No se me olvida el día en que uno de mis hijos llegó a la casa con un citatorio que de la dirección de la escuela primaria Rafael Ramírez, en la colonia 2 de Abril en Xalapa –en la que vivo–, nos enviaban a los padres del grupo en que estudiaba, para una reunión “con carácter de urgente”. Con el pretexto de que yo tenía que trabajar, siempre asistía a esas juntas mi esposa pero en esa ocasión tuvo algo que hacer así que no me quedó más que ir para ver de qué se trataba. De entrada me llamó la atención que salvo yo y creo que otras dos personas éramos varones y el resto, mujeres. Comenzó la reunión y pronto me di cuenta de que el asunto era que las madres pedían, exigían la destitución de la joven profesora del grupo a la que acusaban de ser una mala maestra. Con todo respeto para las mujeres hoy en su día, pero era un verdadero alboroto el que tenían y a veces el ambiente se caldeaba y alzaban la voz y la directora trataba de calmarlas y hacerlas entrar en razón. Yo veía y escuchaba, pero no entendía el fondo del asunto, la causa por la que pedían la destitución, porque además la directora hacía un buen alegato de ella, de su capacidad, de sus conocimientos, de su trabajo, de su disciplina, etcétera, todos aspectos de carácter pedagógico, hasta que una mujer no se contuvo y estalló y dio el argumento de peso que las tenía al borde de un ataque de nervios: “¡¡¡es que le deja mucha tarea a nuestros hijos y no nos deja ver nuestras telenovelas!!!” (Entonces estaba de moda el horario telenovelero de las tardes). Me quedé de a seis y no sabía si ponerme a reír o a llorar ante el peso de tamaño “argumento”. Por lo que acabé de escuchar me quedó perfectamente claro que, sin duda alguna, estaba ante el caso de una muy buena maestra que se preocupaba por el conocimiento integral de los niños, pero que como no dejaba ver a gusto sus telenovelas a las ñoras porque tenían que ayudar a sus peques, entonces era muy mala maestra.
Esto lo recordé la semana pasada cuando leí una carta que un lector o lectora envió al portal
www.alcalorpolitico.com para reprobar la creación de las escuelas de tiempo completo.
“Considero que se trata de un error, debido a que tradicionalmente todas las sociedades -desde la antigüedad- han conservado la hora de la comida y la cena para transmitir los valores, costumbres e historia de padres a hijos. De esta manera han asegurado la supervivencia de la cultura y la pertenencia al grupo social y la familia. / En cuestión de educación se ha considerado que los primeros maestros son los padres de familia, no en balde se ha llamado a la familia primera maestra en la vida y bastión de tradiciones y valores. / Esta concepción era tan importante que el régimen socialista vio en esta costumbre un obstáculo para implantar los valores del comunismo, de ahí que ellos fueron los que idearon los comedores en las fábricas y en las escuelas para destruir el diálogo en la familia y, así, convertir al Estado en el principal formador de conciencia en los niños. / Ojalá los padres de familia reaccionemos y no pugnemos por esta medida, ya que si de por si se habla de destrucción familiar por la familia disfuncional en la cual no se sabe quién tiene el rol de padre y quién de madre, los hijos sólo ven a los papás en la comida o en la cena y resulta que ahora ni eso”.
Respetable pero discutible. Me parece un argumento del anticomunismo trasnochado que estuvo de moda en el siglo pasado. No comparto su opinión. Él o ella (no se identificó la persona que escribió), si trasmite valores, costumbres e historia a la hora de la comida y de la cena a su hijo o a sus hijos y lo logra con éxito, mis respetos. Estamos ante una verdadera pera del olmo. Yo conocí algo de la experiencia educativa de Cuba y en efecto a los niños el Estado los internaba (creo que lo sigue haciendo) de lunes a viernes en centros educativos en forma gratuita en los que les daban dormitorio, calzado, uniforme, alimentos, material didáctico, escuela, maestros, atención medica y aparte obligatoriamente les enseñaban a cultivar el campo o a aprender oficios que los hicieran productivos y, ya sabemos, Cuba fue el primer país de América que erradicó el analfabetismo y que ha alcanzado un alto grado de desarrollo educativo y que además cuenta con destacados profesionales en las más diversas ramas del saber. Pese a sus limitaciones económicas, los cubanos destacan en todos los campos.
Por eso me dio gusto leer ayer que el programa Escuelas de Tiempo Completo se desarrolla ya con éxito en el estado, según informó el secretario de Educación Adolfo Mota Hernández, quien dijo que la experiencia tiene felices a los padres; que otros solicitan inscripciones pero no hay cupo; que se demuestra que aprenden inglés, cultura, arte y además tienen una alimentación sana, y que en Xalapa la primaria “Acela Servín” obtiene resultados por arriba de la media nacional.
Según dijo Mota, es una modalidad que ofrece la Secretaría de Educación y el programa es que existan 700 escuelas de ese tipo al final del sexenio. “Estamos equipando 100 con estufa, refrigerador, horno de microondas, implementos y computadoras para que puedan dar servicio, no es solamente ampliar una jornada, sino dar una educación integral a los estudiantes con actividades extraescolares", según una nota de la reportera Ángeles Godoy Morales, del portal alcalorpolitico.com.
A reserva de ampliar el comentario sobre esta modalidad, que vale la pena, se tiene que reconocer que esto es de lo bueno que tiene hasta ahora el gobierno de Javier Duarte de Ochoa, porque las Escuelas de Tiempo Completo estaban pensadas desde antes pero no se había concretado nada o nadie había querido dar un paso tal vez por la reacción de los padres y de los mismos niños o porque no se había convencido a los maestros.
Me atrevo a hacer un comentario muy personal: tal vez sin habérselo propuesto como objetivo principal, creo que en Veracruz con esto se ha dado un paso firme para lograr que nuestros niños después jóvenes reciban la mejor educación que evite que en el futuro pasen a engrosar las filas de la delincuencia organizada, es decir, que acá se ha iniciado a fondo, de raíz, el combate de un mal que el gobierno federal de Felipe Calderón no ha querido o no ha podido resolver o las dos cosas. Bien por Duarte. Bien por Mota. En esto merecen todo el reconocimiento y todo el respaldo.