Este miércoles fue anunciado que cuatro trabajadores de Petróleos Mexicanos (Pemex) fueron aprehendidos al momento de sustraer hidrocarburos en un ducto ubicado en Celaya, Guanajuato.
De acuerdo a la PGR, el arresto de los trabajadores se logró gracias a un operativo coordinado realizado el 26 de mayo, donde fueron detenidos son Jesús Tovar León, Víctor Manuel Pérez Valdez, Miguel Ángel Velázquez Peña e Ismael Fernández Cruz.
A estos obreros los sorprendieron al momento de sustraer los hidrocarburos, además de asegurarles dos vehículos, uno de ellos con un tanque metálico con capacidad para transportar 15 mil litros de combustible.
Hoy, están acusados de sustracción y aprovechamiento de hidrocarburos, un delito grave.
Veracruz es el estado del país con más ductos y donde más ataques a sus instalaciones se reportan, dijo el consejero de administración de Petróleos Mexicanos (Pemex), Flavio Ruiz Alarcón, en nota para el periódico “El Mundo de Orizaba”, en febrero pasado, quien también reveló que en la entidad hay 13 mil kilómetros de ductos.
“No hay ejército que nos alcance en este país para cuidar las decenas de miles de ductos que tenemos”, apuntó.
Y es que el negocio de los chupaductos siempre ha sido una “incógnita”: es un secreto a voces que los grupos que operan para la obtención ilegal de combustibles a través de los ductos, se realiza con material y personal especializado.
Que no son delincuentes ambiciosos inexpertos, ni improvisados, los que operan con la apertura de las tuberías por donde corre, por ejemplo, la gasolina, y la “chupan” como moscos. Los únicos entrenados, al menos como primera sospecha, deben ser empleados o ex empleados de Pemex.
En palabras simples: no son un par de weyes campesinos, con desconocimiento del ramo petrolero, con mangueras de plástico y un tambo de 200 litros que se conectan a la tubería de Pemex (que quién sabe cómo la detectan y ubican en lugares estratégicos); que transportan lo robado en una carretilla y venden la gasolina a granel a la antigüita.
No, usted puede revisar los comunicados de Pemex y notas periodísticas, y se dará cuenta que se trata de un equipo especializado, personal altamente capacitado para realizar una operación muy delicada: abrir una línea “viva” (con combustible, a riesgo de generarse una explosión); van pipas y camiones pesados para la operación, que además se realiza en un área remota, alejada, cuidadosamente elegida.
Lo robado termina en depósitos y estacionamientos gigantescos.
Y algo que siempre preguntaba el maestro César Vázquez Chagoya: “¿Y a dónde van a parar los combustibles robados? Porque ni modo que los rateros se la beban como leche”… La gasolina, y en especial por las grandes cantidades que se roban, necesariamente tienen que acaban, digamos y perdone usted la obviedad, lugares como gasolineras.
Siempre se le culpa a la delincuencia organizada, pero la realidad de los robos hormigas a la paraestatal han ocurrido desde siempre y eso lo saben en la paraestatal.
Lo de los combustibles tampoco es nuevo ni privativo de los malosos favoritos de México, a los que les echan las culpas de todos los males.
La detención de los obreros en Guanajuato es una muestra de que la operación de robo de combustible viene desde adentro de Pemex, tolerado y protegido por el gran negocio que representa robarle al patrimonio nacional.
La misma puede ser también una buena señal para comenzar a hacer una limpieza al interior de la paraestatal, a la que han sangrado por años.
Veracruz, con tantos mil kilómetros de ductos, y la fuerte presencia petrolera en el norte y sur, también debería ser objeto de investigación.
Si Flavio Ruiz denuncia que es donde más ataque a sus instalaciones se reportan, entonces estamos hablando de una problemática --aunque diferente a lo que ocurre en Michoacán y Tamaulipas—muy grave y muy particular de Veracruz, porque entonces nos convertimos en el estado donde más se roba al patrimonio nacional.
A lo mejor no se necesita un ejército para cuidar las decenas de miles de ductos. Basta con que se comience a rascarle al interior de Pemex, ahí donde verdaderamente comienza la madeja de la mafia chupaductos, inmersa entre una gran corrupción e impunidad.