Recién pasó el Hay Festival, una fiesta cultural básicamente literaria, quise dejar testimonio –no sé si lo logré– del entusiasmo esperanzador que me causó la participación de los jóvenes. Ellos y nadie más que ellos le dieron vida y a causa de ellos los organizadores decidieron que durante los próximos cinco años se vuelva a repetir en Xalapa.
Dios es demasiado generoso conmigo. Me bendice acercándome a los jóvenes, en quienes veo para el futuro un mundo mejor. Prácticamente no hay un día, uno solo, en el que no reciba correos de jóvenes con aspiraciones políticas aunque personalmente no los conozco, que no se pongan en contacto conmigo a través de intermediarios, que no me hablen por teléfono o en que no me busquen para intercambiar opiniones.
No me hago del rogar. Accedo, me alimento de su juventud, me retroalimentan, me rejuvenecen. Los necesito. Soy, sin duda alguna, un verdadero afortunado.
Hace cuestión de cinco meses, ya fuera de Gobierno y con algún tiempo disponible, me decidí a hacer cosas que siempre había querido hacer pero que el trabajo me había impedido –me pasé 29 años entre responsabilidades políticas y de gobierno, de tiempo completo–, una de ellas tomar clases de baile, de salsa, que ya he mencionado aquí.
Mi maestra de dancing es una jovencita bailarina profesional, parte del famoso espectáculo Jarocho, Perla Hernández Luna, que me ha contagiado pero con la que, además, al paso del tiempo, hemos terminado por ser amigos. Cuando hay pretexto para ello, junto con otros compañeros del taller salimos a bailar. Todos ellos son jóvenes de edad y me incluyen. Mentalmente me siento igual que ellos de joven y no tengo ningún temor a hacer el ridículo, es decir, fortalecen mi seguridad.
Estuve tomando clases de computación con otra joven que me dejó muy buenos recuerdos, Poema de Jesús González Viveros. Joven universitaria, meteoróloga de carrera (hace ahora una maestría), terminé también entablando una buena relación amistosa y me estimuló a tratar de aprender más cosas sobre computación. Me gustó mucho su didáctica y me acicateó para estudiar como si fuera un principiante deseoso de obtener las mejores calificaciones.
En los exámenes saqué diez gracias a su motivante relación. Se lo agradezco.
En algunas ocasiones he tenido la oportunidad de tratar con un joven político, panista él, regidor ahora del Ayuntamiento de Xalapa, Omar Miranda, quien, hasta donde lo conozco y sé de él, se conduce con respeto y atención para todos, tiene las mejores intenciones de hacer las cosas bien y a veces me busca para intercambiar puntos de vista.
Si está de acuerdo con lo escribo me lo dice y si no, también. Su actitud, como quiera que sea, me enriquece. Me gusta que luche por su causa, la de su partido, y que bien recomiende a los miembros destacados y dirigentes de su organización política. Está muy en su derecho y eso habla bien de él.
La semana pasada me buscó y al inicio de esta semana conocí con verdadera y agradable sorpresa a otro joven, este del Partido Verde Ecologista, también regidor del Ayuntamiento xalapeño, Bolívar Arias Olguín. Sostuvimos un desayuno prolongado, estimulante, enriquecedor.
Es un muchacho muy preparado en universidades famosas. Conocí parte de su trayectoria, advertí su entusiasmo, supe de su experiencia dentro de las filas de su partido no sólo en el Distrito Federal sino en otros estados del país y no dudó ni un instante en querer llevar a la práctica algunas ideas que surgieron sobre cosas positivas que se pueden hacer a favor de Xalapa. No dudo que en poco tiempo se habrán de conocer.
Me escribe a diario para darme cuenta de sus actividades otro joven, este priista, Jorge Herrera Alor. Trabaja sin descanso en su distrito electoral, Cosamaloapan, donde preside el movimiento ciudadano “Juntos hacia Adelante”. Su gran aspiración es que su partido lo postule como candidato a diputado federal. Debe saber que hay adultos que nos interesamos en lo que hace y que no hay mejor lucha que la que no se hace.
Acabo también de estar esta semana con otro joven con aspiraciones políticas, igualmente priista, Sandro Francisco Gómez Valdés, ya con una buena trayectoria y experiencia políticas pese a sus 23 años. Presidente la Federación Universitaria de Veracruz desea y lucha por ser el nuevo dirigente del Frente Juvenil Revolucionario del PRI y trae una movilidad por todo el estado digna de admiración.
A diario intercambio opiniones con otro joven trabajador, periodista pero también con vocación política, además uno de los más severos críticos y cuestionadores que tengo, mi hijo Jesús Antonio “Toño” Reyes González, con experiencias al lado de José “Pepe” Yunes Zorrilla, Bertha Hernández Rodríguez, Adolfo Mota Hernández, Héctor Yunes Landa y Fernando Sánchez (le he recomendado que les aprenda sólo lo bueno), además de mi hijo gran amigo, del que aprendo a diario mucho, incluso a ver las cosas desde una perspectiva joven, una verdadera bendición.
Cuando menciono a todos ellos me hacen renacer o reforzar la fe en un futuro mejor porque, por lo menos hasta ahora, los encuentro vinculantes, con mucha fe en lo que hacen, porque todavía no están mal contaminados por las cosas negativas de sus mayores, porque están dispuestos a conocerse y a trabajar unidos dentro de sus diferencias, porque desean ser diferentes.
Tengo fe y creo decididamente en los jóvenes. En el caso de los que menciono ahora, no me cabe duda que algún día verán coronadas sus aspiraciones, es más, se los deseo de todo corazón. Con todos los que hablo les pido tomar lecciones de lo que mal hemos hechos los mayores para que no lo repitan. Que sean adversarios pero dentro de la civilidad política. Que no anide en ellos el odio ni el rencor.
Que construyan un mundo, una sociedad mejor. Que sean inteligentes y capaces de superar sus diferencias. Que compitan y que gane el que se lo merezca pero que no decaigan en su lucha. Que luchen por sus ideales, por sus creencias. Que no nos fallen a quienes creemos y esperamos lo mejor de ellos. Que honren a su generación.
Tal vez me veo un idealista, pero lo importante para mí, ante la decepción y el desaliento que me causan mis contemporáneos, políticos, autoridades, es que en los jóvenes encuentro lo que no hallo en ellos: algo, alguien en quién creer y en quién cifrar mis esperanzas, que quizá son las de todos, de que vendrán tiempos mejores.