No pensé que la columna de ayer, en la que me ocupé del ex gobernador Fidel Herrera Beltrán,  despertara tantas reacciones encontradas, diversas, lo que me dejó muy en claro que es una figura controvertida, que despierta polémica, pero también que la sociedad no quiere quedarse callada y expresa su acuerdo o su desacuerdo con la figuras públicas.

Hubo lectores, algunos del norte de la entidad, de la huasteca, figuras significativas allá, que me escribieron para felicitarme por ocuparme de los “traidores” a Fidel; hubo en especial lectoras de Xalapa que se le fueron encima acusándolo de haber hecho del estado “el hogar de los zetas”; hubo quien, también de la capital, me recriminó por haber “defendido” al ex gobernador y me preguntó si lo hice por haber trabajado en su gobierno; hubo una persona que me dice que vive en una colonia de Xalapa y que la sola mención del ex gobernador le causa cólicos y que por primera vez, el próximo año, va a ir a votar en contra del PRI más todavía si postulan al ex procurador Reynaldo Escobar Pérez; hubo del puerto jarocho quien me reenvió el texto de la entrevista que dio Miguel Ángel Yunes Linares a la periodista Carmen Aristegui y que reprodujo el diario Notiver; hubo quien, muy cercano al círculo de Herrera Beltrán, me llamó vía telefónica para decirme que no, que no lo han dejado solo, que muchos, “muchísimos” veracruzanos le han estado llamando para apoyarlo pero que han preferido que no trascienda; hubo en la calle quienes me dieron su aprobación por haberme ocupado del tema; hubo quien me escribió para decirme que cuando me empezó a leer y vio de qué se trataba el tema ya no siguió más; hubo del sur quienes expresaron su agradecimiento al cuenqueño; hubo incluso quien, mujer, sacó a relucir que favoreció con buenos trabajos y sueldos a jovencitas aunque no sabían hacer nada y sólo a causa de su presencia física. Uf. En fin.

Respeto todas las opiniones y reconozco el trato respetuoso con que se han dirigido a mí incluso  quien me recriminó porque lo “defendí”. Están en todo su derecho de emitir su opinión y veo en las reacciones una sociedad que lee y que por lo tanto se informa, que no está de acuerdo con muchas cosas y que las dice, que aprueba y desaprueba a sus políticos gobernantes, que mantiene viva su capacidad de reacción y de indignación; una sociedad plural, todo lo cual, en lo personal, me gusta, me alienta, pues Veracruz y México son tan grades como para dejar su manejo sólo en manos de los políticos y las opiniones sólo en manos de quienes escribimos por oficio y profesión.

No me la creo pero agradezco a quienes me escribieron para decirme que a diario lo primero que hacen temprano es leerme, que les gusta como escribo pero que ayer los decepcioné.

 

Cuánto lo siento, pero quiero reiterar, como lo dije en días pasados, que no pertenezco a grupo alguno, de ningún tipo y menos político y que no estoy al servicio de nadie; que escribo para mis lectores y a que a sus intereses trato de responder.

 

Pero como profesional que quiero ser –no sé si lo logre, eso lo tienen que calificar quienes hacen el favor de leerme– me ocupo y me seguiré ocupando de las figuras públicas del partido, color o ideología que sean, lo mismo se apelliden Yunes Linares o Herrera Beltrán o como se llamen, bajo el entendido de que tienen bueno y malo y que lo bueno tiene que reconocerse y lo malo reprobarse. No escribo –Dios me libre de que me llegue a pasar– con las vísceras no obstante que he recibido agravios y tendría motivos para ocupar el espacio que generosamente me ceden tantos amigos editores para desahogos personales. Trato de analizar la realidad, los hechos, los sucedidos.

Pero me felicito por los lectores que tengo. Y los felicito.
Y de que ya nadie se queda callado e incluso defiende su derecho a decir su verdad ahí está la postura oficial de la Iglesia Católica de Xalapa que el domingo en su comunicado semanal argumentó por qué habla de y se inmiscuye en temas sociales.

“En esta nueva etapa de nuestra vida democrática hay sectores que todavía no han entendido la misión de la Iglesia en la sociedad y por eso se oponen y hasta se rasgan las vestiduras cuando la Iglesia se pronuncia sobre temas sociales”, dice la jerarquía eclesiástica.

 

“Por cierto, los que más hablan en este tono son los que defienden apasionadamente la democracia y la libertad de expresión como una de las principales conquistas de nuestro tiempo; es decir, auténticos demócratas censuran e intentan reprimir la libertad de expresión de la Iglesia.

 

Esta percepción es el resultado de un concepto arcaico y oscurantista de religión que se tiene en algunos ambientes. En este punto habría que recordar que la religión no se vive exclusivamente en el templo, ni se reduce al ámbito de la sacristía”.

“Por lo tanto, la vida cristiana no se puede restringir al terreno de lo privado. La Iglesia está llamada a formar parte activa de la vida de la sociedad, respetando siempre los ámbitos correspondientes y sin hacer política partidista.

 

A la Iglesia le corresponde estar recordando al César que no puede actuar en contra de la libertad y de la dignidad humana. La Biblia en otras partes invita a las autoridades a reconocer que el poder les ha venido de lo alto con el único propósito de servir dignamente al pueblo que se les ha confiado”.

“En nuestro caso, la Iglesia no es un club donde la pasamos bien y después nos vamos a vivir completamente desconectados de lo que creemos y celebramos. De manera especial, en estos tiempos críticos que nos está tocando vivir necesitamos una Iglesia humilde, que sirva a los más necesitados y que sea capaz de estar junto a los que sufren; una Iglesia que pueda canalizar las angustias, las esperanzas y las ilusiones de los hombres, especialmente de los más golpeados por la violencia, la pobreza y el desempleo; una Iglesia que de manera profética esté señalando al César lo que no contribuye para alcanzar las principales demandas de la sociedad”.

Veo irreprochable el texto firmado por el presbítero José Juan Sánchez Jácome, vocero de la Arquidiócesis. Me parece bien que una institución tan poderosa como la Iglesia abogue por la libertad y la dignidad humana y que recuerde al “César”, es decir, al poder terrenal, que su único propósito debe ser para servir dignamente a su pueblo.

En fin, no cabe duda que vivimos otros y nuevos tiempos y que hay que tener inteligencia para aceptarlo.