Ahora con la mentada propuesta de reelección, decenas de ambiciosos presidentes municipales y diputados que aspiran a, se frotan las manos y pulen los colmillos para hablar demagógicamente de política.
Estamos de acuerdo. Hay alcaldes que merecen la reelección porque en realidad se dedican a gobernar bien, a realizar obras y a ponerse a chambear en lugar de dedicarse a grillas. No se andan vistiendo de rojo nomás para aparentar que sí trabajan.
En los Yinuaites Esteits (Gringolandia, pa’ la banda) hay políticos como el recientemente fallecido senador Edward Kennedy, quien se reeligió por varios lustros y se convirtió en pieza clave para la política del país más dominante del mundo.
Estamos de acuerdo: es necesario modernizar las viejas normas y costumbres de la política mexicana tan arraigadas desde el Porfiriato. Que habrá que cambiar los esquemas en los cuales se conduciría la nueva política mexicana, porque no podemos seguir viviendo en el siglo XXI con reglas del pasado.
Es cierto, quizás ya quedó obsoleto el viejo adagio de "No Reelección", y debamos dar paso a que tengamos tiempos de estabilidad y crecimiento con la presencia de quienes demuestran ser aptos para gobernar.
Pero también deben cambiarse los ritos como la sumisión presidencial, los Congresos supeditados totalmente a las órdenes del gobernante, la aplicación real de la justicia cuando los políticos abusan del poder que se les confiere, la optimización del "fuero constitucional" para que no sea utilizado por los asesinos y ladrones para actuar con toda impunidad; que el mismo fuero no se convierta en un amparo u obstáculo para que un ciudadano gobernante sea enjuiciado como cualquier civil y ante las instancias correspondientes.
Sólo habremos de acordarnos de lamentables casos como el de Renato Tronco, hoy diputado local, quien en sus tiempos como alcalde de Las Choapas (y hasta el día de hoy) es señalado como el autor intelectual del asesinato del regidor Alfredo Pérez Juárez; la Procuraduría de Justicia nunca lo exculpó, sino que todo se congela por nefastas negociaciones políticas entre los partidos políticos.
En fin, la clase política más que pensar en perpetuarse, debería dar paso a revisar las leyes actuales que no se cumplen; que así como con todo descaro van a impulsar reelegirse, que tuvieran tantita vergüenza para también dejar abierta la opción de que si no sirven, si no funcionan, sean desechados.
Bueno, para qué tanto alboroto con la reelección, si podemos ejemplificar casos tristes como el de Joaquín Rosendo Avilés Guzmán, quien se "reelige" cada periodo en los puestos de elección popular que tiene a su alcance; argumentando licencias, salta del Congreso local a la Cámara de Diputados y de ahí a la Presidencia Municipal de Tantoyuca… ¿Y en qué se ha beneficiado la cuna de Toñita? En nada. Siguen con los mismos problemas de hace años como la falta de agua, siendo parte de la zona más rezagada y marginadas de Veracruz… con todo y Toñita.
¿De qué nos serviría la reelección? Hoy más que nunca se ve como patéticamente alcaldesas del sur impulsan a los hijos para que sean diputados locales o alcaldes, como una manera de implementar un burdo cacicazgo. ¿Qué de nuevo podrán aportar estas púberes canéforas que son la parte más manipulable de estas familias?
¿Para qué darle ese beneficio a los diputados? De por sí está más que recalcado que nuestra ilustre Cámara de Diputados es de las más caras que tenemos en el país; se recetan privilegios como si fueran sultanes, se pagan de todo del erario, y todavía se ofenden si algún compañero legislador se le ocurre devolver los pasajes de avión que no utilizó en su periodo.
Si tuviera tantita progenitora la clase política, así como para ellos es fácil la posibilidad de votar a favor de reelegirse (nada tontejos, dudamos que alguien vote en contra) también debe plantearse una posibilidad para que el gobernante pueda ser revocado del mandato por medio de la consulta popular.
En el caso de Guzmán Avilés tenemos el claro ejemplo de un gobernante inepto que sólo pasa de cargo en cargo y que la población tiene que soportar forzosamente los tres años que dure su periodo como alcalde o diputado local o federal. ¿Por qué no preguntar con base en resultados en tantas gestiones debe permanecer viviendo el erario tan campechanamente?
Y sobre todo, ¿por qué oficializar la reelección?, cuando no dejan de haber políticos chapulines que saltan de cargo en cargo y de paso lo heredan a familiares, queridas, mayates, etc.
Más bien deberían plantear asuntos más urgentes y de beneficio popular como transparencia en recursos y sueldos de los funcionarios.
En fin, la clase política es cínica por naturaleza. No sólo podrá cristalizarse en corto plazo el asunto de la reelección, sino que además plantearán los esquemas para que dicha reelección sea ad hoc a los intereses de gobernadores, jefes políticos, remedos de caciques y uno que otro viejo buey.
Ojo: quien esto escribe está a favor de la reelección, pero también que no se haga la clase política, también que rindan las cuentas claras. Y si en pleno periodo de reelección no da el ancho, entonces que pueda ser destituido.
Así de simple: ya no estamos para andar soportando más años de ineptitudes.