En el último párrafo con el que el gobernador Javier Duarte de Ochoa concluyó su mensaje sobre el tema de la seguridad y la delincuencia organizada, este miércoles hace una semana, mencionó la palabra “pacto” y dijo que el único que su gobierno tiene “es con el presente y el futuro de nuestras familias”.
¿Por qué ese término, al final, para cerrar? Pero, sobre todo, ¿por qué esa alusión como si hubiera querido establecer una clara diferencia con algún otro tipo de pacto? “El único pacto del gobierno de Veracruz es con el presente y el futuro de nuestras familias”. Dado el tema del que se ocupó, ¿es que hay o había otro tipo de pacto? Si es o era así, ¿quién lo estableció, con quién y con qué propósito? ¿Qué quiso decir exactamente el Ejecutivo estatal? ¿Acaso quiso que ser interpretara como: yo no pacto con la delincuencia; o: declaro roto cualquier pacto que haya habido?
El avezado columnista y conductor de radio y televisión, Jorge Fernández Menéndez, analista serio y experto en el tema de la delincuencia organizada, publicó ayer en su columna “Razones” del diario Excelsior su propia visión y versión de lo que está ocurriendo en el estado y que, de acuerdo a lo que expone y que atribuye a “informes de inteligencia federal”, respondería a las interrogantes que planteo: el anterior gobierno habría permitido que un grupo criminal mantuviera el control del estado mientras que Javier Duarte está decidido a darle el combate.
Con el título: “La herencia maldita y La Mano con Ojos”, Fernández Menéndez escribió:
“El enfrentamiento del domingo pasado por las calles del puerto de Veracruz no es, desgraciadamente, un hecho aislado: se han sucedido ataques, enfrentamientos, actos de violencia en el puerto y en otros puntos de la entidad. Lo que llamó profundamente la atención es que en la zona más turística del puerto, los sicarios hayan hecho detonar una granada entre la gente para frenar el avance de las fuerzas de seguridad, con el consiguiente costo de vidas y heridas a personas que simplemente pasaban por el lugar.
Es una demostración más del desprecio por la vida que tienen estos sujetos y, una vez más, también, de la hipocresía y el error en el que viven quienes aún consideran que con estos personajes se pueden establecer acuerdos o negociaciones.
“Lo cierto es que esta ola de violencia que vive Veracruz tiene explicaciones bastante claras: por una parte han disminuido los combates entre criminales en Tamaulipas porque, ante el creciente acoso gubernamental, de alguna forma, los grupos que allí estaban en guerra, Los Zetas, con sus aliados, y el cártel del Golfo, con los suyos, han trasladado buena parte de ese enfrentamiento a Veracruz.
Los hechos del domingo comenzaron por enfrentamientos entre bandas rivales y se extendieron cuando llegaron tropas para tratar de controlar la situación. Pero el segundo punto, clave en toda esta historia, es que ha crecido esa lucha porque, según informes de inteligencia federal, las anteriores autoridades estatales habían permitido que un grupo criminal, con el aparente beneplácito de las autoridades locales, mantuviera el control del estado.
El entonces gobernador, Fidel Herrera, se vanagloriaba de que las cosas estaban en paz y en orden porque, como ocurre siempre que un grupo criminal controla un estado, no hay enfrentamientos porque no hay disputa. Ante el cambio de gobierno, esos acuerdos dejaron de existir y comenzó un enfrentamiento abierto por la plaza. Ambos procesos van de la mano y los dos se retroalimentan. Hay herencias que, cuando se descubre su contenido, resultan malditas.
“En hechos también relacionados, por los grupos involucrados con ese enfrentamiento de Veracruz, en el Estado de México fue detenido Óscar Osvaldo García, el líder del grupo criminal llamado La Mano con Ojos, que se había caracterizado por desatar una brutal oleada de violencia en los municipios conurbados de la capital, además de secuestros, extorsiones y robos. Este sujeto se atribuye la participación directa en 300 asesinatos y dice haber ordenado otros 300.
Como muchos otros, los suyos eran sicarios del cártel de los Beltrán Leyva que, con la muerte de Arturo Beltrán, se independizaron y establecieron una lucha feroz contra otras pandillas menores y con los llamados Caballeros Templarios.
En los hechos, se trata de un capítulo más de la batalla principal de esta historia: el cártel del Pacífico, con sus aliados, entre ellos los Templarios, y el cártel del Golfo, contra Los Zetas, aliados con el cártel de Juárez, lo que queda de los Beltrán Leyva y, ambos, alimentados por pandillas criminales cada vez más jóvenes, menos profesionales y mejor armadas. Unos se disputan las grandes rutas de la droga, los otros las esquinas, las colonias y las escuelas.
“Lo que llama la atención de esta detención es que la realizaron, sin colaboración de la Policía Federal ni de las Fuerzas Armadas, las fuerzas de seguridad del Estado de México. Más allá de que en el operativo aparentemente se cometieron errores y algunos abusos, el hecho es que, en su salida del gobierno, Enrique Peña Nieto quiso enviar un mensaje importante en términos de seguridad, que se puede resumir en algo muy claro y sencillo: si es candidato y, luego, Presidente, seguirá combatiendo, en forma directa y con detenciones y golpes de este tipo, a los grupos criminales.
Quienes piensen, parece decir este golpe, que si Peña llega al gobierno no continuará este proceso, se equivocan. Y ambos, Peña Nieto, en el Estado de México, como Javier Duarte, en Veracruz, están decididos a darle el combate, sobre todo, al grupo criminal más desestabilizador en ambos estados, que son Los Zetas. En el caso de Peña, ese es un combate mirando sobre todo hacia el futuro. En el de Duarte, parece ser la necesidad insalvable de librarse de una herencia del pasado”.
¿Es correcta la versión de Fernández Menéndez? ¿A eso se refirió el gobernador con el último párrafo de su mensaje?
Lo que es indudable es que las palabras del Ejecutivo estatal –“En Veracruz, (a) los delincuentes, sin importar su origen ni el grupo al que pertenezcan… Se les combatirá con toda la fuerza del imperio de la ley”– fueron una verdadera declaración de guerra, abierta, y acaso a eso respondan los hechos de violencia que continúan y que seguramente se incrementarán.
Según el columnista de Excelsior, Duarte está decidido a darles combate. En esta guerra, que no batalla, no puede haber medias tintas. El propio Gobernador, a riesgo de su propia seguridad, se definió claramente. Tomó partido por las familias veracruzanas. Qué bien que todos los sectores, sin excepción, le han dado su respaldo. El problema involucra a todos. Y va para largo.
Pero con base en lo que expone Fernández Menéndez, cabe también una consideración política: el gobernador Duarte de Ochoa estaría ya en la misma línea, con respecto a la política que han de seguir en el combate a la delincuencia organizada, con el próximo presidente de México.
Le habrán ganando ya el brinco, con sus actuaciones, con sus posturas, al candidato presidencial del PAN y al propio Presidente, que habrá de imponerlo.