alambre y de la cuerda floja…”.
En el diálogo entre Horacio Allende y Ávila Puig: “en la política nacional la gratitud, cualquier tipo de gratitud, sólo tiene seis meses de vigencia”, le dice el periodista.
Un consejo del asesor al inminente candidato: “un Presidente, un político de verdad, ha de tener, en el orden que te guste: estómago fuerte, cojones firmes y espalda flexible”.
Otras frases de Horacio (Luis Spota) sobre el quehacer político:
“Nada, en nuestra política, es definitivo; excepto, naturalmente, quedarte fuera… Como decía un cínico maestro de periodismo que conocí: ‘Sea en la máquina o en el caboose, hay que estar siempre a bordo del tren de los que mandan’”.
“Decimos que este es un juego político y decimos mal, Víctor. Es una guerra en la que todo se vale, y casi siempre lo que más se vale es lo más sucio”.
La edición del libro del que tomé las citas, de Grijalbo, es de 1978, cuando iba ya la vigésima segunda edición. La primera edición se publicó en 1975. Han transcurrido 42 años y lo que narra Spota tiene plena vigencia porque como en el Gatopardo todo ha cambiado para que nada cambie. Sigue lo mismo, ayer con priistas y ahora con panistas y perredistas y mañana continuará con morenos.
Obviamente, Víctor Ávila Puig, quien va a recibir el dedazo, tiene segundo frente, no faltaba más, y es la gran preocupación de su amigo, confidente y consejero Horacio Allende, quien le insinúa que se aleje de ella para evitar un escándalo tan pronto lo destapen, a lo que Ávila se resiste. Piensa entonces para sus adentros el periodista: “De llegar a la Presidencia, ¿tendrá Víctor Ávila Puig el coraje que se requiere para ejercer el poder?, ¿valdrá la pena que busque la candidatura un hombre que antepone, a la ambición que debe endurecer al político, la emoción romántica de quien sólo quiere vivir en paz con su mujer y su hijita?”.
¿Conoces, apreciado lector, a algún político que viva o haya vivido ese dilema, ese drama? ¡¿No?! ¡Cómo! ¡Pero si pululan en nuestro medio! (cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia).
Hay que leer la obra de Spota. Ésos seis libros, aunque también Casi el paraíso, que en 1956 fue un best-seller, la novela que lo lanzó al estrellato y que sin duda, al menos para mí, es una de las mejores novelas políticas de la literatura mexicana. Su lectura es imprescindible.