A mis lectores jóvenes les ha de sonar extraño que les diga que vengo de la época de la imprenta heredera prácticamente de la que inventó Gutenberg.
La de tipo movible (las palabras de los títulos o titulares, según fueran libros o periódicos, se formaban a mano letra por letra, con letras de plomo, entre otras características).
Me hice lector de noticias en medios impresos y buena parte de mi vida trabajé y la pasé en redacciones de periódicos hechos con papel y tinta (me pasa lo que al narrador de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, cuyos recuerdos le afloran en cascada hasta llenar más de mil páginas convertidas en una de las mejores y mayores obras de la literatura universal de todos los tiempos cuando huele el olor de un te de tilo como el que le daba una tía cuando era niño.
A mí, oler la tinta de los periódicos me transporta a mis inicios, a mis 20 años, a mis años de joven y ya de adulto como reportero y periodista). En los periódicos impresos de todo el estado conservo muchos amigos. Pero me temo que ya soy víctima o beneficiado, según cada quien, de la llamada supercarretera de la información de la era digital, y de pronto, ¡zas!, reparo en que ya casi no me llaman la atención ni me despiertan interés los medios impresos, con pocas excepciones que me resultan imprescindibles, y que estoy volcado y que me informo por medio de los portales web.
Devorador de noticias como soy (además por deformación profesional), me gusta y me resulta práctico para mi trabajo estar informado al instante de lo que va y está sucediendo, lo que sólo es posible en los portales, además de que me facilita editar, escoger lo que me interesa, y en la misma computadora seleccionar y archivarlo, con el añadido de que puedo ver las fotografías e incluso los videos correspondientes una y otra y otra vez, con lo que me formo un panorama bastante completo.
El periódico impreso, cuando lo abro y leo –cuando lo hago– se me hace pesado ya, me mancha las manos, las notas que trae ya no son noticias y me parecen viejas, atrasadas, además de que me cuesta dinero comprarlos (si acaso alcanza para uno), con el ingrediente de que pocos ofrecen algo distinto y casi todos contienen lo mismo.
Hace mucho, una gran cantidad de editores me ha venido pidiendo autorización para subir mi columna a sus portales, lo que les he aprobado con gusto, y prácticamente no hay lugar del estado a donde lo que escribo no llegue, no se lea, según compruebo cuando a quienes me comentan lo que publico les pregunto en dónde me leyeron.
La versión impresa tiene menor alcance y difusión. Desde hace tiempo le apuesto y le sigo apostando al periodismo digital, de los portales, de los blogs, del Facebook, del twitter. Para mí, ahí está el periodismo exitoso del presente y del futuro.
Todo este largo preámbulo lo hago cuando leo (EL PAIS.COM, 16/06/2011) que el diario londinense The Guardian decidió darle prioridad a la edición digital frente al papel.
Según anunció a sus empleados el director del periódico, Alan Rusbridger, a partir de la fecha el diario desviará recursos su edición impresa hacia la digital y en los próximos meses, el diario de papel de lunes a viernes se reorganizará: tendrá menos páginas y sus contenidos se basarán más en análisis y extensos reportajes de fondo que en noticias del día. Más adelante se reformará también la edición del sábado y el dominical The Observer.
Una poderosa causa del cambio que me llama la atención es que la estrategia tiene una base puramente periodística: “Sólo un 4% de nuestros lectores leen la edición de papel para enterarse de las noticias por la mañana. Leen el diario por la noche en lugar de hacerlo durante el día”, según Adrew Miller, consejero delegado de la empresa editora. Por eso ofrecerán ahora al lector un diario impreso basado más en el análisis que en la noticia caliente.
Yo, acá, soy ese tipo de lector. Muy temprano lo que hago es encender la computadora y revisar lo publicado hasta ese momento en los portales, que para entonces ya actualizaron e hicieron viejo lo que viene en los medios impresos. Cuando me queda tiempo, ya muy noche, abro algún medio impreso, pero casi por curiosidad o para ver las esquelas (a veces me apena enterarme ya muy tarde del fallecimiento de alguien conocido o de un familiar de un conocido).
“«Vamos a ir más allá del diario, cambiando el enfoque, los esfuerzos y las inversiones hacia lo digital, porque ese es nuestro futuro», ha declarado Rusbridger ante la redacción. El grupo «se está embarcando en una transformación que nos va a ver cambiar de una organización basada en lo impreso a una en la que lo digital es lo primero tanto en la filosofía como en la práctica», según Miller”.
Qué lo lleva a ese cambio: que la edición digital tiene un gran éxito de público. Alcanzó en mayo los 50 millones de lectores mensuales únicos y los 2.8 millones de lectores únicos diarios, mientras que la edición de papel enfrenta el problema de la caída de la circulación y de los ingresos publicitarios. Además, no hay barrera alguna para que se lea en otras latitudes y de las cifras mencionadas, 25% de lectores digitales son de Estados Unidos, donde buscan crecer más y obtener más publicidad.
El director del Guardian dijo que la primacía de lo digital “es una tendencia inexorable”; que si hay alguna forma de crecer en el futuro es a través de la edición digital. Lógicamente, habrá recortes de gastos en la edición impresa.
Una apuesta por el sistema digital la ha hecho ya también el diario EL PAIS de España con su portal EL PAIS.COM, además de sus blogs, entre otros famosos medios internacionales.
Yo también creo que la tendencia es irreversible y pienso que, en efecto, los periódicos impresos, los que no buscan hacer un periodismo diferente, deben tender más al análisis, a los comentarios, a los reportajes, so riesgo de perder lectores o más lectores.
Yo ahora, por lo pronto, como si no tuviera ya muchas ocupaciones, los fines de semana hago también un curso de computación (adonde asisto me entero que va un ingeniero de 82 años, aunque él dice que también asiste para tener la mente activa y que no le dé Alzheimer), me actualizo y aprendo a utilizar conceptos, términos, herramientas nuevas digitales, incluso para hablar el nuevo lenguaje de mis hijos, el de los jóvenes, el de los adolescentes y hasta de los niños; el del futuro que ya está presente.