No cabe duda: en política el trabajo, los resultados, la honestidad, el verdadero servicio público, el ejercicio político profesional, la experiencia y el sentido común dan resultados.
Ayer quedó plenamente demostrado cuando el propio presidente Andrés Manuel López Obrador publicó en sus redes sociales una fotografía donde informa que por la tarde se reunió en Palacio Nacional con el titular de la Administración General de Aduanas, Ricardo Ahued Bardahuil.
Fue para instruirle que limpie de corrupción el área bajo su cargo, “sin permitir influyentismos ni impunidad” porque la de las aduanas “es una de las áreas más contaminadas por la corrupción”.
La gráfica muestra que la reunión fue en el despacho presidencial y cómo el presidente posó al lado del exalcalde de Xalapa, cercanía que quedó testimoniada con palabras del propio AMLO. Apuntó que Ahued es “un hombre de toda mi confianza por su honestidad”.
No recuerdo haber escuchado o leído que López Obrador haya dicho antes, ya como presidente, que algún otro veracruzano (Ricardo lo es por derecho propio, xalapeño, aunque no nació en el Estado); que algún otro veracruzano es de “toda” su confianza y además que lo haya recibido en su despacho.
Solo para Cuitláhuac García Jiménez ha tenido palabras de reconocimiento en función de su cargo como gobernador pero las pocas veces que han aparecido juntos en alguna fotografía ha sido en alguna reunión de trabajo o en una conferencia de prensa mañanera, pero que recuerde no se conoce una similar a la de ayer.
No es menor el hecho y hay que situarlo –eso opino– en su justa dimensión porque si bien fue para una reunión de trabajo, Ahued no es secretario de despacho, ni siquiera subsecretario, que son los únicos que pueden pasar la aduana que lleva al despacho presidencial. Con frecuencia las columnas políticas de los diarios de la Ciudad de México comentan que los propios secretarios tienen que ir a las conferencias mañaneras para tratar de hablar con el presidente porque no los recibe.
Cobra además mayor relevancia el hecho porque fue el propio presidente quien lo dio a conocer; quiso que se supiera, envió un mensaje a propios y extraños, a quienes tienen que ver directamente con trámites en las aduanas, pero, de paso, también a los veracruzanos.
¿Hace cuánto un presidente de la república no distinguía así a un político veracruzano que no fuera gobernador o secretario de despacho? No recuerdo. ¿Pero que además hiciera saber públicamente que es un hombre de toda su confianza por su honestidad? Tampoco.
El pasado 27 de mayo (“Avanza Ahued a segunda base”) comenté en “Prosa aprisa”, a propósito de su nombramiento como nuevo administrador general de Aduanas del Servicio de Administración Tributaria (SAT), que AMLO había cumplido su palabra y su ofrecimiento de incorporarlo a su gobierno.
Dije que si un elemento había tomado en cuenta, entre varios que lo distinguen, es que lo consideraba un hombre de resultados.
“Previo a que entrara en funciones como senador de la república, en agosto de 2018 López Obrador, ya como presidente electo, se reunió con el exalcalde de Xalapa y le adelantó que posiblemente estaría poco tiempo en el Congreso federal porque pensaba invitarlo a formar parte de su equipo una vez que asumiera la presidencia”. Originalmente estaba enfilado para ser subsecretario de Economía.
Retomo otra parte de aquella columna:
“Marcha a trancos
El suyo ha sido un ascenso político y ahora administrativo acelerado dentro de Morena si se toma en cuenta que apenas hace 21 meses, el 3 de septiembre de 2017, se adhirió a la causa de AMLO al firmar el Acuerdo de Unidad, Prosperidad y el Renacimiento de México en un acto celebrado en el Monumento a la Revolución de la capital del país.
Una semana antes, la tarde del sábado 26 de agosto de aquel año, platiqué con él. Me dio su argumento, contundente, que lo orillaba a sumarse a la causa de Andrés Manuel López Obrador para que llegara a la presidencia.
Me dijo que había quienes decían temer que con AMLO México se convirtiera en otra Venezuela, que cayera en el ‘chavismo’. Sacó a colación entonces que en el último trimestre de 2016 los ingresos de 49 millones de mexicanos no les habían alcanzado para comprar la canasta básica alimentaria.
‘Si no lo vemos como cosa seria, si permitimos que sigan prevaleciendo solo los intereses de algunos para beneficiarse a través de un partido, no veremos por el resto de la población’. Dijo que no había que temer a que ello ocurriera. ‘En lo personal, el único temor que tengo es que las cosas sigan igual’.
A su juicio, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) era la última oportunidad, ‘la última llamada que tenemos’ para intentar el cambio que necesitaba el país.
Invitado por la dirigente nacional Yeidckol Polevnsky a sumarse a la causa de Morena, tres meses después el 11 de diciembre de ese mismo año se registró como precandidato a senador por ese partido. En la elección de julio de 2018 él y Rocío Nahle, la otra candidata al Senado, obtuvieron una votación histórica: un millón 820 mil votos, 153 mil más que el propio candidato a la gubernatura Cuitláhuac García”.
Solo le falta ocupar un cargo político
Hasta 2005, Ahued no era más que un exitoso comerciante de Xalapa y un ciudadano más. Empujado por un grupo de amigos fue que decidió participar en política. Logró ese año la alcaldía con una votación histórica. Después ha sido diputado local y federal y es ahora senador con licencia, o sea, peldaño a peldaño ha logrado escalar todos los cargos de elección popular. Lo único que le queda por alcanzar es la gubernatura.
Remato con el mismo párrafo de aquella columna del pasado 27 de mayo:
“Para utilizar el lenguaje del deporte favorito del presidente, el beisbol, se puede decir que con la posición de senador estaba embasado ya en primera, y que ahora con su nombramiento avanza a la segunda base. Si tiene éxito en un cargo donde impera la corrupción y con un alto riesgo en su seguridad personal por los intereses que se pueden ver afectados, puede llegar hasta la llamada antesala por los cronistas deportivos, la tercera base. De ahí al home para anotar la carrera, que puede ser la de la victoria, la del triunfo, hay muy poco trecho: apenas 90 pies, casi 27 metros y medio. Va ya, pues, a la mitad de los senderos (otra vez como dicen los cronistas de beisbol). Y desde la tribuna le echan porras neomorenos, morenos, priistas, verdes y hasta panistas”.
A diferencia de entonces, de hace poco más de dos meses, el propio mánager proclama ahora que es un hombre de toda su confianza: ¿su cuarto bat para lo que viene?