Dice el dicho que cada quien habla de la feria según le va en ella. A mí me ha ido extraordinariamente bien en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2010.
Apenas tres días después de que fue inaugurada, tan pronto dejé la responsabilidad que tenía en la Dirección de Prensa del Gobierno del Estado la misma noche del 30 de noviembre tomé el último vuelo hacia la capital tapatía e hice lo que esperé por muchos años ahora que mi tiempo me lo permitió, además de que las circunstancias me fueron del todo favorables al formar parte del grupo de editores de la Universidad Veracruzana que participó en el mayor evento editorial en español del mundo.
La asistencia diaria a la Expo Guadalajara me confirmó que pese a nuestra clase gobernante, nuestro país tiene el futuro asegurado pues la transmisión de las ideas se mantiene intacta cuando he visto a cientos y cientos de niños y jóvenes hacer a todas horas largas filas para comprar boleto y poder ingresar, algo que sólo se ve, por ejemplo, en un clásico del futbol entre el Guadalajara contra el América.
Por lo menos dos veces –y creo que hasta más– el espacio total del World Trade Center de Veracruz, la Feria ha sido una verdadera Babel del idioma en español donde por ejemplo el viernes era muy dificultoso dar un paso para moverse entre las calles de los stands que llenaron 1,900 editoriales de 43 países, entre ellos el de nuestra orgullosa Universidad Veracruzana.
No se quedan cortas las estimaciones sobre el monto de venta directa de libros: 33 millones de dólares y habría que haber visto la venta nocturna la noche del viernes cuando librerías hicieron rebajas sobre libros de todas las editoriales ya rebajados en sus precios. Sin duda el mayor stand de venta, el más interesante por las editoriales que trabaja, fue el de la librería Colofón que echó la casa por la ventana.
Para dar una idea de hasta donde llegó su atrevimiento puso en rebaja sobre rebaja editoriales como Acantilado, una de las más caras, donde una obra como el Libro del desasosiego de Fernando Pessoa que normalmente en cualquier librería del país su precio anda sobre los 800 pesos, esa noche apenas rebasó los 200 pesos. Ya era la medianoche y la gente continuaba haciendo kilométrica cola para pagar. Aquí si vale la comparación: fue algo similar, aunque a lo grande, de las famosas ventanas nocturnas de Liverpool.
Pero decía que lo estimulante fue ver las colas de cientos y cientos de niños y jóvenes para entrar y cómo me llamó la atención una tarde que escuché cómo una niña hablaba con su madre por teléfono para pedirle autorización a que pudiera llamar a su madrina para pedirle dinero prestado pues había varios títulos que le interesaban o como un joven del Distrito Federal hizo gala de haber leído ya la obra de Sergio Pitol y felicitaba a la editorial de la UV por estar publicando ahora todas las traducciones que ha hecho nuestro admirado y querido maestro, algo que, sin duda, escuchó con gran satisfaccion el autor de Pasión por la trama. Reflexionaba yo que estos niños y jóvenes cultivan ya el espíritu de libertad e independencia pues no hay persona que se cultive en libros, que reciba ideas, que lea a lo mejor del pensamiento universal, que se deje someter algún día.
Son niños y jóvenes que van a crecer y a llegar a ser algún día ciudadanos pensantes, críticos, exigentes. Verdaderas oleadas de ellos asaltaban prácticamente la Feria y daban un ambiente festivo aun sentados sobre la alfombra en los espacios disponibles para tomar un descanso pues sí, había que caminar mucho y tomar bastante tiempo para poder recorrer toda la exposición y venta.
Afuera, en los alrededores de la Expo Guadalajara y a varias calles de distancia la escena me hizo recordar algo que sólo he visto en España en los meses de enero y febrero cuando sacan a remate toda la mercancía de invierno (allá sí son verdaderos remates): que no hay persona, sin distinción de edad, que no lleve una bolsa con algo que compró. Aquí se topaba uno a cientos de personas con las bolsas distintivas de diversas editoriales llenas de libros, y es que ni para poner pretextos de que no se podía comprar algún título pues, por ejemplo, el Fondo de Cultura Económica puso libros a remate hasta en 22 pesos.
Imposible estar en todo. Las 491 presentaciones de libros, los 27 foros literarios y 40 académicos más los encuentros de periodistas (participó en uno de ellos nuestro paisano y amigo Raúl Peimbert) abrumaban. A veces, en determinados horarios, la Feria era una cosa de verdadera locura y lo sorprendente, por lo menos para mí, es que nadie se desesperaba, nadie se impacientaba, ni para hacer colas para comprar boletos de entrada, ni para atravesar la verdadera selva humana que se formaba en todos los pasillos, ni para intentar comprar un café, ni para ir al baño, ni para pagar, ni para abordar un camión del transporte urbano a la hora de la salida.
Después de visitar esta Feria, la de Minería, que tiene lugar anualmente en febrero en la ciudad de México y que llevo años sin faltar, parece bastante pequeña y para dar otra idea de la magnitud de esta fiesta del pensamiento, de las ideas, baste citar que por la llegada de visitantes del país y del extranjero en el renglón turístico este año Guadalajara ha recibido ingresos por más de 120 millones de dólares.
Algo ilustrativo: esta Feria es resultado de la coordinación de múltiples actores de la Universidad de Guadalajara y de la suma de esfuerzo de otras entidades del país y que básicamente se financia con dinero del pueblo, por lo que es una feria de todos, y que va adelante pese al retrógrada, fanático religioso, barbaján y borracho gobernador que en Jalisco padecen, el panista Emilio González Márquez, quien ha hecho todo lo posible por recortar recursos a la UdeG. El pueblo, sin duda, está por encima de todo y de todos.
¡Ah! Y cómo pesan las ideas, tanto que hay que pagar sobrepeso en la línea aérea para poder viajar llevando consigo a tanto autor, lo mismo a Dostoievski que a Bloom, que a Pessoa, Emerson, Bonnet, Kusniewicz, Safo, Steiner, Manguel, Andréyev… con quienes podré dialogar siempre pues los tendré al alcance de la mano.
Y, ni modos, hay que volver a nuestra realidad. Pero cómo me ha servido esta feria para desintoxicarme de relevos, cambios políticos y demás. Por lo demás, una vez más aclaro: ni estoy en prensa del DIF estatal, ni en la de la SEV, ni en la de ninguna dependencia, ni pienso estar aunque, justo es decirlo, tampoco me han invitado. Pero agradezco mucho a todos por sus buenos deseos.