El secuestro y asesinato de Moisés Sánchez Cerezo vuelve a poner a Veracruz en el plano nacional como uno de los lugares en el mundo de los más peligrosos para ejercer el periodismo.
Y lo anterior sólo se puede entender por una sola razón: la impunidad histórica que no ha resuelto los casos de asesinatos y desapariciones. Que los castigos no han sido ejemplares y se ha protegido a la clase política que atenta contra los miembros de los medios de comunicación. También debemos anotar que se opera con lentitud cuando se conoce la desaparición de un reportero. Que las autoridades se avocan más en el control de crisis mediático, pero no aplica de inmediato protocolos para ubicar al desaparecido.
Veracruz ha sido particularmente agresivo con los medios en su historia, y la delincuencia organizada se muestra como un elemento nuevo, pero la realidad es que regularmente han sido los grupos de poder regionales los más agresivos contra medios: alcaldes, funcionarios de medio pelo, caciques, jefes policiacos, juniors, entre otras fichitas, son quienes regularmente atentan contra la prensa porque no les gusta que se conozcan sus trapitos al sol, porque quieren un escenario donde todo lo que se hable de ellos sea para bien.
En lo personal, no creo que Javier Duarte de Ochoa sea el culpable directo del asesinato de los periodistas en su administración, pero definitivamente es el responsable de la seguridad en el estado. Por extensión, lo que suceda en Veracruz es su total responsabilidad, pues es el jefe político y de las instituciones en la entidad.
Al gobernador le ha tocado lidiar con la parte más difícil de los nuevos tiempos: anteriormente, la agresión a un periodista podría haber pasado desapercibido y perderse en la historia (como muchos casos en el pasado y que parece que algunos compañeros han olvidado), pero las nuevas tecnologías de información basadas en internet se han convertido en armas imprescindibles para reportar lo que a los medios les cuesta por la censura, la autocensura o simplemente el desdeño.
Con Javier Duarte llegan a exacerbar las muertes de los periodistas, pero tal situación es una bola de nieve que ha ido creciendo con el paso del tiempo, desde hace muchos años atrás. Lo destacado ahora, en contraparte, es que los periodistas ya se unen para protestar y hacen su llamado a las agresiones que sufren por parte del poder. Organizaciones no gubernamentales a escala internacional ya dan cuenta de ello, y no obstante, la ignorancia de estos hechos por parte de personajes que agreden a los medios sigue siendo el motivo por el cual no contienen la furia contra reporteros.
Es por eso que se necesita una condena fuerte donde se escuche la voz de quien manda en Veracruz: “Ni uno más o que se atenga a las consecuencias”. Los periodistas deben ver ya un ejemplar castigo a quienes amenazan o agreden a los medios de comunicación.
El problema es que incluso dependencias como la Secretaría de Seguridad Pública de Veracruz es de las primera que amedrenta o bloquea el trabajo de los periodistas. Su titular Arturo Bermúdez Zurita no oculta su desprecio a los medios de comunicación.
Recientemente, hubo un asunto donde impidió el acceso a medios de comunicación a un evento de la dependencia, llevando a unos pocos que considera “aliados”. Lo anterior quizás porque no le gustan las fotos como la de Multigráfica, donde se retrató el mal estado de los chalecos antibalas de algunos elementos de la Policía Naval, pero al señor Bermúdez no le cae el veinte de que su dependencia no es una empresa privada de seguridad a la que le pueda negar acceso a los medios. O mejor aún, que haga sus actos, no invite a nadie y mande boletín, en lugar de ser el primero que arremete a los medios por negarle el acceso a sus eventos, en una innecesaria confrontación dentro de la ya de por si tensa relación entre prensa y estado en Veracruz.
La clase política, los servidores públicos, los funcionarios, debe entender que estar en el poder es lidiar también con la crítica, con los detractores. También deben razonar (obligadamente) que es difícil negar ante los ojos de la opinión pública los enriquecimientos inexplicables, las lujosas mansiones, las vehículos último modelo, especialmente si hace algunos años a duras penas ganaban para vivir.
Quienes delinquen, cometen errores, y están en un cargo, deben concebir que están expuestos al ojo público, a la fotografía, a la pluma; que es precisamente ese equilibrio el que permite exponer a quienes en poco tiempo han hecho fortunas, tienen relaciones con la delincuencia, roban, intrigan, actúan con cinismo, con prepotencia, usan recursos públicos, lucubran tenebras, etc. Siempre habrá un periodista que los vigile y esté encima, más en Veracruz que es foco rojo internacional cuando se atenta contra los medios.
Y es que conocemos políticos que simplemente hacen bien su trabajo y no son ni criticados, ni acosados por los medios, lo que dista mucho del escenario de enfrentamiento entre medios y poder. Algunos incluso son amigos de periodistas.
Los pecados de los políticos siempre serán tela de juicio porque son personajes que llevan en sus hombros el servicio público y están destinados a vivir del erario. No alcanzan a comprender que la realidad ya los rebasa, que la soberbia ya no sirve ante una ciudadanía que ya vigila, ya está atenta, que los medios tradicionales han sido rebasados por herramientas como el internet. Que las situaciones de inseguridad, por más que se quieran ocultar, trascenderán porque ya hay alternativas para informar
Claro que los casos como Moisés o Gregorio fueron dimensionados para mostrar una realidad: en Veracruz se sigue atentando contra periodistas sin castigo ejemplar alguno.
Pero lo más importante que ya deben entender quienes joden a los medios es que cualquier crítica, señalamiento o denuncia no merece la muerte de una persona; nada la justifica. Más ahora que los ojos del mundo están en Veracruz por esa nefasta estadística de agresiones contra periodistas que parece no culminar.