La periodista Regina Martínez fue homenajeada en la ciudad de Oviedo, en España, y ya tiene su calle, en honor a su labor como periodista y su trágico fallecimiento.
Aquí en Veracruz sólo se ha resuelto parcialmente el asunto de su asesinato y para nada se han hecho homenajes de tal naturaleza para la mejor de todo el gremio periodístico veracruzano.
Su muerte caló hondo entre los periodistas. Contrario al trato distante y frío que se le dio desde la parte oficial.
El día de su asesinato nadie creía que la mejor reportera veracruzana fuera víctima de esa violencia que se apoderó de Veracruz como un cáncer invasivo. Ese día las llamadas eran para confirmar, reconfirmar y volver a confirmar si era cierta la lamentable noticia de que Regina, la combativa, había sido asesinada en su casa.
De pronto, las especulaciones: que si la había matado la mafia mexicana, que si la clase política incómoda por sus investigaciones, que si era por la edición especial de Proceso sobre la presencia de los Zetas en Veracruz. Que si fue pasional, que si era mariguana y borracha.
Pero según la Procuraduría de Justicia de Veracruz fue un simple robo con violencia.
Regina no merecía morir así. No merecía que su vida terminara tan de pronto, tan brutal, tan inesperado. A nadie se le desea una muerte así.
Y Regina era honesta, vivía como periodista, respiraba periodismo. Nunca se le vieron lujos, ni relaciones con el poder.
No presumía de ser amiga de Javier Duarte, o de Fidel Herrera.
Regina no aspiraba a cargo alguno de elección popular, como ahora parece una moda entre los compañeritos que les salió lo servidor público y se prestan al juego de la clase política.
Regina Martínez, con su tamaño pequeño, menudita, era temida cuando escribía. Sus notas en Proceso siempre le dieron a Veracruz una línea editorial distinta a la oficialista. Retumbaba cada que sus notas se hacían leer, de manera obligada, para conocer otro Veracruz en los ojos de Regina.
Muchos de sus amigos y amigas la extrañan. No creen que fue enterrada allá en una colina de Xalapa donde fue despedida por los periodistas y familiares, pero desgraciadamente Regina no está desde ese fatídico 28 de abril de 2012.
Los zapatos de la corresponsalía que dejó son gigantes: difícil que alguien realmente los llegue a llenar.
ESPAÑA LA HOMENAJEA
“Regina Martínez” es el nombre que le dieron a una calle en Oviedo, España.
La veracruzana no se imaginaría que sería profeta en tierra lejana, en esa que ostenta los títulos de “muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena”.
Oviedo hizo, para vergüenza, lo que no se ha hecho en Veracruz y México: reconocer a una periodista caída en el cumplimiento de su deber. Aquí, en la tierra del tequila, el son jarocho y la ciudad más grande del mundo, la clase política es la que se vanagloria, se pone nombres de calles, bautizan colonias, se hacen monumentos como si fueran los grandes estadistas.
Vean ustedes que al maestro Miguel Ángel Granados Chapa lo reconocieron con la medalla Belisario Domínguez ya en el ocaso de su vida, a regañadientes por ser el principal crítico de la clase política abusiva mexicana.
Veracruz, para vergüenza, no ha reconocido a los periodistas que han perdido la vida en aras de ocultar una realidad que por todos es conocida: es la entidad donde más periodistas han muerto. Todos en situaciones violentas.
Aquí se medio resolvió el caso, se hizo una comisión que nadie pela y se apuesta al olvido, a la transa, a seguir mamando del erario.
Oviedo nos dio la lección, y a casi un año cumplido de la muerte de Regina, no se le ha dado su lugar en la historia que merece: es la mejor periodista que ha existido en Veracruz, una de las mejores en el país. Alguien que debe ser el ejemplo de cómo se debe hacer periodismo.
Ojalá que haya muchas calles para Regina, y por lo menos una plaquita para recordar a los compañeros que ya se fueron en circunstancias escasamente venturosas.
No debemos olvidar.