Pero qué necesidad. Una fotografía dio cuenta ayer de que la presidenta municipal de Xalapa, Elizabeth Morales García, acompañada de vecinos del barrio San José, plantó una nueva araucaria frente al mercado y la iglesia del mismo nombre donde días atrás fue talada otra que presuntamente estaba afectada y corría el peligro de caer.
Esa fue una forma de la alcaldesa de responder a la justa indignación que causó no sólo entre los vecinos sino entre gran parte de la población el derribo de esa conífera, especie considerada un fósil viviente y cuyo origen se remonta a la edad de los dinosaurios.
Recientemente su vocera de prensa, una querida compañera mía de muchos años, Vicky Hernández Rodríguez, me hizo un alegato favorable –tal cual debía como profesional que es– de su gestión, de su trabajo. No dudo que esta joven mujer, la primera alcaldesa elegida por los ciudadanos, está imbuida de buenos propósitos y quiere hacer las cosas bien. Pero no me explico por qué tolera graves errores de sus colaboradores a costa de su imagen personal y del Ayuntamiento que preside.
Porque resulta, según afirman los propios trabajadores del área, a los que también indignó el derribo, que la tala la dispuso, sin consultarle a la presidenta, el coordinador del Medio Ambiente, Héctor Hernández Andrade, quien el pasado 9 de agosto trató de justificar su proceder diciendo que se debía a que la araucaria representaba un “gran riesgo para la gente como para la infraestructura que se está haciendo en este lugar”.
Procedió el hacha y se le vino a la alcaldesa no una lluvia sino un torrencial de críticas, e incluso con pena por ella leí en algunos portales informativos que muchos ciudadanos expresaban su indignación dirigiéndole más que críticas insultos y cuestionando la actuación del responsable del Medio Ambiente al que, además, lo acusaban de malos antecedentes a su paso por otros cargos que ha ocupado.
Cuando se enteró del crimen ecológico que se había cometido por las críticas de que empezó a ser objeto –el derribo trascendió a nivel nacional–, Elizabeth Morales García montó en cólera y reprochó y reclamó a su colaborador por qué lo había hecho. Pero no pasó de ahí.
Como respuesta, Héctor Hernández Andrade le dijo lo que ha venido repitiendo para tratar de justificar su grave atentado a Xalapa: que el árbol no era seguro para la gente, que el centro de la conífera estaba enfermo y que “empezaba a invadirlo todo”.
Un lector del portal plumaslibres.com dijo que se trataba de un atentado no sólo ecológico sino histórico porque recordó que las araucarias llegaron a la ciudad en 1910, hace más de un siglo, en un paquete que el gobierno francés obsequió a México con motivo del centenario de la Independencia, de las cuales cuatro le tocaron a Xalapa: la que derribó esté inconsciente e irresponsable funcionario municipal, la que está en el parque Juárez, otra que se ubica en la iglesia de El Calvario y la cuarta plantada en el hotel hoy Xalapa antes Araucarias.
El mismo funcionario reconoció que la conífera tenía más de 75 años de antigüedad y que medía 25 metros de alto (llegan a alcanzar una altura de hasta 70). Los vecinos vieron primero que un lunes se procedía a cortar el ramaje, pero pensaron que se trataba de quitar alguna parte que pudiera representar un peligro ante la llegada de las fuertes lluvias, pero el jueves siguiente cuando se dieron cuenta la sierra había procedido y ya no pudieron hacer nada. Les invadió la tristeza porque muchos crecieron a su sombre e incluso adornaban el árbol en Navidad.
En un principio la sospecha fue que el derribo había obedecido a petición expresa y para favorecer a una serie de restaurantes, algunos de franquicias extranjeras, que empezarán a funcionar en breve frente al área afectada, pero resulta que no, al contrario, también reprobaron la medida, según una persona vinculada a ellos me lo aseguró.
Qué bien que la presidenta ha escuchado el clamor y el reclamo popular y ha procedido a tratar de reparar el daño, que no tiene reparación. Luego de enterarme en forma directa del fondo del asunto, pienso si a Elizabeth Morales García no le está pasando lo mismo con otros colaboradores (en los portales no hay día en que no se queje algún ciudadano de falta de atención de alguna área del Ayuntamiento) y por eso la capital padece y enfrenta serios problemas en los servicios públicos.
Ayer en el diario Milenio edición Xalapa, en la columna “Se sabe”, se publicó: “Que el tibio aplauso a la alcaldesa en la cena de gala del Casino Xalapeño el sábado pasado es una llamada de atención que le mandó la sociedad representativa de la capital, que no obstante dejó el mensaje de que aún hay tiempo para la reconciliación y el cumplimiento de compromisos”.
Yo soy un ciudadano que vio con mucho optimismo y hasta entusiasmo la llegada de una mujer, además joven, elegida en las urnas, al emblemático ayuntamiento de la ciudad sede de los poderes estatales y capital de estado. También me he desencantado aunque, como los editores de Milenio, pienso que si la primera autoridad del municipio rectifica, corrige, replantea, escucha, puede estar a tiempo de recuperar el entendimiento y la aprobación ciudadana con que llegó al poder.
Ocho meses después, sin embargo, debe proceder a revisar la actuación de sus colaboradores y cesar a los que no le funcionen, como este señor que cometió un grave atentado contra Xalapa y que le ha dañado mucho su imagen, sin consideración a que sea amiga o amigo suyo o a que se los hayan recomendado.
A los recomendadores ya les cumplió. Debe poner ahora a profesionales reconocidos, probados, que tengan la aceptación ciudadana.
Quién sabe si la alcaldesa ha reflexionado que de los tres años de su gestión, el primero, éste, prácticamente ya casi lo perdió pues, sin dejar de reconocer su esfuerzo, su preocupación y su buena intención, la obra que se hace o se ha hecho es menor, en mucho porque, en general, no hay recursos para trabajar.
Pero para el que viene, el segundo, el panorama no se ve muy halagador en cuanto a dinero para hacer obras significativas, además de que por ser año electoral habrá muchos obstáculos. El tercero tendrá encima la presión de su sucesión. Los ciudadanos queremos, por lo menos, buenos servicios públicos.
Pero ello sólo será posible con buenos colaboradores. Yo, un ciudadano más, que le he hecho crítica, confío en poder terminar aplaudiéndole. Démosle tiempo al tiempo.