Si una característica predomina en el medio oficial esa es la de la indiscreción –ayer desde la mañana de adentro mismo se hablaba de cambios, que se cumplieron por la noche–, la que se dimensiona más cuando se le suman el rumor y Radio Bemba. Hasta ahora la versión más sólida fortalecida por voces de adentro sobre la intempestiva salida (o cese) de Harry Grappa Guzmán como secretario particular del gobernador Javier Duarte de Ochoa el pasado viernes es que indirectamente fue el causante del abucheo que una noche antes recibió el Ejecutivo cuando llegó con casi 45 minutos de retraso al concierto de la Orquesta de las Américas en el Teatro del Estado.
Aunque aparentemente los gritos de protesta del público, las indirectas, las agresiones a su persona y hasta los insultos no lo inmutaron –esa apariencia daba–, se ve que en el fondo sí y una de las versiones es que cuando salió del inmueble iba decidido a hacer pagar la culpa al responsable del desaguisado.
La versión de los que se dicen enterados es que cuando avisaron al gobernador que el público estaba inquieto y molesto por el retraso de su llegada incluidos los músicos, él ordenó que el concierto comenzara “y yo ahí llego”, como llegó. Pero no obstante su orden, atribuyen a Harry Grappa haber dado reiteradamente la contraorden de que no, que no diera inicio la función hasta que no arribara el gobernante. Las consecuencias ya se saben.
Si esa versión fuera cierta –funcionarios de distintos niveles aseguran que sí–, con el nombramiento que a cambio recibió el removido como nuevo subsecretario de Promoción Turística y Servicios de la Secretaría de Turismo estatal, entonces creo que el mandatario dejó ir una preciosa oportunidad para dar un manotazo sobre el escritorio e imponer su autoridad a los demás miembros de su equipo de gobierno utilizando la garrafal falla de un pez chico para enviar un mensaje a los peces gordos de que si fallan se irán sin contemplaciones, pero no fue así.
Al haber sido quitado de un cargo para recibir otro, entonces seguramente los demás integrantes del equipo gobernante han de dormir a pierna suelta y roncar a placer por la tranquilidad que les debe dar el hecho de saber que si fallan y los cesan, sólo serán removidos a otro cargo y continuarán tranquilamente cobrando en la nómina oficial. Cuál sufrir.
Pero si esa versión fuera cierta, entonces el problema no se acabó. Simplemente se cambió de ubicación.
Los rumores estuvieron a la orden del día ayer pues desde temprano corrió la versión de que habría cambios de secretarios de despacho y por la tarde se decía que a las siete de la noche se anunciaría la remoción ¡de seis! Esta vez se cumplieron aunque en parte con los enroques que se anunciaron por la noche y con el cambio de un solo secretario.
Contrario al caso del ahora procurador Reynaldo Escobar Pérez, Arturo Bermúdez Zurita no esperó mucho tiempo para asumir la titularidad de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP).
Mientras que el fiscal general del estado esperó seis meses, el nuevo secretario de la SSP calentó la banca de encargado sólo cinco días pues el domingo 3 por la noche se anunció que quedaba a cargo del puesto que dejaba el general Sergio López Esquer y el viernes 8, igual por la noche, rindió protesta en la nueva responsabilidad.
Ello refleja, sin duda alguna, la prioridad que se da a esa área. No es nada fácil la tarea que espera a Bermúdez Zurita pero quienes lo conocen destacan su capacidad y su conocimiento del área. Algo indudable es que tiene la confianza y todo el respaldo del gobernador Javier Duarte.
Ahora necesita la de toda la sociedad. Por cierto, Bermúdez acompañó ayer al mandatario estatal a la reunión de la Conago en Chihuahua donde se trató el tema de la seguridad.
Me llamó la atención lo que reveló a la revista Proceso Manuel Espino, ex dirigente nacional del PAN, sobre que Elba Esther Gordillo le confesó que uno de sus prospectos para la candidatura presidencial de 2018 era el veracruzano Miguel Ángel Yunes Linares (el otro era Rafael Moreno Valle, ahora gobernador de Puebla), pero que antes lo quería hacer gobernador y que lo estaba perfilando por el PAN.
Acaso eso explique la inusitada votación que obtuvo el ex candidato panista a la gubernatura en el proceso electoral del año pasado, que rebasó el millón 200 mil votos y del que de vez en cuando presume cuando reclama a los dirigentes y destacados militantes de su partido que los defiendan en lugar de andar picando piedra futurista. Se entendería que la alta votación se debió no a los militantes panistas (siempre me ha extrañado la cifra de votos que obtuvieron, porque sus militantes se reducen a muy pocos dentro del universo de los veracruzanos en edad de votar) sino a los maestros del SNTE que cuando les conviene, por indicaciones de su mandamás, son priistas, panistas, panalistas y todos los istas que les convengan.
Pero entonces, dado el reciente pleito entre ambos, el lavado de manos que pretende el presidente Calderón en las negociaciones bajo el agua que realizó con la dirigente magisterial y el acercamiento que hay ahora entre la señora Gordillo y el precandidato presidencial priista Enrique Peña Nieto, todo hace suponer que esos miles de votos se les esfumarán a los blanquiazules, es decir, que se trataba de panistas de mentiras.
Los mismos dirigentes albiazules seguramente saben que su padrón no es de consideración por lo que no se les augura nada bueno para las elecciones del próximo año, sumado a que los del llamado Panal, el partido de Elba Esther, tampoco ya no jalarán con ellos.
Los panistas volverán a su estado inicial de baja militancia y mientras sus dirigentes no se pongan a trabajar en crear una propia seguirán a expensas de lo que otros partidos dejen, y por lo que se advierte no tienen ninguna intención de hacerlo sino sólo de lograr candidaturas.