La frase original decía que la política era un tragadero de hombres; después se redujo al PRI y se dijo que el tricolor se engullía a sus propios militantes, quienes se perdían en el anonimato olvidados porque fallaran en el gobierno (en sus tres niveles), como legisladores o en cargos partidistas, o muchas veces perseguidos por actos de venganza de los gobernantes de su propio partido. En efecto, muchos que figuraron en forma relevante se perdieron para siempre y prácticamente no se volvió a saber de ellos.
Hoy la frase podría haber recobrado vigencia y podríamos estar ya ante el primer caso de la Cuarta Transforación, que si bien todavía no se devora a una de sus distinguidas figuras, todo apunta a que se enfila hacia ello. Lo explico.
Tal vez ayer fue el peor día del secretario de Salud del gobierno cuitlahuista, Roberto Ramos Alor, durante su comparecencia ante los diputados locales con motivo del Primer Informe de Gobierno. No se salvó ni de los dardos de los legisladores de su propio partido, lo cuestionaron seriamente y lo menos que le dijeron es que renuncie. Con ningún otro secretario había ocurrido y ya hasta le predijeron que podría pasar a la historia del Estado como el peor titular del área que ha habido.
¿Fue merecida la tunda legislativa pero también mediática y en las redes sociales que recibió? Creo que sí, pero haría una distinción: pagó, en parte, haber acusado no solo a la oposición sino a la prensa haber montado un circo por la epidemia de dengue que azotó al Estado y que todavía no acaba, pero también por asumir calladamente una culpa que no es suya aunque sea el responsable de la consecuencia.
Buen hombre, pero no político
Antes de escribir este texto rechequé con mis fuentes que lo conocen de cerca y me confirmaron la idea que me hice de él desde que lo conocí antes de que asumiera el cargo: que es un buen hombre, una buena persona, bien intencionado, generoso con los necesitados, pero no hecho para la política.
Lo conocí (y lo saludé por única vez cuando nos presentaron) durante un convivio de un amigo común. Ya estaba designado pero todavía no asumía el cargo. Supe entonces que llegaba con las mejores intenciones de servir pero….
Una vez que le notificaron su nombramiento, por su cuenta se dedicó a recorrer el Estado. Conoció clínicas y hospitales, instalaciones que estaban abandonadas o a medio construir, supo de las carencias y de las necesidades en el sector, hizo, pues, su propio diagnóstico, realista y actualizado.
Un día, quienes serían los responsables del manejo de los recursos económicos pero también humanos de la administración estatal le dijeron que les presentara su propuesta de colaboradores para las diferentes áreas e incluso le pidieron que los concentrara en Xalapa para que los evaluaran al día siguiente. Cuestionó la premura del tiempo y la falta de recursos pero aún así instruyó a todos que vinieran y les pagó todos sus gastos, de su bolsillo.
Su programa, al cesto de la basura
Luego, a la primera oportunidad que tuvo le llevó su programa de trabajo al gobernador Cuitláhuac García Jiménez. Ahí empezó su primera sorpresa, acaso su primera decepción (eso supongo), cuando se lo recibieron pero prácticamente para tirarlo al cesto de la basura. Le dijeron que se dejara de cuentos (con otras palabras, claro) y que se apegara a un manual que para entonces ya les habían entregado a todos los que iban a ser secretarios. Eran los lineamientos que ya había marcado para todos los gobernadores morenos el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, de observancia obligatoria, con la indicación de que por ningún motivo se apartaran de ellos.
Ramos Alor era un reconocido (y próspero) pediatra neumólogo en Coatzacoalcos, pensionado (con una pensión mensual de entre 70 y 80 mil pesos, me dicen quienes lo conocen), exdirector del Hospital Regional “Dr. Valentín Gómez Farías”, además de dueño de edificios y negocios, cuando emigró a Xalapa.
Allá le reconocían su trabajo social y de apoyo a los necesitados (y se lo siguen reconociendo) que realizaba tal vez inspirado por su ideología política, de izquierda, y admirador hasta el fanatismo de la Revolución cubana, en especial del sistema médico de la isla, sistema que quería reproducir en Veracruz e incluso traer a médicos cubanos para que ayudaran al gobierno al que iba a servir.
A hijos de periodistas de aquel puerto, por ejemplo, los atendía en forma gratuita, y los fines de semana iba a dar consultas gratuitas en las áreas marginadas de la zona, incluida, por ejemplo, la Sierra de Santa Marta. Si podía, regalaba incluso los medicamentos.
Hizo su propio diagnóstico
Luego de que recorrió todo el Estado y supo de necesidades y carencias, que vio clínicas terminadas pero sin dar servicio, decidió que mientras se tenían recursos, las iba a utilizar para atender a los veracruzanos necesitados con medicina tradicional, porque en la Sierra del sur había visto que la gente la utilizaba porque creía en ella (a eso atribuyo la “limpia” que le hicieron ayer antes de su comparecencia).
Otra decepción que sufrió (supongo) fue cuando al llegar al cargo se halló con que ninguno de sus colaboradores propuestos había sido tomado en cuenta. Cuando supo ya tenía impuestos administrativo y jurídico y jefes de todas las áreas. Entonces sí se inconformó y amenazó con acudir ante el gobernador y renunciarle. Le hicieron algunas concesiones pero no le soltaron ni el área administrativa ni la jurídica. Lo dejaron atado de manos.
Una revisión hemerográfica permite comprobar que al inicio denunció el desabasto de medicamentos y que, dado que para entonces ya se había dicho que serían enviados por el gobierno federal, se pronunció porque el gobierno local hiciera su propia compra. Cuando eso ocurrió lo obligaron a salir a desdecirse, a contradecirse, y a hacer algunas visitas a algunos hospitales para hacer montajes de que estaban llegando vehículos con medicamentos.
Lo demás prácticamente ya se sabe. El sector salud enfrenta muchas carencias y necesidades, ha habido falta de medicamentos, ha faltado equipo, se despidió a personal con experiencia, se contrató a improvisados y recomendados y las fallas en el servicio han sido motivo de fuertes y constantes críticas y denuncias mediáticas y en las redes sociales. Roberto Ramos Alor está convertido en el peor villano del gobierno cuitlahuista y de la Cuarta Transformación en Veracruz.
Su insensibilidad, cuestionable
A todo eso habría que añadirle la terrible insensibilidad que ha mostrado en el caso de enfermos o fallecidos: les ha restado importancia, ha querido justificarse culpando al exgobernador Yunes, a la oposición o a la prensa, cuando la responsabilidad es totalmente suya.
En mi opinión no es culpable de toda la situación pero sí responsable, y el hecho de quedarse callado, no aclarar y denunciar lo que está pasando adentro, y apechugar una mala actuación de gobierno, le cuesta ya un desgaste personal intenso pero también la peor imagen que secretario alguno tenga hasta ahora. Él tenía (¿o acaso tiene todavía) la intención de ser el próximo candidato de Morena a la alcaldía de Coatzacoalcos. No se ve cómo podría lograrlo. Ya está muy señalado.
Se ve difícil que, ya en el terreno político, este pediatra neumólogo pueda levantar el vuelo. Aunque no por su culpa pero sí por su complacencia, la Cuarta Transformación está en vías de tragárselo ya. Sería el primer caso. Hasta en eso, Morena sería una repetición más del PRI: un tragadero de hombres.