Quien quiera que revise los dos mensajes inaugurales de su gobierno, el 1 de diciembre de 2018, se encontrará con que el gobernador Cuitláhuac García Jiménez no le dio desde un principio mayor relevancia al tema de la violencia y la inseguridad.
Aquella media noche –primer minuto de ese sábado–, primero en el Congreso del Estado y luego en la Plaza Lerdo, trazó los temas y acciones que caracterizarían a su administración. Solo en este último lugar abordó el tema de seguridad pero de manera tangencial, casi de pasada.
Lo más que llegó a decir fue que los cuerpos de seguridad debían servir de manera profesional y con mejores condiciones, y ofreció trabajar en su confiabilidad, capacitación y profesionalismo.
“Tendremos una coordinación efectiva entre instituciones policiales, la estrategia para recuperar la paz integra mejores salarios y seguridad social a los elementos policiacos, alineada, por supuesto, a la política del Presidente Andrés Manuel López Obrador”.
Fue todo. No le dio relevancia al tema. Se notó que para nada vio ni advirtió la situación en su campaña ni en sus recorridos por el territorio estatal. Él mismo lo confirmó en su mensaje en la Plaza Lerdo:
“En el caminar por este estado, después de haber recorrido los 212 municipios veracruzanos, vimos hambre, pobreza, desigualdad, corrupción y falta de oportunidades, las vi como espinas que lastiman la mano del trabajador humilde del campo, como la enfermedad terminal que acaba y desintegra a miles de familias de las zonas rurales”.
Vio varias cosas pero no las montañas de cadáveres ni los ríos de sangre que ya entonces ahogaban la geografía estatal, tampoco supo de los levantones o secuestros que se dan casi a diario ni de las extorsiones a profesionistas, comerciantes y empresarios e incluso hasta a humildes vendedores.
No era un tema que le ocupara ni que le preocupara, menos iba a ser una de sus prioridades a atender. No habló de una posible estrategia, si es que no la tenía ya definida para entonces, qué ofrecía y qué debían esperar los veracruzanos para recuperar su seguridad y tranquilidad.
Al menos su antecesor, Miguel Ángel Yunes Linares, había ofrecido que acabaría con el problema en seis meses. Aunque no cumplió, porque indudablemente que no pudo, le ofreció algo definido a los veracruzanos.
A veinte días de un año después no hay un parámetro oficial que sirva para medir si se ha cumplido en el tema o qué avance se tiene, aunque la única seguridad que tienen los veracruzanos es que la situación está peor.
En aquel mensaje en la Plaza Lerdo aquella medianoche del 1 de diciembre pasado, aunque mencionó la palabra “estrategia” la “alineó” a la política de AMLO, esto es, entonces no había estrategia estatal, propia, como se cree que no la hay.
Ante los hechos de sangre ocurridos hasta abril, siempre apeló a la Guardia Nacional, entonces en formación. Su apuesta se cumplió cuando ante la masacre de Minatitlán, la primera de varias a partir de entonces, el presidente López Obrador se vio obligado a enviar un primer contingente en forma improvisada, aunque el paso del tiempo ha confirmado que sirvió para nada y para lo mismo.
El PVD, solo unas cuantas cifras de encuestas
El desinterés por el tema se refleja también en el Plan Veracruzano de Desarrollo (PVD) 2019-2024 pues en el rubro I. Política y Gobierno, en el punto 3. Seguridad ciudadana, solo le dedican cuatro párrafos aunque solo para señalar cifras y porcentajes del Índice de la Paz México, del Índice de Desarrollo Democrático México y de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, pero solo eso. No hay ninguna estrategia ni plazos verificables de su cumplimiento.
A cuatro días de que entregue su Primer Informe de Gobierno y a cinco de que dé un mensaje a la población por el mismo motivo, no se sabe si ya existe una estrategia para combatir y tratar de acabar con la violencia y la inseguridad, y si la hay en qué consiste.
Lo único que saben los veracruzanos, de lo que tienen certeza, es que la violencia y la inseguridad se enseñorean en todo el territorio estatal, que están totalmente desprotegidos y que el problema está fuera de control y rebasa al Gobierno en sus tres instancias: federal, estatal y municipal.
Hechos como el del sábado donde perdió la vida el diputado local Juan Carlos Molina Palacios sirven para reconfirmar la gravedad de la situación y que ni siquiera personajes con una alta investidura están a salvo, por lo tanto qué le espera a la población común y corriente.
El crimen escandalizó porque se trataba de un político con cargos relevantes, pero lo cierto es que las ejecuciones están a la orden del día aunque se pierden en la impotencia del gobierno para frenar la ola de violencia y el desinterés por aclarar las agresiones ya que las víctimas son simples ciudadanos.
Hasta septiembre pasado se culpó de todo este horror que invade a los veracruzanos al fiscal Jorge Winckler Ortiz, separado del cargo temporalmente desde el pasado día 3 de ese mes, por lo que hoy la factura la tienen que asumir el propio titular del Ejecutivo y el secretario de Gobierno, quienes hicieron todo por deponer del cargo al abogado oaxaqueño e imponer a una empleada incondicional suya, aunque de manera provisional y, los hechos así lo confirman, totalmente ineficaz para ofrecer resultados.
Hay mucho miedo y no se ve salida: Iglesia
Ayer, al menos en iglesias de la Arquidiócesis de Xalapa, a la hora de la misa recordaron la memoria del diputado local Juan Carlos Molina Palacios, asesinado el sábado al medio día.
Esta acción estuvo acompañada por el mensaje dominical, suscrito por el vocero de la provincia eclesiástica que tiene como sede la capital del Estado, presbítero José Manuel Suazo Reyes, en el que se afirma que la gente vive con mucho miedo y que no se ve la salida a esta terrible situación.
En el texto se califica de “delicada” la “descomposición social” que se vive en Veracruz y se recuerda que no hay jornada que no se cierre con historias muy lamentables de dolor, tristeza, impotencia e indignación debido a los altos índices de violencia que por dondequiera aparecen.
La Iglesia lamenta “profundamente” todas las expresiones de violencia que se padecen en el Estado y expresa sus condolencias y cercanía a todas las víctimas que viven en carne propia “este terrible flagelo que azota nuestra entidad”.
Alerta: “No podemos ni debemos acostumbrarnos a esta inhumana realidad que llena de sombras nuestra entidad, o sólo narrar y dar cuenta de lo que sucede como si los asesinatos sólo fueran parte de las estadísticas. Necesitamos transformar la realidad”.
¿Recula AMLO con el Tren Maya?
Parece que, por fin, la realidad empieza a ubicar al presidente Andrés Manuel López Obrador, quien abrió ya una posibilidad de cancelar la construcción del Tren Maya, uno de sus caprichos a un elevadísimo costo pero sin resultados positivos seguros.
El fin de semana, durante recorridos por varios poblados de la península de Yucatán, ante manifestaciones de inconformidad por la construcción ya no se aferró al me canso ganso que va, sino que adelantó que si la población expresa su oposición en una consulta no se realizará.
Aunque argumentó que no le gustaría dejar la obra inconclusa si enfrenta amparos, como se han presentado contra el aeropuerto de Santa Lucía, no dijo que en el fondo el país entró en crisis, que la economía está paralizada y a punto de recesión, crisis que se originó por su capricho de cancelar la construcción del aeropuerto de Texcoco, lo que desalentó a los inversionistas.