El viernes de hace una semana, en su columna “Estrictamente Personal” (El Financiero), Raymundo Riva Palacio hizo un comentario respecto al presidente y sus hijos, que tiene alcance y plena validez para el gobernador y sus hijos putativos (Putativo=Reputado o tenido por padre, hermano, etc., no siéndolo, dice el Diccionario de la Real Academia Española) políticos en Veracruz.
El periodista dijo, en otras palabras, que independientemente de la calidad de las dos nuevas investigaciones sobre los hijos mayores de AMLO, José Ramón y Andrés López Beltrán, acerca de favoritismo y conflicto de interés, lo relevante, más que el trabajo de investigación de Latinus (Carlos Loret de Mola) y Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, es que se haya hecho una denuncia pública.
Destaca ese hecho porque, apuntó, lo hicieron en medio de los días de la mayor violencia presidencial de que se tenga memoria contra los medios, periodistas y la sociedad civil; que “hayan dado un paso hacia adelante en uno de los temas que mayor enojo provocan en López Obrador: imputaciones sobre su familia”.
Comentó entonces que “si así estamos en el año cinco, ¿qué sucederá en el año siete u ocho? Es decir, ¿qué le vendrá encima a López Obrador cuando deje la presidencia?”
Interesante.
En Veracruz no es ningún secreto la animadversión de buena parte de la sociedad y casi de la mayoría de los medios contra el gobernador Cuitláhuac García Jiménez y en especial contra el secretario de Gobierno Eric Cisneros, así como contra algunos otros colaboradores suyos, como la fiscal Verónica Hernández Giadáns, supuestamente autónoma pero simplemente una empleada más; aunque yo no diría contra el gobierno en general, porque hay algunos funcionarios que se salvan.
Al gobernador se le critica su poco oficio político, su inexperiencia, su muy mala dicción cuando está frente al micrófono, algunos otros pecadillos, pero, sobre todo, eso creo, por lo que escucho a ras de tierra, en la plaza pública, que tolere e incluso avale excesos lo mismo de Cisneros que de Verónica, excesos que tarde o temprano, o a mediano plazo, finalmente va a terminar pagándolos él.
Es decir, al gobernador –reitero, lo escucho en el taxi, en la combi, en el urbano– no lo consideran malo, o “el malo”, sino una víctima de Cisneros, lo que no le disminuye ni le quita la responsabilidad que tiene como primera y máxima autoridad. También le gana mucha animadversión, sobre todo entre la burocracia, su presunto primo el subsecretario de Finanzas Eleazar Guerrero Pérez, al que acusan de abuso y excesos contra los trabajadores, de ser el autor de las amenazas de que si no participan en los acarreos para lo que se necesite los van a despedir de su trabajo.
Por ahora, los va uno observando, se sienten con mucho poder, seguros, muy seguros de que nada ni nadie les hace ni les puede hacer nada, viven una verdadera borrachera de poder, y estando ya solo a 18 meses de que concluya la administración, no se advierte que intenten dejar por un momento la botella y se paren a pensar que no solo el poder no es para siempre y que una vez que haya candidato o candidata a la gubernatura ese poder se les empezará a escurrir entre los dedos de la mano con la rapidez con que lo hace el agua.
Las redes sociales son un muy buen termómetro para medir la animadversión de que son objeto, y destacan por sus críticas y señalamientos los medios, y eso, como señala Riva Palacio, cuando están en la plenitud del pinche poder, que diría Fidel Herrera Beltrán, y si eso ocurre ahora vale la pregunta también para acá: si así estamos en el quinto año de gobierno, ¿qué sucederá con ellos en el sexto y último año, y en el séptimo y en el octavo cuando ya no estén en ni tengan el poder?
Lo hemos visto años atrás: cíclicamente cada que termina un gobierno y entra otro viene el desquite, la venganza, el ajuste de cuentas, la revancha, la represalia, la lapidación en público; cuando cobra plena validez el dicho de que al que embaraza se le olvida, pero a la parida, jamás. ¿Es que acaso alguien piensa que, por ejemplo, los familiares, amigos, compañeros de los encarcelados por presuntos ultrajes a la autoridad están esperando a que terminen los actuales para aplaudirles?
Percibo mucho encono, creo, casi estoy seguro, como nunca antes había ocurrido con un gobierno en funciones pero que ya va de salida.
Soy de los que cree que no solo los medios y la sociedad civil van a hacer ese ajuste de cuentas; creo que las medidas y acciones contra ellos van a comenzar, incluso por quien llegue a gobernar, a sustituirlos.
Para mí, quien menos les conviene que llegue, impuesta por el presidente, es la secretaria de Energía Rocío Nahle. Como llegaría impuesta, solo gracias a eso, carecería de legitimidad, la que da el pueblo, y entonces buscaría legitimarse tomando una medida que le aplaudieran todos: metiendo a la cárcel a más de uno, a los que hayan lastimado a la población, a los más repudiados por sus abusos y excesos.
“Chío” tendría que recurrir a una acción extrema como la que usó Carlos Salinas de Gortari para legitimarse luego de que perdió la elección presidencial en 1988 cuando le ganó Cuauhtémoc Cárdenas: le sembró armas a Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, poderoso e influyente cacique petrolero, e hizo que el Ejército lo detuviera. Le funcionó. El pueblo le aplaudió y se olvidó que con la ayuda de Manuel Bartlett habían manipulado para revertir el resultado de la elección. La zacatecana tiene tela cuitlahuista de donde cortar. No le va a costar mucho trabajo encontrar a los idóneos para enviarlos al calabozo.
(Ayer conocí una encuesta interna de Morena. Cuanto le preguntan a los veracruzanos si la conocen, el 77 casi 78 por ciento dice que no; al secretario de Gobierno, el 76 por ciento, igual, dice no conocerlo.)