Algo que me sorprende sobremanera es que el pasado 15 de mayo, Día del Maestro, el gobernador Javier Duarte de Ochoa, durante el festejo a los profesores del estado, nunca mencionó –me atengo al boletín de prensa oficial– cifra económica alguna, esto es, contrario a los festejos de todos los años anteriores (por lo menos de los que tengo memoria y de los que he registrado como reportero a partir de 1970) esta vez, acaso la primera vez en la historia de la entidad, no anunció el pago de algún aumento salarial extra por parte del Gobierno del Estado o de algunas otras prestaciones.
Durante años, normalmente en automático se ha venido cubriendo el aumento que acuerdan el Gobierno Federal y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), pero los gobernadores del estado en turno han querido agregar algo extra, lógicamente en aras de una buena relación con el magisterio, para tenerlos como aliados a la hora de pedirles su voto a favor de los candidatos del PRI, para quedar bien con el líder magisterial nacional en turno (alguna vez Carlos Jonguitud Barrios y ahora Elba Esther Gordillo), para pasar a la historia como los benefactores de los maestros y, claro, en beneficio de su imagen.
Ante más de cinco mil docentes, ese día el Ejecutivo veracruzano los reconoció, eso sí, como la “fuerza transformadora de Veracruz” y les entregó las medallas de todos los años por años de servicio.
Todavía en el sexenio que recién terminó se les ofreció irlos homologando para acabar con la llamada zona barata, lo que implicó un considerable desembolso económico, pero también se les ofreció remozar sus escuelas (pintarlas, cambiar puertas y ventanas, dignificar los baños para los niños, contratar un seguro de vida para maestros y alumnos, etcétera), entre otras cosas.
Pero sí todo lo anterior me ha sorprendido, más me tiene anonadado –para usar una expresión muy propia de Toño Nemi Dib– la tranquilidad laboral magisterial que priva en la entidad lo que, justo lo considero, tiene que reconocerse a la administración estatal porque sobre todo redunda en beneficio de los miles de educandos veracruzanos.
¿Cómo le han hecho en Veracruz para tener tranquilo al magisterio, tan quisquilloso a la hora de las negociaciones y sobre todo de la llegada, año con año, de reclamar aumento salarial, lo que además es muy justo y necesario e incluso hasta insuficiente por el rezago ancestral que se tiene con los profesores?
A este comentario me mueve el conflicto magisterial que se vive ahora mismo en Oaxaca donde –según leí en el portal de El Universal– ayer los 73 mil agremiados a la Sección 22 del SNTE, en su segundo día de paro en reclamo de solución a sus demandas sociales, políticas y de justicia, tomaron tiendas departamentales, así como oficinas públicas de los gobiernos federal, estatal y municipal, además de que se hicieron de una caseta de cobro de transportes dejando paso libre a los automovilistas, es decir, paralizaron parte de la vida productiva del estado y los servicios públicos todos.
Si todo eso es grave, creo que todavía es peor que están sin clases un millón 300 mil estudiantes. Una situación similar se vivió exactamente hace seis años cuando al entonces gobernador Ulises Ruiz le estalló otro conflicto magisterial de larga duración que dañó gravemente la economía y los programas educativos de aquella entidad y que tuvo repercusión internacional por la muerte de un joven fotógrafo norteamericano.
Entonces, justo es reconocerlo también, el entonces gobernador de Veracruz Fidel Herrera Beltrán aprobó que en las escuelas de la zona de la cuenca del Papaloapan se recibiera a todos los niños oaxaqueños que quisiera y pudieran venir a tomar clases de este lado. Si el conflicto se alargara en el vecino estado, ojalá y el nuevo gobernador veracruzano emulara a su antecesor.
Acá, insisto, todo parece miel sobre hojuelas. El 15 de mayo el gobernador Duarte de Ochoa estuvo acompañado por todos los líderes magisteriales, lo que también es relevante porque no son precisamente ninguna perita en dulce y vale la pena mencionar la nómina sindical magisterial de ese día: Juan Nicolás Callejas Roldán, dirigente de la Sección 32, y Ernesto Callejas Briones, líder de la Sección 56, ambos del SNTE; Enrique Cruz Canseco, secretario general del Sindicato Democrático de Trabajadores de la Educación de Veracruz; José Cruz Capistrán Garrido, del Sindicato de Trabajadores al Servicio de la Educación; Ricardo Diz Herlindo, del SUTSEM; Víctor Manuel Domínguez Meza, del Sindicato de Normalistas; Alberto Yépez Alfonso, del Sindicato Independiente de Trabajadores de la Educación en Veracruz; Enrique Levet Gorozpe, del Fesapauv; Héctor Marcelo Ramírez Cahue, del Sindicato del Magisterio de Veracruz; Nicolás Martínez, del Sindicato Magisterial del Estado de Veracruz; Eliseo Islas Chagoya, del Sindicato Independiente de Telebachillerato y Servicios Educativos, y Erika Ayala Ríos, del Suitcobaev.
Uno de ellos, si se recuerda, no hace mucho con un grupúsculo desquició parte de la vida diaria de Xalapa bloqueando la carretera de acceso a la ciudad precisamente frente a las instalaciones de la SEV.
No se me olvida que casi al término de la gestión del gobernador Miguel Alemán, una mañana coincidí en el hangar oficial del aeropuerto de El Lencero con el entonces secretario de Educación de Veracruz Juan Maldonado Pereda.
Mientras salían nuestros vuelos (íbamos de gira de trabajo a diversos puntos del estado) quedamos un buen rato a solas y me entró la tentación de preguntarle si era cierto que, como se decía entonces, estaba muy mal de salud, sobre todo porque lo vi durmiéndose sentado y con un aspecto de verdad de enfermo, pero lo consideré imprudente.
Sin embargo sí le dije que lo veía cansado y entonces reaccionó quejándose de lo difícil que era negociar con 22 sindicatos –creo que esa cifra me dijo– y me contó que había fechas en que en la SEV le amanecía negociando y no podía ir a dormir a su casa. Lo entendí entonces muy bien porque sumé además su edad.
A mi paso por el gobierno y con los hombres del poder aprendí que en asuntos oficiales nada es casual. Para nadie es un secreto la crisis económica que agobia a la nueva administración.
Lo que advierto es que se ha logrado contener a los líderes magisteriales y que se ha logrado su comprensión, sin duda alguna. A cambio de qué, no lo sé. De lo que sí estoy seguro es que eso se logra con negociación. Nada más.
No cabe duda que con Adolfo Mota Hernández el gobernador Javier Duarte no se equivocó. Los resultados lo avalan. Mota, quien sabe bastante del manejo de medios, está convertido en un secretario casi hermético, alejado de micrófonos y reflectores. Prácticamente no se ve ni se escucha, pero se siente, por lo menos seguramente el Ejecutivo lo siente y acaso para él eso es suficiente. Y su juventud, cuenta.