Si decide usted perderle el amor a unos 120 milloncejos de pesos, se puede hacer del helicóptero que pondrá a la venta el Gobierno del Estado, para lo cual ya se solicitó al Congreso estatal la autorización correspondiente. Se trata, se dijo el miércoles, de una nave Mara Eurocopter, tipo AS 365 N3, modelo 2007, serie 6766, matrícula XC-GEV, que estaba asignada a la Secretaría de Seguridad Pública.

 

Durante la lectura de la correspondencia en la sesión de la Diputación Permanente no se dieron mayores detalles de por qué la venta y la solicitud que oficialmente hizo el secretario de Finanzas y Planeación Tomás Ruiz González, aunque por la crítica situación que atraviesa la administración pública estatal es obvio que el propósito es obtener recursos para afrontar tantos compromisos y tantas necesidades.

Por si le interesa, ese tipo de aeronave es una variante civil del AS365 Dauphin (delfín) con un motor medio polivalente utilizado de un modo generalizado como transporte corporativo, helicóptero policiaco, helicóptero de noticias, evacuaciones médicas y helicóptero de búsqueda y salvamento, y que además tiene como uno de sus distintivos más característicos el rotor de cola fenestron. La versión del que será puesto a la venta salió al mercado en 1998, año en que lo compró la anterior administración, al que se le entregó en el mes de febrero, o sea que Veracruz fue uno de los clientes que estrenó ese tipo de helicópteros en el mundo. Cuando se compró –se adquirieron dos– su costo fue de 9 millones 700 mil 250 dólares, casi 10 mil.

Ante el alza constante en el precio de las gasolinas y lo caro que está resultando cada vez más viajar por tierra, si quiere deshacerse de unos cuantos pesos, el costo por hora por volar en un Eurocopter como el que se venderá debe andar en promedio en unos 30 mil pesos. Ante la ola de inseguridad, con esta nave puede iniciar su negocio de alquiler a ejecutivos para trasladarlos por todo México.

 

Al parecer Tomás Ruiz ya mandó hacer un módulo portátil que montará el próximo jueves en el tianguis del mercado San José a ver si alguien se interesa.

Qué grave debe estar la situación adentro cuando estando próxima la temporada de más peligro de lluvias y huracanes que azotan al estado se decide deshacerse de este helicóptero, que tanta falta hará. A menos que haya sido un error –¿otro?– haberlo comprado porque es caro su mantenimiento o gasta mucha turbosina o es mucha nave para las necesidades y características de la geografía estatal. Vaya usted a saber.

Lo cierto es que es una raya menos al tigre rojo, pues fue un aparato que tanto se presumió en el pasado reciente cuando ante las críticas por la compra y su uso se dijo que servía para salvar vidas pues ahí se trasladaba a heridos. Esos heridos, que salvaron la vida, hoy bien nos pueden presumir que volaron en un helicóptero de más de 100 millones de pesos. Qué bueno por eso. ¿O acaso la venta es una acción más para continuar desmantelando todo lo que sea rojo pasado?

La inseguridad, en los niveles en que se da en otros estados, nos alcanzó ya, no hay duda. Dado lo inesperado del riesgo, que se puede dar en cualquier momento y en cualquier parte poniendo en peligro la vida de la población civil, independientemente del trabajo de las fuerzas policiacas y del reiterado interés del gobernador Javier Duarte por combatir a la delincuencia organizada, se genera una corriente que está acudiendo al primero y al último recurso que cree firmemente que es el único que nos puede mantener a salvo de cualquier contingencia: Dios.

Preocupada como todas las mujeres esposas, madres, hermanas o hijas de familia por la situación que se vive, mi esposa Eugenia, misionera auxiliar eucarística franciscana, ha echado mano de una oración que hace tres o cuatro años le entregó otra mujer preocupada del estado de Tamaulipas durante una asamblea que católicas franciscanas tuvieron en Durango. Esa oración se las dictó el miedo, el temor, la angustia, la zozobra, la desesperación.

Entonces se veía lejos que llegáramos a vivir en Veracruz lo que se vive en el norte desde hace mucho. Ella guardó la oración, que ahora ha sacado y que muchas mujeres están reproduciendo para ser dichas en iglesias de Xalapa pero que, incluso, enterados, están pidiendo de parroquias de otras ciudades como lo ha hecho el padre Augusto López de San Andrés Tuxtla, que mantiene comunicación con la grey de la parroquia de La Piedad, en Xalapa, donde sirvió algún tiempo.

Afanosa como la vi una tarde pasada, le pregunté qué hacía. Estaba preparando fotocopias y recortes de la oración. Me explicó cómo la había obtenido y el destino que estaba teniendo. La reproduzco:

“Oremos. Señor Padre misericordioso, amoroso padre, danos una ciudad llena de paz, esa paz que sólo tú puedes darnos, esa paz que sobrepasa todo entendimiento.

Cambia, Señor, los corazones de toda esa gente que nos ha quitado nuestra tranquilidad. Dales, Señor, la paz que necesitan.

Señor danos una tierra llena de amor, llena de alegría. Declaramos, Señor, que tus promesas no son en vano, que creemos en ti y en todo lo que te pedimos. En nombre de tu hijo amado Jesucristo nos será concedido.

Líbranos, Señor, de estar en el lugar equivocado cuando algo malo suceda. Que nuestras familias estén perfectamente resguardadas bajo tu santísima protección.

Padre santo escucha nuestras súplicas. Somos tus hijos y tú eres nuestro padre amoroso. Señor, declaramos que Xalapa (aquí se pone el nombre de la ciudad en peligro) será libre de esta gente que nos ha venido a quitar la paz porque tú, Señor, les darás nuevos horizontes para tu eterna honra y gloria.

Te lo pedimos en el nombre de tu siempre amado hijo Cristo Jesús. Amén.

Que el Señor guarde y bendiga a Xalapa. Ahora es el tiempo de oración y de reflexión. Hagámoslo”.

Sea uno creyente o no, ante la situación tan seria que vivimos, creo que no queda, en efecto, más que encomendarnos a Dios, a Jehová o al dios en que creamos –según la religión o creencia que uno profese–, pero también dándole una ayudadita, siendo ahora más que nunca cuidadosos y precavidos, procurando el autocuidado.

Cosas de las circunstancias. Ahora tal vez los hechos logren lo que han pretendido por sí mismos, sin mucho éxito, los jerarcas católicos: que los creyentes vayan a la iglesia, al templo, a la parroquia, a pedirle, a rogarle a Dios que los tenga a salvo. Ahora, más que nunca, impuesta por el peligro y la necesidad, la fe habrá de fortalecerse seguramente.