Aquel 6 de julio de 1988, llegadas las seis de la tarde, cuando se debían cerrar las casillas, en Xalapa la gente seguía votando; eran largas las filas que esperaban.
Nunca antes había ocurrido un fenómeno así en unas elecciones presidenciales en México. La competencia era entre Carlos Salinas de Gortari, del PRI, y Cuauhtémoc Cárdenas, del Frente Democrático Nacional (FDN).
En Veracruz gobernaba don Fernando Gutiérrez Barrios, quien habría de ser determinante si no para revertir sí para evitar que se dijera que en Veracruz habían perdido la elección.
En efecto, en el estado perdió la elección, de calle, Salinas de Gortari. Lo barrió Cuauhtémoc Cárdenas.
Aquel domingo, cuando en el recuento de votos el candidato del FDN aventajaba al del PRI, de pronto se “cayó el sistema”. Cuando se restableció, ya le habían dado la vuelta a la tortilla.
Aquellas elecciones las organizó la Comisión Federal Electoral, dependiente de la Secretaría de Gobernación, cuyo titular era Manuel Bartlett Díaz.
En Xalapa viví de cerca en el gobierno todo lo que pasó. Cuando ya no había duda del resultado, el entonces corresponsal del diario Excelsior, Orlando García Ortiz, el medio por excelencia entonces, redactó su nota y se dispuso enviarla a la Ciudad de México.
Para entonces lo más avanzado que se tenía en materia de transmisiones electrónicas era el fax y el único que había en Veracruz era del Gobierno del Estado, que operaba un empleado que había llegado en el equipo que trajo don Fernando de la CDMX. Era de la total confianza de ellos.
Dado lo avanzado del día, Orlando llevó su nota para que se la transmitieran. La dejó, pero, avispado, aquel empleado cuando la leyó se dio cuenta de lo que implicaba y de inmediato alertó a sus superiores, que llevaron la nota al despacho de don Fernando.
Gutiérrez Barrios, político con mucha clase, caballeroso, respetuoso, atento, con mucha experiencia política (para entonces ya era una celebridad en la vida política del país), cuando la leyó se preocupó: ni por él ni por el sistema podía permitir que se dijera que el PRI con Salinas de Gortari había perdido la elección en Veracruz. De por medio estaba también su futuro político.
Entonces tomó el teléfono (no existían los celulares, eran fijos) y habló con el periodista. De la forma más sutil posible, con todo el respeto posible, pero con toda la carga de su personalidad, que era apabullante, con las mejores maneras le pidió a Orlando que cambiara el sentido de su nota. “Hágalo por Veracruz”, casi le suplicó.
Se lo pidió con la mayor delicadeza posible, de tal forma que no se tomara como un intento de intimidación o amenaza (como hacen los burdos de ahora), con la mayor fineza, poniendo a Veracruz por encima de todo, y García Ortiz accedió. Pero no hubo duda: ganó Cuauhtémoc Cárdenas, aunque le escamotearon el triunfo. Aquella fue una elección de Estado.
Dos años después nació el Instituto Federal Electoral, antecedente del Instituto Nacional Electoral (INE), que surgió en 2014 como resultado de una lucha ciudadana para evitar otra elección fraudulenta como la del 88 y garantizar altos niveles de calidad en nuestra democracia electoral.
Hoy, nueve años después, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador trata, a toda costa, de acabar con el INE (Adán Augusto López Hernández habría hablado de “descuartizarlo”). Uno de sus hombres de confianza y más cercanos colaboradores es, ¡Manuel Bartlett!, aquel autor del fraude, ahora al frente de la Comisión Federal de Electricidad.
En el fondo, la intención de la Reforma Electoral, que la oposición logró echar abajo, y ahora de su Plan B de la Reforma Electoral que trata de sacar adelante, es que el gobierno, desde la Secretaría de Gobernación, retome el control de las elecciones. Quiere retener el poder y garantizar, desde ahora, que pueda manipular el resultado ante el riesgo de que pierdan.
Ayer comenté que Morena, aun sin candidatos, ya está en campaña rumbo a 2024. Quiere asegurar el triunfo electoral, cerrar la pinza, eliminando el INE.
El Plan B está por ser aprobado en el Senado. El coordinador de los senadores de Morena, Ricardo Monreal, dijo el viernes pasado, de plano, que ya no hay nada que hacer para evitar la aprobación. Dejó en manos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación la resolución final.
La oposición (el PT y el PVEM son solo satélites de Morena) y millones de mexicanos mantienen una lucha por evitar el desmantelamiento del órgano electoral. Dentro de ella se encuadra la segunda marcha ciudadana en su defensa que tendrá lugar el próximo domingo 26 en las ciudades más importantes del país, incluida Xalapa, y a la que se está convocando a través de las redes sociales, sobre todo.
La autonomía de la Corte, la gran esperanza
Hay un elemento para mantener el optimismo de que el gobierno obradorista no se saldrá con la suya y se quedará en el intento: la autonomía de la Corte, que tiene molestísimo al presidente al grado de que están agrediendo a la ministra presidenta Norma Lucía Piña Hernández solo porque ha adoptado una actitud digna ya que no se somete ni se arrastra, lacayunamente, ante AMLO.
O sea, se esperaría que la Corte resuelva con apego a derecho y no de acuerdo a las indicaciones y caprichos del tabasqueño. El mismo Monreal ha dicho en más de una ocasión que hay “errores inconstitucionales”, pero aun así la mayoría de Morena sigue adelante en su intento.
La convocatoria para la marcha del domingo 26 se reproduce y crece cada vez más. Es parte ya de la contienda de 2024: por un lado, el gobierno, haciendo uso de todo su poder y su fuerza para imponerse a como dé lugar, imponer a sus candidatos y hacerlos triunfar incluso haciendo uso de las peores artes de la política, y por el otro, la oposición y la ciudadanía intentando evitar que caigan los últimos reductos de la vida democrática del país.
Puede que la campaña de Morena no sea ilegal, porque se escuda en sus programas sociales, pero es desigual. Está sacando, lleva ya ventaja gracias al poder que tiene, y si logra eliminar el INE tendremos una nueva versión del PRI que gobernó por más de 70 años y se hizo del control de la vida pública de México. Los mexicanos tienen que decidir que prefieren. El día 26 veremos el tamaño de su respuesta.