El tema del supuesto alcoholismo que sufriría el presidente Felipe Calderón llevó el lunes a que la empresa MVS radio cesara a la periodista Carmen Aristegui como titular de la primera emisión de MVS Noticias por haber abordado el tema, lo que motivó una serie de protestas en todo el país e incluso por parte de organismos internacionales como la Organización Reporteros Sin Fronteras con sede en París, Francia. En realidad, el tema no es nuevo y de ello me ocupé en “Prosa aprisa” que publiqué en este espacio el 22 de octubre de 2009 donde cité entonces que quien hacía un señalamiento en ese sentido era ni más ni menos que un panista histórico: el maestro Carlos Castillo Peraza. He aquí parte de lo que escribí en aquella fecha con el título: “¿Felipe Calderón alcohólico?”.
«Luego de tantos años en el medio periodístico y en el político y de saber cómo se las gastan los actores de uno y otro gremio, hasta donde puedo procuro mantenerme ajeno a los rumores. Sobre todo a la hora de escribir o de leer periódicos cuido de no irme con lo primero que me dicen o que publican como rumor, como también, cuando no puedo evitarlo, sólo escucho, para no ser desatento, a quien me platica como si fuera cierto algún presunto sucedido pero sin que le conste ni tenga pruebas.
A mi paso por instituciones como el Comité Directivo Estatal del PRI y el Gobierno del Estado he podido comprobar cómo muchas veces la inventiva llega a excesos inimaginables, es decir, que me ha tocado estar en alguna reunión privada (se acostumbra decir luego que “secreta”, cuando que si lo que se dice lo escucha más de uno ya es de carácter público, más en el medio político) donde se pide discreción en el asunto tratado y luego afuera, por alguien que se entera que hubo la reunión, se especula, se inventa y se sueltan infinidad de especies que muchas veces en columnas periodísticas se publican como si fuera la pura verdad. A mí eso me ha llevado a ser muy selectivo con lo que leo, a quien leo y en donde lo leo.
No doy ningún crédito a nada que se publique apoyado en “se dice” porque no se dice quién lo dice, es decir, no tiene fuente, respaldo de veracidad, como lo recomiendan los verdaderos maestros de periodismo. Muchas veces ese “se dice” no esconde más que el interés de quien lo escribe, que tiene algún motivo personal en decir lo que dice que “se dice” pero que no quiere comprometerse ni asumir ninguna responsabilidad en sostener que él lo dice.
Por eso nunca había dado crédito a los rumores que dicen que el presidente Felipe Calderón despacha muchas veces por las tardes en Los Pinos ahogado de borracho. Me he preguntado quién del populacho, entre los que he escuchado el rumor, ha bebido con él o convivido con él como para afirmar lo que afirma.
Cuando él, Calderón, se atrevió a dar su propio dictamen sobre la muerte de Michael Jackson, en este espacio publiqué una serie de denuestos que le dedicaron los ciberlectores del portal del diario Reforma, entre los que incluían el de “borracho”. Me sorprendió porque siempre había tenido la idea de que era abstemio. Pero tampoco le di crédito.
Mi percepción cambia ahora cuando el semanario Proceso (Nº 1720, de fecha 18 de octubre de 2009) ha hecho pública una carta de alguien insospechable: Carlos Castillo Peraza, panista honesto, digno heredero de los fundadores de su partido y quien por desgracia falleció relativamente joven, el que se duele por un plantón que le hizo Calderón siendo presidente nacional del PAN, por andar “muy bien servido”, lo que en nuestro lenguaje popular no se traduce más que como “bien borracho, ebrio, briago, beodo, pedo, incróspido (la palabra no la registra ningún diccionario pero se usa y más que eso se entiende), hasta las chanclas, hasta las manitas, hasta el cepillo, pegando carteles o propaganda, como araña fumigada, en el agua” y agréguele todas las expresiones que conozca y quiera.
Se narra en Proceso que el 30 de octubre de 1997 (la próxima semana hará 12 años) Castillo Peraza y Calderón Hinojosa tendrían por la noche una cita a la que el ahora presidente no acudió sin mediar explicación alguna. Ese hecho le dio motivo al difunto político, periodista e intelectual yucateco para escribirle una carta al día siguiente en la que además de comentarle muchas quejas que había contra su comportamiento personal como presidente nacional panista le exponía: “Ahora tengo que añadirte que me pareció desconsiderado de tu parte no haber acudido a la cita de anoche, sin siquiera haber avisado, y que me dolió y preocupó haberme enterado por boca de subalternos menores que el Presidente del partido salió de la oficina ‘muy bien servido’”. Castillo Peraza también le decía en su carta: “… llamó asimismo mi atención un tema reiterado de conversación (en una junta que se había celebrado unos días antes): el de las aventuras más que frecuentes –etílicas y demás– de algunos de tus colaboradores.”.
Pues sí. No lo dice cualquier hijo de vecino, sino quien fue maestro político de Calderón y lo ayudó a que llegara a la presidencia del PAN, y cuyos maltratos que le dio después de que lo ayudó a ascender –según le narró durante un viaje a España al maestro periodista Julio Scherer García– lo llevaron a renunciar a su partido.»
Sobre esa carta, en aquel entonces no hubo ningún desmentido o comentario por parte del Presidente o de la oficina de Comunicación Social de la Presidencia y se guardó silencio, pero lo cierto es que el texto vino a reforzar la serie de rumores que sobre la especie circulaba ya por todo el país. Cesada ahora Carmen Aristegui, por más que lo niegue la Presidencia, la propia comunicadora acusó ayer en conferencia de prensa que sí hubo presión oficial para que la empresa la sacara del aire a cambio de renovarle la concesión, petición que sería entendible por el periodismo independiente que practica la colega y lo incómodo que resulta para el poder. Reitero mi solidaridad con Carmen Aristegui y mi protesta porque se quiera coartar la libertad de expresión.