Debe, tiene que reconocerse que por primera vez el presidente Felipe Calderón tomó una decisión valiente y que además la llevó a la práctica como mandan los cánones de la política, utilizando la ventaja que le da el monopolio del poder y con ello el uso de la fuerza. Independientemente de la legalidad o de la ilegalidad de la medida y de las consecuencias en medio de la polémica y las protestas de un sector político y de una parte de la clase trabajadora, el golpe que dio Calderón fue preciso, oportuno y contundente. En términos pendencieros, se puede decir que se trató de un verdadero descontón por lo sorpresivo. A Calderón lo hemos criticado por sus titubeos, por su ineficacia, por su mal gobierno y porque no hace. Ahora también una parte de la opinión pública lo critica porque hizo. Prefiero a una autoridad que haga aunque se equivoque, que ya habrá tiempo de rectificar, a otra temerosa, indecisa, blandengue, que no actúe, como había sido hasta ahora el michoacano.
No se parecen pero la ocupación inmediata por más de mil policías de las instalaciones de Luz y Fuerza del Centro la noche del sábado 10 de octubre tan pronto se dio a conocer el decreto me recordó la decisión que tomó el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari el 1º de junio de 1991 cuando también fuerzas federales requisaron las instalaciones del puerto de Veracruz y el gobierno federal tomó su administración y control para el correcto manejo de mercancías (de ahí podemos derivar que aunque habrá protestas, con el tiempo se irán apagando y tarde o temprano clavará totalmente el pico el Sindicato Mexicano de Electricistas como finalmente lo clavaron los del sindicato portuario, que muy de vez en cuando, sólo cuando se acuerdan de la requisa salen unos cuantos sobrevivientes a pedir todavía que se revierta la decisión presidencial).
Son decisiones que en un momento dado los hombres del poder toman porque, lógicamente, pueden hacerlo amparados en las facultades que les otorgan las leyes, en algunos casos, y en el respaldo sobre todo de las fuerzas de seguridad bajo su responsabilidad directa, pero sabiendo también que como un recurso extremo tienen las del Ejército y la Marina, de las que pueden disponer bajo el argumento de que es “por el bien de la nación”. Ahora, aparte de la lucha con razón o sin razón que han emprendido los afectados por la medida, también parece ser que las cosas se hicieron bien desde el punto de vista legal, que se armó todo un entramado jurídico para justificar la desaparición de la empresa, que no fue otra cosa que una verdadera requisa.
Por fin se vio que los panistas en el gobierno planearon bien las cosas, que las calcularon y las maduraron bien. No hay que regatearles méritos, que sería tanto como caer en su actitud de oponerse a todo por sistema o de descalificar todo aunque esté bien sólo porque lo hace una autoridad distinta.
Tan bien lo pensaron que esperaron la mejor ocasión que se les presentó y que se las dio la euforia por la calificación de la Selección Mexicana de Futbol al Mundial de Sudáfrica, de la que participaban la mayoría de los trabajadores cuando ocurrió la requisa, quienes llegaron en la madrugada a protestar todavía oliendo a alcohol, según algunas crónicas periodísticas. El problema entre los trabajadores y sus seguidores y el gobierno federal va para largo, pero no hay duda que la efectividad de la ocupación sorprendió a toda la opinión pública y, tiene que decirse, sorprendió para bien porque era un clamor de los habitantes del Distrito Federal la ineficacia en el manejo del servicio y el mal trato personal de los trabajadores hacia los usuarios. Al margen de mítines, marchas, plantones, desplegados, insultos e intentos de agresión como represalia hacia el presidente, son de esperarse los efectos positivos hacia la figura presidencial. No sorprende que en la primera encuesta después del sábado Felipe Calderón tiene mejor aceptación popular (Milenio de este martes 13 de octubre). Pero precisamente por ello, porque las ondas expansivas políticas de la decisión tomada alcanzarán a todo el país, incluyendo a Veracruz, es que no se debe ignorar el fenómeno, se debe estar muy atentos, tomar debida nota y actuar en consecuencia, que, en el caso de la competencia política, es actuar correctamente, mejor, y cumplir bien con el encargo y las demandas ciudadanas, porque la opinión pública, los ciudadanos, los potenciales votantes, habrán de compulsar la actuación de unos y de otros. En pocas palabras, no se deben poner en riesgo ni perder los espacios ganados por falta de trabajo. Ahora más que nunca no se debe aflojar el paso. Muy analítico, atento, observador, agudo e inteligente como es Héctor Aguilar Camín, en su columna “Día a Día” que publica de lunes a viernes en Milenio, en la de este martes 13 (“La batalla de gobernar”) apunta cómo “Una sola decisión de fondo basta para cambiar el ánimo público y hasta la correlación de las fuerzas políticas”. Otro columnista de Milenio, Ciro Gómez Leyva, también en su columna “La historia en breve”, destaca cómo la primera encuesta levantada por el Gabinete de Comunicación Estratégica (de Liébano Sáenz) tras la intervención y extinción de Luz y Fuerza del Centro realizada, arroja que el 80% de la población está a favor de la intervención para poner orden y 70% de la intervención. Aguilar Camín, Doctor Honoris Causa por la Universidad Veracruzana comenta –y coincido con él– que: “El ánimo público es imprevisible y la correlación política poco elástica, pero la seriedad de las decisiones puede alterarlas de un día para otro”.
El gobierno federal, el presidente y su gabinete, es decir, los panistas en el gobierno tienen para rato con las protestas que habrán de seguir. Uno de los efectos de la medida es que han dado un buen pretexto a grupos de izquierda, a marginados, a estudiantes inconformes, al Peje, etcétera, para que salgan a la calle a mostrar su descontento y me imagino que no lo harán precisamente con pétalos de rosa.
Pero –nuevamente– como advierte también Aguilar Camín, a la liquidación de la compañía eléctrica y de su sindicato no puede seguir una ofensiva contra todos los sindicatos corporativos del país, en otras palabras, digo, no puede el presidente abrir nuevos y más frentes porque con el que ya activó es suficiente prueba para medir su capacidad de poder salir lo más indemne posible.
Para efectos del futuro político no se puede decir con precisión si para el 2010 (el 2012 se ve muy lejano) todavía perdurará algún recuerdo o algún efecto del que puedan sacar algún provecho los blanquiazules, aunque algunos seguramente querrán estirarlos para que los alcance, mientras que, por otro lado, no se puede descartar tampoco el riesgo para ellos de que su oposición, es decir, los tricolores, los verdes, los anaranjados, los amarillos (si no se alían con ellos), tomen la requisa, la desaparición de la empresa, como bandera, como ejemplo vivo de la política antisindical panista contraria a la clase obrera, a los trabajadores; que los presenten como los incongruentes más grandes de la historia, porque mientras que el candidato presidencial panista que se postuló como el del empleo es el mismo, ya presidente, que de un solo plumazo acabó con 42 mil plazas de trabajo, sindicales, en un solo día, en un solo instante, en una sola sentada, con una sola firma.
Tan bien están haciendo las cosas, desde el punto de vista político, que este mismo martes 13 el presidente explicó al PRI, representado por su dirigente nacional Beatriz Paredes y un grupo de gobernadores, la medida tomada.
Ciertamente una golondrina no hace verano, pero, sin duda, vuela. A los actores políticos responsables corresponderá ahora, unos, los blanquiazules, tratar de mantenerla viva, en alto, otros, los tricolores y demás, a tirarla, a darle en el blanco e incluso, si es posible, comérsela a la veracruzana.