Nunca antes me había pasado poner atención y comprobar que conocidos y conocidas míos, de buen nivel educativo e incluso académico, en la capital del estado, en la llamada Atenas Veracruzana, en la sede de escuelas y universidades reconocidas, nunca han leído ni leen periódicos o tal vez sólo lo han hecho en casos verdaderamente excepcionales.
Como comúnmente se dice, les vale. Si acaso saben que existe un periódico y eso por la antigüedad y tradición del medio. Tal vez porque estoy formado, acostumbrado y tengo la cultura de los medios de información, comprobar ello me resulta sorprendente.
Con los avances hoy día, a veces advierto, me entero o me platican que por internet leen algún portal informativo aunque es para saber del estado del tiempo o porque alguien les comentó algo que les despertó curiosidad, pero no tienen ninguna preocupación por saber nada más.
No leen, no compran periódicos y no lo hacen no porque no sepan leer o por problemas económicos, simple y sencillamente porque no les interesa. Dentro de lo sorprendente, lo que más me llama la atención es que son personas que son o parecen y viven felices.
Se dedican a su hogar, a su trabajo, a su familia, a sus relaciones sociales, cumplen como ciudadanos y como ciudadanas y nada más. Nunca he sabido o los he visto que estén interesados y menos preocupados por equis o ye político o política (los repelen y no le creen a ninguno, de ningún partido) o candidato o aspirante a algo o por alguna declaración o por lo que diga algún columnista o articulista, etcétera, etcétera.
Tal vez desde hace mucho descubrieron o siempre han tenido la certeza de que no hacerlo no les cambia en nada la vida, su vida. Debo confesar que los admiro pero sobre todo que los envidio. Qué forma de no complicársela, de no contaminarse diría yo, y ya estaría dentro de su selecto grupo de no ser porque mi oficio de reportero y de columnista me obliga a leer medios. Ver la forma en que viven mis conocidos o conocidas me tienta a veces a dejar de escribir porque eso me evitaría seguir leyendo medios y estar pendiente de qué dijo o hizo tal o cual personaje y sólo me dedicaría a mis lecturas literarias.
Pero a qué viene todo esto: a que, también sorprendentemente, sé que el actual gobernador Javier Duarte casi no lee medios, no le preocupa leerlos, a veces no abre ninguno.
Hasta en eso es diferente a su antecesor, quien, como el dictador Rafael Leónidas Trujillo, de República Dominicana, personaje de La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa, a las 4 o 5 de la mañana ya estaba checando por internet periódicos nacionales, estatales y locales, escuchando noticiarios de radio y viendo noticiarios por televisión. No.
Según me lo han referido personas que lo conocen, le gusta dormir bien, esto es, no se caracteriza por ser madrugador y cuando se despierta o se levanta para nada pide síntesis periodística y menos periódicos.
Hay días, me dicen, en que ya sobre las cinco de la tarde pide ver alguna información si es que alguien le hizo algún comentario que le despertó algún interés. Si no, nada. Esto, que ya me lo habían referido desde la campaña, no deja de llamarte también la atención.
He pensado que de alguna forma, tal vez consciente y deliberadamente, esa es una forma de no dejar que los medios le impongan la agenda pública diaria, que no lo presionen o influyan.
He reflexionado también que tal vez considere que ponerse a leer o a revisar todos los medíos le quitaría tiempo y prefiera dedicárselo mejor a su familia, a la que veo que privilegia y no quiere descuidarla, así como a gobernar.
También he elucubrado que tal vez no lee los medios porque no le interesa lo que digan de él, porque no quiere ser popular como me dijo un funcionario cercano a él, porque no le interesa saber ni estar pendiente cómo anda su rating entre los veracruzanos porque no está en competencia con nadie para ser presidente de México.
También he querido hallar en esa postura la justificación de por qué como parte de los llamados “ajustes” se decidió no comprar más suscripciones masivas de periódicos. Pero también me he atrevido a pensar que no lee periódicos porque conoce a la mayoría de quienes escriben en ellos y los conoce suficientemente bien. Me pregunto si también será y vivirá más feliz, como mis conocidos y conocidas, sin leer periódicos.
Pocos políticos y políticas, que todo lo del tlatoani estatal gustan imitar sin ningún reparo ni pudor, saben o se han percatado de esta despreocupación del gobernador. Veo que se pelean por aparecer en los medios y que muchas veces salen más que el propio ejecutivo.
Información bastante confiable me da pie a comentar que a muy pocos secretarios, alcaldes o políticos, contados con los dedos de la mano y sobran, el propio mandatario les ha indicado que salgan lo menos que puedan en los medios, que incluso si los critican no respondan ni se preocupen. A muy pocos, a poquísimos los está cuidando en ese aspecto.
Sabedor de esta forma de gobernar, desde el inicio de la administración estatal y de las administraciones municipales, he estado atento observando el comportamiento de los servidores públicos o tratando de saber quiénes son los favorecidos, los elegidos.
Solamente encuentro a dos, que además me dicen que son muy cercanos en el afecto y en el trato personal con el ejecutivo: Alberto Silva Ramos, alcalde de Tuxpan y ex compañero de cuadra del gobernador Duarte durante sus años de formación en el Distrito Federal (hay quien me ha dicho que incluso él tal vez hasta pagaría a periodistas, ¡pero para que no lo mencionaran!) y Adolfo Mota Hernández, secretario de Educación, quien veo que para todo envía hacer declaraciones a la subsecretaria Xóchitl Adela Osorio Martínez y hasta donde puede se mantiene atlacuachado (me comentaron reporteros que en días pasados en un acto en la USBI de Xalapa llegó a un entendimiento con ellos: en actos en los que esté el gobernador no hará ninguna declaración; cuando no, les hablará pero sólo sobre el tema que él considere de interés para la comunidad estudiantil de Veracruz).
Tres meses después de iniciado su gobierno, Javier Duarte marca otro cambio y otro estilo.