Cómo me da gusto cuando las mujeres, con sus hechos, muestran y demuestran sentimientos de los que los varones, casi todos o todos, por qué no, incluyéndome, estamos lejos, remotos, algunas veces de poseer u otras de manifestar y demostrar.

Me disponía anoche a redactar “Prosa aprisa” cuando inesperadamente tocó a la puerta de la oficina que ocupo (ya sólo será por unos cuantos días más) en el Palacio de Gobierno una joven mujer, mi colega Eleaney Sesma, directora del periódico El Chiltepín de Misantla, para hacerme saber que invitó al gobernador Fidel Herrera Beltrán a que los visite antes de que concluya su gestión porque quieren agradecerle las atenciones que tuvo con ellos. Vino a buscar que agendaran la visita. Me afirmó que le dio mucho gusto al ejecutivo que le hiciera la invitación.

Eleaney, queridísima compañera de muchos años, me platicó que siendo senador Fidel Herrera Beltrán fue a inaugurar, al grito de: ¡Larga vida al Chiltepín!, sus modestas oficinas que estaban entonces en el garaje de su casa  y que ya como precandidato al gobierno del estado, un día que había ido de gira al municipio de Tenochtitlan, sin avisar pasó a conocer otro local al que se habían cambiado.

Siete años después, me dijo, El Chiltepín (donde por cierto se publica también “Prosa aprisa”) goza de cabal salud y es fuente de empleo de 15 personas, las que están agradecidas, ya que en parte gracias a la publicidad oficial estatal han podido sostener a sus familias y no les parece justo que no se lo digan a quien consideró que su medio era un buen vehículo informativo y por lo tanto ser considerado para anunciarse ahí.

Lo que me dio mucho gusto y no pude dejar de reconocérselo personalmente es que se muestre agradecida en esta hora precisamente de la ingratitud, cuando muchas plumas, muchos medios, muchos editores, ahora sí le ven a Fidel Herrera todos los defectos, errores, desatinos, anomalías, etcétera, etcétera, que no se atrevieron a señalar mientras les fue bien o a sus familiares.

Al final de cada sexenio y en vísperas del inicio de uno nuevo, lo normal y oportunista es que se invite al que llega, al que va a manejar el cajón, al que puede ordenar publicidad, es decir, al que representa ingresos, pero ¿al que se va? Ése ya apesta, ya es un político muerto en vida, muchos ya ni lo conocen, estorba, le cierran las puertas.

Ahí están mujeres como Eleaney para renovarnos el ánimo, devolvernos la fe, la esperanza; para hacernos saber que no todo está perdido; que todavía existen en el mundo personas agradecidas que no le vuelven la espalda al que les tendió la mano. Tenía que ser mujer. Qué bueno que esta acción la he vivido con una mujer. A través de Eleaney, mis respetos y reconocimiento para todas las mujeres de buenos sentimientos, agradecidas. Cuánto les tenemos que aprender, deveras.

Mientras tanto, nombres van y nombres vienen. He leído en algunos medios que ya tienen su gabinete armado. Lo cierto es que, salvo excepciones y si bien algunos tienen ya casi muy clara la señal, a varios, creo que a la mayoría, oficialmente no les han dicho nada de que van a ocupar tal o cual cargo y, lógicamente, les ha invadido el insomnio.

 

Sé de algunos que incluso les están pidiendo a sus amigos columnistas que los manejen ya como seguros, como queriendo presionar o reforzar un cargo que casi sienten en la bolsa, pero que todavía no tienen. Me parece que el ahora gobernador electo fue muy claro desde el principio: los nombres se darán a conocer en forma oficial la noche del próximo día 30.

En otro tema, no deja de ser lastimoso el estado al que hemos llegado en el país cuando de pronto un cártel de sicarios arrincona contra la pared al gobierno federal, se presenta como una víctima y a la vez como una solución al grave problema de la violencia que se vive.

Cuando “La Familia Michoacana” ofrece “disolverse” a cambio de que haya seguridad, pareciera que le está haciendo un favor al gobierno federal, pero un favor condicionado, además de que lo presenta como impotente para garantizar la paz pública y que es debido a su ineficacia que surgieron como grupo porque la federación no puede contener a otros grupos criminales que desestabilizan su estado, es decir, para hacerse justicia por propia mano, que ellos sí son garantes, en este caso, de los derechos de todos los michoacanos, porque simple y sencillamente la federación no puede.

Es triste decirlo, pero el argumento que dan los sicarios está bien planteado y deja como responsable de la violencia al gobierno federal. Acusan a éste de cometer atropellos, asesinatos y violaciones con la excusa de querer acabar con dicho cártel, y como muestra de buena voluntad, para que se vea que ellos no son los malos, le hacen el favor a las autoridades de hacerse a un lado pero sólo si éstas se comprometen a tomar el control de Michoacán “con fortaleza y decisión”.

No se les puede alabar, pero ciertamente en muchos lugares, ante el vacío que dejan las autoridades, a muchos sufridos ciudadanos no les faltan ganas de organizarse y actuar por su cuenta, de organizar sus propios cárteles ciudadanos. No es ningún signo alentador que en Ciudad Juárez sean los jóvenes estudiantes los que salgan a la calle para protestar contra las fuerzas federales de seguridad, es decir, contra el propio gobierno que se supone va a cuidarlos y protegerlos. Algo inteligente y eficaz se tiene que hacer.