En plática de amigos, se decía que estas eran las mejores campañas porque --al menos en apariencia-- el despilfarro y excesos a los que nos tenían acostumbrados en Veracruz, sencillamente se desvanecieron.
Sí, la verdad que al menos en la capital veracruzana ya no estamos inundados de gallardetes, ni espectaculares; no estamos escuchando y viendo hasta en la sopa las carotas photoshopeadas de los candidatos, con sus respectivas sonrisas falsas y preocupaciones hipócritas.
De hecho, ante las limitaciones presupuestales que les han impuesto, al menos en teoría, los candidatos han optado por el uso de las nuevas tecnologías como las redes sociales y el internet, apuesta que también está contemplada en un futuro muy cercana para la propaganda de gobierno: los medios tradicionales o se renuevan o mueren.
Al paso de los años, los procesos electorales han ido cambiando la dinámica de hacer proselitismo; nuevas leyes como la de la contaminación por ruido, impiden ya que en ciertos lugares se hagan escándalos estridentes con las bocinotas, donde todavía nos tenemos que chutar rolas mal plagiadas y ridículas. (Si bien hay lugares donde todavía hacen ruido como en antaño, la legalidad los alcanzará en un futuro no muy lejano).
Estas nuevas campañas, que podemos decir están de huevísima, también nos están dando el poder de poderle azotar la puerta a los candidatos que están obligados a caminar casa por casa, porque los mítines masivos están agonizando y están siendo vigilados por gastos de movilización.
Mismo poder nos dan las redes sociales para borrar de nuestra vista contenidos non gratos. “No quiero ver esto”, “Dejar de seguir”, son herramientas muy útiles para el ciudadano, pues mientras los candidatos buscan inflar su ego electoral con miles de likes y followers, uno simplemente puede bloquearlos y mandarlos a la gaver.
La misma limitación presupuestaria está pegando a medios tradicionales como la prensa escrita y la televisión, medios ostentosos y muy vistosos, pero cuyas publicaciones o spots fácilmente rebasarían el tope de campaña de cualquier aspirante.
Así las campañas en Veracruz: en aparente igualdad de condiciones para todos, pero que a la vez nos permiten respirar tantito de escuchar o ver tanto “compromiso”, tanta “propuesta”; que nos permiten estar alejados de la política porque el mexicano promedio ya está harto de las mismas cantaletas.
A ver qué tal les va.
OAXACA NO ES VERACRUZ
Periodistas oaxaqueños alguna vez confiaron un dato de la magnitud con que se lidian los problemas en Oaxaca: el gobernador tiene que tomarse una botella para poder dormir en paz.
El bello Oaxaca es también un estado complicado, muy plural en sus regiones y con una historia propia de abusos por parte de caciques regionales o delincuentes. No es para nadie desconocido como grupos radicales de choque se organizan y se enfrentan con autoridades, que responden con la misma fuerza bruta. Son gente brava, especialmente los de Juchitán, de donde eran los integrantes de la escolta personal del presidente Porfirio Díaz Mori.
Vaya paquete que le dieron al ex gobernador Fidel Herrera Beltrán; por cierto, muy amigo de José Murat Casab, aquel ex mandatario oaxaqueño que --también bajo los influjos del alcohol-- le da por alucinar atentados y hacer escándalos, pero sobre todo asesora actualmente al Gobierno de Veracruz.