¿Bases de submarinos en Antón Lizardo? Sí. Pudo haber sido.
El escritor Francisco Martín Moreno narra en 100 mitos de la historia de México –el libro completo en rústica acaba de aparecer en librerías, aunque desde hace ya varios meses también se vende en tomos sueltos en los estanquillos de periódicos, aunque en edición de lujo– que en vísperas de la primera guerra mundial, en 1917, los alemanes estuvieron a punto de instalar una base de submarinos en Antón Lizardo, en el municipio de Alvarado.
Todo estaba condicionado a que el presidente Venustiano Carranza, quien asegura el escritor tenía tendencias germanófilas, decidiera que nuestro país formara una triple alianza con Japón y Alemania para declararle conjuntamente la guerra a los Estados Unidos. Los teutones tentaban a don Venustiano casi provocadoramente ofreciéndole que si ganaban la guerra nos devolverían los territorios de Texas, Arizona y Nuevo México, que nos habían sido arrebatados durante la gestión catastrófica del veracruzano presidente Antonio López de Santa Anna en 1847-48.
Curiosamente en este pasaje histórico jugó un papel activo otro veracruzano, el general Cándido Aguilar, nacido en Rancho de Palma, municipio de Córdoba, quien no sólo era el secretario de Relaciones Exteriores de nuestro país sino también yerno de Carranza.
¿Por qué no se concretó tal propósito que tal vez hubiera hecho de nuestro país una potencia marítima militar? Porque criptólogos de la inteligencia británica, desde el famoso llamado Cuarto 40 en Londres, interceptaron y descifraron el telegrama que el canciller del imperio alemán, Arthur Zimmermann, había enviado a México vía Estados Unidos, y se lo entregaron al presidente norteamericano Woodrow Wilson, quien ordenó detonar todo, le dobló los brazos al presidente Carranza obligándolo a rechazar públicamente la alianza con Alemania y Japón e incluso a declararle la guerra a los germanos. Si no, ya nos podemos imaginar qué rayada se hubieran dado Veracruz y Antón Lizardo.
Ahora sí, como decía el ex gobernador Agustín Acosta Lagunes, el secretario de Finanzas y Planeación Tomás Ruiz González está dispuesto a sacarle dinero a las piedras. Al recordar que a finales de este mes, es decir, la próxima semana, los titulares de las dependencias deberán presentar el primer reporte de los resultados del ajuste que ordenó el gobernador Javier Duarte el 27 de enero pasado –de 25%–, dijo que si resulta insuficiente lo ahorrado se ordenará un ajuste más severo para ahorrar los 6 mil millones de pesos que se pretenden.
Para empezar, señaló que si no son suficientes los ajustes que se supone debieron haberse hecho, entonces deberán “apretar” más la erogación de recursos, pero que en todo caso la propia administración propondrá a la Secretaría de Finanzas y Planeación las áreas en las que puede hacer una reducción de su gasto corriente.
Por lo que se advierte, ahora sí dejará de ser una mera frase de discurso gastado eso de hacer más con menos o más con lo mismo, lo que pondrá a prueba a los secretarios de despacho para ver de qué son capaces o hasta dónde son capaces. A decir de los enterados, será hasta septiembre cuando el gobierno del estado empiece a anunciar y a realizar obras de montos cuantiosos.
Aun cuando pareciera ser exagerado ello, en especial para los funcionarios que vienen de la cultura de la abundancia o del abuso o del despilfarro o de los grandes presupuestos o de las canonjías, nadie debe llamarse a sorprendido si ha estado atento y ha seguido el discurso del nuevo gobernador, quien adoptó muy ad hoc como figura emblemática de su administración la de don Adolfo Ruiz Cortines, prototipo en la historia política del país del hombre, del gobernante modesto, austero y probo.
Precisamente el 30 de diciembre pasado, en el acto con motivo del 121 aniversario del natalicio de don Adolfo, el gobernador Duarte manifestó: “El gobierno de Veracruz tiene en la figura de don Adolfo Ruiz Cortines a una guía cotidiana”, recordando entonces que apenas días antes el Congreso del Estado había entregado la medalla que lleva el nombre de este ilustre veracruzano a don José Iturriaga, quien al recibirla recordó que Ruiz Cortines decía: “Todo servidor público debe pensar las 24 horas al día en cómo ayudar a los otros”. “Esa profunda vocación de servicio se debe repicar en todos los funcionarios veracruzanos, sin importar su origen o jerarquía. Los gobiernos estatal y federal encabezados por don Adolfo estuvieron marcados por el orden y la probidad donde se ejerció un severo control del gasto público”, comentó Duarte.
Si se hace historia, en 1954 siendo presidente Ruiz Cortines surgieron problemas económicos debido a una ley antimonopolio que promulgó, lo que derivó en una devaluación el 17 de abril de ese año durante la Semana Santa. Pero se aplicó tanto, pidió a la población no generalizar el caos y logró que la economía del país tuviera un alto crecimiento, que los salarios de los trabajadores crecieran a un nivel superior al costo de la vida e instituyó el aguinaldo para los servidores públicos. Del cuidado y manejo que tuvo siempre con el dinero habla el hecho de que a excepción de un mensaje de amor en su testamento, no le dejó nada a la que había sido su esposa y de quien ya estaba separado, María Izaguirre, argumentando que ella tenía propiedades que le permitían subsistir (en realidad la señora disfrutó de los beneficios del poder de su esposo y se enriqueció con los múltiples negocios realizados por ella, sus amigos e hijos, abusando de la influencia que le daba su posición, por lo que fue el mejor antecedente de
la famosa “señora Martha”).
Decía, si la figura de don Adolfo enseñorea al nuevo gobierno, entonces el secretario Tomás Ruiz apretará tanto y lo que quiera y siempre tendrá el respaldo del gobernador. Y ni quien se queje. Y, sí, a apretarse todos el cinturón, en serio, por lo que se advierte. Si de cuidar, si de administrar bien los recursos del pueblo, entonces que se apriete todo lo que sea necesario.