Ocupados como estamos en Veracruz por tantos problemas; o más bien dicho, ocupadas como están nuestras autoridades con problemas de inseguridad, escasez de recursos, intentos de algunos por dar madruguete para que los postulen como candidatos, etcétera, creo que, en general, en todo el estado, nadie se preocupó ni se ocupó por recordar este viernes el centenario del natalicio de Cantinflas, de su alter ego Mario Moreno Reyes (¡cuánta falta nos hace Lorenzo Arduengo Pineda, que en paz descanse, promotor y alma de buen cine que fue en la Universidad Veracruzana y en Xalapa! Él, con todo entusiasmo, por lo menos hubiera organizado un ciclo en El Ágora con las mejores cintas del cómico y artista. ¿¡Donde están los promotores culturales!? ¿¡Dónde las autoridades encargadas del ramo!?).
En el bisemanario xalapeño Punto y Aparte, que dirige el maestro de periodistas Froylán Flores Cancela, en su edición de ayer jueves se reprodujo una entrevista que Mario Moreno concedió en julio de 1961 al periodista Luis Suárez, de la revista Siempre! –en mi adolescencia y en mi juventud fue uno de mis iconos venerables del periodismo mexicano aunque él era de origen español, por sus grandes reportajes por todo el mundo y por sus trabajos como corresponsal de guerra en muchos países– que dirigía entonces un verdadero santón, en el mejor sentido del término, el maestro José Pagés Llergo, el único mexicano que llegó a entrevistar a Hitler, del que incluso se volvió admirador, antecedente de los periodistas de la estirpe como Julio Scherer García.
En esa entrevista, el propio Mario Moreno narra un hecho poco conocido o ignorado por las nuevas generaciones y por las autoridades mismas sobre cómo su origen como Cantinflas se inició ¡en Xalapa! Por la fecha y por tratarse de nuestra capital, vale la pena reproducir la parte que se refiere al hecho. Escribió Luis Suárez:
“Y aquí entra la historia –la historia verdadera, como dicen los más fieles cronistas– que tiene por paisaje una carpa y por testimonio a un público inconsciente de asistir al nacimiento de uno de los más grandes mimos de nuestro tiempo: al nacimiento de Cantinflas. Pues así como Mario Moreno no se daba cuenta, tampoco aquel público partero podía ver claramente quién era aquel nuevo ser que venía al mundo.
“La historia de la primera carpa se ha contado de variada manera. Oigámosela al propio Mario Moreno que nos la cuenta para los lectores de Siempre!
“–Mi padre estaba en Veracruz, trabajando en la oficina de Correos. Yo lo fui a visitar. Él estaba empeñado en que yo también fuera empleado postal. ¡Espíritu de cuerpo! Mientras llegaba esa oportunidad, me mandó a practicar, muy recomendado, a otra oficina. Un día llegué tarde y el jefe me puso una regañada. Y yo le dije que no tenía por qué.
Que si esto me hacía cuando yo no era empleado, qué no me haría cuando lo fuera. Me fui, y fui a dar a Xalapa. Estaba yo desorientado, sentado en una banca del parque, cuando me di cuenta que estaban montando una carpa. Llegué y le pregunté al dueño que si me daba trabajo. Me miró de arriba hacia abajo y me preguntó: ‘¿Y usted quién es?’ ‘Yo soy artista’. ‘¿Dónde están sus programas?’, los programas que demostraran mi actuación. Le contesté pensando que más valía la mentira que perder la oportunidad que yo andaba buscando. ‘Me robaron los programas, la ropa, todo’ Por último, el dueño dijo: ‘Véngase esta noche, a ver qué saber hacer’.
“Mientras llegaba la noche, el corazón del muchacho –tenía entonces dieciséis años– bailaba más de lo que horas después bailaría su cuerpo. Entre algunos problemas prácticos figuraba el de la ropa con que luciría –o desluciría– en el charleston que iba a proporcionar como primer número de cualquier carrera profesional. Se arregló un pijama viejo de su padre, el modesto empleado postal que de esta involuntaria manera contribuía a que su hijo no fuese oficinista de Correos.
Cuando llegó, listo el ánimo y la extraña indumentaria, la pequeña orquesta –una flauta, una batería y un saxofón– tocaba el charleston. ‘¿Nomás ese número sabe?’, le advirtió el dueño de la carpa. Y entonces a Mario Moreno, que ya oía la voz oculta de Cantinflas, se le ocurrió hacer parodias de las canciones de moda inventando él mismo las letras.
“Con esa música, Mario Moreno iba presentando al mundo su otro ser: Cantinflas”.
¡Qué oportunidad se ha perdido Elizabeth Morales García, por desconocimiento, pues aunque hubiera sido con la colocación y develación de una plaquita en algún espacio en el parque Juárez, pero se hubiera adornado con la memoria del divo!
La fecha de hoy es todo un acontecimiento no sólo en el país sino en el mundo entero donde de diversas maneras recuerdan y celebran la fecha, menos en Xalapa, menos en Veracruz. Tan relevante la consideran en otros países que en la edición de este viernes de El País de España le dedican un buen espacio. Sobre el origen de su nombre artístico, publican, entre otras cosas, que fue en una carpa “en donde en una ocasión olvidó su parlamento e improvisó. Alguien del público le gritó que hablaba como si hubiera bebido alcohol: ‘¿Para hablar así, en la cantina cuántas te inflas?’. Inflar es una de las maneras coloquiales con las que en México se denomina a la borrachera, y de cantina e inflar nació el apodo del actor que adquiriría renombre internacional y lograría que su manera absurda de colar verdades o críticas en medio de farragosas frases fuera incluido en 1992 en el diccionario de la Real Academia”.
Hoy, a través de este espacio recuerdo y envío saludos y mi abrazo de afecto de siempre a una destacada cirujana plástica veracruzana, originaria de Tlapacoyan, quien desde que terminó su carrera viajó a Barcelona, España, para hacer un posgrado y se quedó a vivir allá, donde reside ahora (ha sido mi espléndida anfitriona) y ha obtenido también aquella nacionalidad y cuyo vínculo más poderoso con México son las películas de Cantinflas, las que no se cansa de ver una y otra vez, todas, que me atrevo a afirmar que ya hasta se las sabe de memoria: a Aracely Cheli Trujillo Landa.