Este sábado se celebró el tradicional Día de la Libertad de Expresión, que en México se festeja a las y los periodistas.
Se hacen desayunos, comidas, cenas, brindis, oficiales, no oficiales, independientes, gremiales; son criticados, alabados, pero las celebraciones se hacen.
Entre que si hay algo que celebrar y si más que celebrar, es una oportunidad para saludar a los amigos que están más allá de las redes sociales, el 7 de junio no deja de ser emblemático, especialmente por los ausentes en Veracruz: los que se han ido de manera violenta en este mundo por lo que han escrito y difundido.
Los que han querido cambiar un poco el mundo y la vida les ha costado en ello; los que se acercaron a los malosos por la ambición de ganar dinero extra y no entendieron en lo que se metían.
Se conmemoran y recuerdan a monstruos como Regina Martínez, la mejor de todos nosotros, de quien no tragamos el cuento de que, desconfiada como era en persona, dejara entrar a un par de maleantes a su casa, se emborrachara con ellos, se relacionara sentimentalmente y dejase que la golpearan brutalmente hasta la muerte.
Y en medio de la maraña de intereses políticos que se han generado alrededor de su muerte, tampoco creemos que no sepan absolutamente nada de quién y porqué asesinó a Regina, porque esa es la calaña de la clase política que tenemos, que ayer hace travesuras con el diablo y hoy resulta que son grandes estadistas.
Y no se trata de desacreditar a las autoridades con juicio a priori, pero no han presentado ningún argumento válido para cerrar el caso del atroz homicidio cometido en contra de Regina Martínez.
Menos cuando en esas fechas de su muerte (28 de abril de 2012) el semanario Proceso presentaba trabajos especiales de la corrupción y la delincuencia organizada en México y dedicaría un número especial a Veracruz.
Así, en medio de las celebraciones del 7 de Junio, claro que hay que recordar a los compañeros caídos en esta noble profesión, aunque tampoco se vale que se agarren de bandera y hoy Gregorio Jiménez de la Cruz sea el mártir que nunca quiso ser.
Lo de Goyo es trágico: tuvieron la oportunidad de rescatarlo si en verdad hubiesen desplegado eso que hoy llaman “Blindaje Coatzacoalcos” en los primeros minutos que se supo de su “levantón”, pero sencillamente el gobierno actuó lento y no supo operar; dejaron que crecieran protagonistas con fiebre de “declaracionitis” en el caso y ni siquiera supieron qué hacer cuando su cuerpo fue hallado.
Este año, al contrario de lo que los compañeros críticos piensan, creo que sí se debe celebrar: se deben celebrar a los compañeros que todavía viven y siguen haciendo periodismo valiente diariamente, sin escapar del estado ni hacer eco de protagonismo que hoy ni los deja dormir.
Gente que todos los días se despierta para hacer su trabajo de manera apasionada y seguir siendo conducto de las inconformidades y la realidad histórica; los que analizan los hechos y son líderes de opinión para deshilachar lo que en información general parecieran datos sin importancia, escenas banales, discursos aburridos, las lecturas tediosas, las declaraciones pedorras.
Hay mucho qué celebrar, porque Veracruz es, históricamente, cuna de excelentes periodistas que están vivos y que tenemos un riqueza de opiniones que quizás no hay otro lugar, producto de nuestras variadas culturas en una sola región.
Hay mucho que recordar también de quienes se nos adelantaron en tristes circunstancias y es por ellos que no se debe dejar de seguir haciendo lo que nos gusta: escribir, tomar fotos, hacer monos, grabar video, denunciar, reportar, informar, señalar, exhibir la corrupción, la miseria, la mezquindad, el valemadrismo, el corrupto poder político, empresarial, sindical, policiaco, y los que olviden esta cabeza.
Este 7 de Junio, bien vale la pena seguir haciendo lo que nos gusta; está de la chingada, pero bien vale la pena hacerlo.
Cambios en los festejos
Sin duda, la expectativa de la prensa en este 7 de junio, era sobre cómo serían los festejos que hace el Gobierno de Veracruz en la nueva era de Alberto Silva Ramos como coordinador de Comunicación Social.
Los presentes coincidimos que en esta ocasión estuvo más relajado el ambiente, mucho menor tensión, si acaso nulo; que el gobernador Javier Duarte se le vio tranquilo, a diferencia de años anteriores donde se le escondía o protegía porque no vaya siendo que un periodista/terrorista se lo comiera con todo y caca.
Este sábado, el mandatario tuvo la cortesía de acercarse a saludar uno por uno todas las mesas de los cientos de periodistas de todo el estado, además de realizar reconocimientos a periodistas con más de 40 años de trayectoria y hasta tomar una foto personalmente a los reporteros.
Hubo otros modos, otros mensajes entre líneas, y hasta la actuación de Enrique Guzmán, el otrora rey del rock mexicano.
Lo gacho es que al papá de la Guzmán (que no Nohemí, la de Protección Civil) lo dejaron solo. Quizás sea porque no es el artista de la nueva generación de reporteros o por esa fea costumbre de que si se va el gobernador, todos deben retirarse.
Epílogo
En contraparte a la libertad de expresión tan cacareada, en Tuxpan, la Policía Ministerial la semana pasada detuvo a un joven acusándolo de ser “espía”, pues se encontraba grabando video con su celular la reconstrucción de un asesinato.
Triste el asunto, porque precisamente a través de estas herramientas (que si bien son de doble filo) es como se han documentado casos de corrupción de policías y agentes de tránsito, enemigos naturales de que no quieran evidencia alguna de sus fechorías.
Muy delicado el asunto, y habríamos de preguntarnos ¿van a detener a cualquier ciudadano --que no sea prensa-- que grabe con un celular y acusarle de espía? Mire que está el asunto de que quieren censurar internet en México, y en Veracruz parece que quieren ir más allá y quieren censurar a los celulares con cámaras. Verdaderamente terrible.