La muerte, ciertamente, es una realidad que nos cuesta mucho trabajo enfrentar. Nos resistimos ante ella y quisiéramos que no existiera. A veces cuesta mucho recuperarse o volver a salir adelante… la muerte no tiene la última palabra en nuestra vida, la muerte no acaba con nuestras aspiraciones, con nuestra meta… Desde luego que a nivel humano es difícil no sufrir ante la muerte… o ante nuestra propia muerte… La muerte nos causa tristeza, nos hace llorar, nos desanima.
No. Las anteriores líneas no tienen nada que ver con quienes les restan sólo 29 días de vida como miembros del gabinete estatal o del gobierno del estado, es decir, en el poder, en la nómina oficial. No. No se refieren a la muerte política, que es peor que la muerte física, porque aquélla implica estar muerto en vida. Se trata del mensaje que con motivo de la festividad del Día de Muertos emitió ayer la arquidiócesis de Xalapa a través de su vocero presbítero José Juan Sánchez Jácome.
Pero, sin duda, con sus conceptos, el sacerdote echó sal y limón en la herida de muchos, porque de lo que seguramente menos quieren escuchar los que se van es de la muerte, en el caso suyo de la muerte política, de la que implica no tener más choferes, ayudantes, secretarias, auxiliares a su disposición; gastos de representación, viáticos, gasolina gratis, recursos para pagar las cuentas del nextel o el celular; pretextos para fugarse de sus hogares varios días sin dar explicaciones; oportunidades para cometer atropellos, lanzar amenazas, comportarse con soberbia, a veces hasta delinquir sabiendo que tienen la protección que da el cargo; espacios para hacer negocios al amparo del poder, para favorecer a los cuates, parientes, amigos o cómplices con contratos, etcétera, etcétera.
Pero, como bien señala el presbítero Sánchez Jácome, la muerte es una realidad que cuesta enfrentar, más la política, pero que hay que enfrentar, y como bien dice, muchos, casi todos, se resisten ante ella y quisieran que no existiera, y como ejemplo ahí están los que por todos los medios y al costo que sea se promueven en los medios y ante todo lo que pueden para intentar repetir en el cargo, les cuesta enfrentar la realidad de que su periodo en el gobierno ya terminó, se resisten a morir no obstante que ya están sentenciados y quisieran que la vida política fuera eterna y sólo sus chicharrones tronaran para siempre.
Y es que como bien dice el vocero de la Iglesia Católica, a veces cuesta mucho recuperarse o volver salir adelante. Muchos no se recuperan nunca ni salen adelante. Conozco a muchos que sólo han estado en el poder por la gracia de haber sido compañeros de la escuela del que manda, pero que son un cero a la izquierda, o porque han sido recomendados sin tener ningún mérito y sólo han llegado a medrar o a abusar, o porque se prestan para hacer el trabajo sucio, el que casi nadie quiere hacer, porque no tienen escrúpulos, o porque son unos verdaderos audaces que venden espejitos a cambio de oro ¡y se los compran!, como es el caso de muchos “asesores” de imagen o de prensa, etcétera. Esos llenan la alforja una vez pero nunca vuelven a salir adelante.
Pero también, como dice el padre Sánchez Jácome (a lo mejor equivocó su vocación y hubiera resultado mejor asesor político, del PRI, del PAN, del PRD o bien de los tres, que la moda ahora es saltarse de uno a otro y a otro con tal de no quedar fuera de la nómina), la muerte no tiene la última palabra, ni acaba con aspiraciones, con metas, no, la última palabra la tiene el que manda, no ciertamente el Señor que está en el cielo, sino el que está en Palacio de Gobierno, que es quien realmente le da caput al que quiere… o lo revive.
Claro que sí. A nivel humano es difícil no sufrir ante la muerte… política, no tener más la posibilidad de los reflectores, de las ocho columnas, de las fotos en las portadas de los periódicos o en las páginas de sociales; de saberse no más invitados a bautizos, quince años, bodas, fiestas en las que de quienes menos se interesa nadie es en el bebé, en la jovencita o en la joven pareja, sino en el nivel de los asistentes y ver qué favores se pueden obtener, qué negocios amarrar, qué recomendados acomodar, qué concesiones lograr; de no volver a viajar en el avión o en el helicóptero o en la camioneta blindada del poder; de no subirse más al presidium que da estatus; sí que es difícil no sufrir ante la muerte (¿le sabe usted algo a alguien de los que se van, presbítero?).
La muerte nos causa tristeza, nos hace llorar, nos desanima. Claro, colega (por lo de vocero; finalmente hace también funciones periodísticas). Seguramente cuando lo escucharon varios o todos los ya casi ex funcionarios, hablar de la muerte, se pusieron tristes, algunos han de haber llorado y otros deben estar muy desanimados porque no se cansan de decirles a sus achichincles que, calmados, que van a repetir en el cargo… cuando saben que no es cierto.
Día de muertos, día de vivos. Unos se van y otros llegan. A muchos no los alcanzarán ni las bendiciones de la Iglesia, ni aunque le tengan encendidas 20 velas tamaño caguama a san Javier. Su alma en pena se escuchará la media noche de este lunes-martes: ¡¡¡aaayyy mi cargo!!!