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Pablo Jair Ortega

Columna Sin Nombre

¿Debe desaparecer la policía naval?

05/05/2015 11:09 a.m.
En el desfile del 1 de Mayo, elementos de la Policía Naval detuvieron al reportero Franco Cardel Sandoval, quien se encontraba grabando el desfile conmemorativo del Día del Trabajo (que más bien debería ser el de la hueva, porque ahí inicia una serie de “puentes” vacacionales que se alargan hasta mediados de mayo).
 
Pese a que el reportero trataba de explicarles que trabajaba para un medio de comunicación y que su credencial la había dejado en su automóvil, los policías navales procedieron a su detención y fue llevado a las instalaciones de la Policía Naval, de donde finalmente fue liberado.
 
Y ya sabe: esto se suma una vez más a las agresiones en Veracruz contra trabajadores de los medios de comunicación, y también dio pie para que los azotados fanáticos de redes sociales gritaran “¡Represión, represión! ¿Cuántos más, Peña Nieto? ¡Los queremos vivos!” en lo que son los gajes del oficio.
 
Claro que una detención arbitraria de esta manera no debe repetirse, especialmente porque los periodistas en Veracruz estamos expuestos a que nadie mete orden y nadie castiga los abusos policiacos o del poder. Las agresiones a periodistas se resumen en la expresión “pinches medios” como si éstos fuesen los causantes de todas las corruptelas, vinculación al crimen organizado, robo, desvíos, riquezas inexplicables y otras lindezas más del poder político.
 
Pero el caso particular de Cardel Sandoval, nos lleva a reflexionar si no será necesario ya que la Marina Armada de México salga ya de sus tareas como policías preventivos y regrese a las calles como lo que son: marinos, pertenecientes a la institución más respetada y confiable por la población mexicana.
 
La Policía Naval --tal como alguna vez lo mencionó el gobernador Javier Duarte de Ochoa en una reunión con periodistas-- es producto de una negociación de alto nivel que se llevó en los tiempos del presidente panista Felipe Calderón Hinojosa, para que la Secretaría de Marina coadyuvara en las tareas de vigilancia en el puerto de Veracruz, debido a los escenarios violentos que se presentaban en la zona conurbada y a la infiltración del crimen organizado en la entonces Policía Intermunicipal.
 
(Lo que no dicen es quién permitió que creciera de manera tan viral el crimen organizado en territorio jarocho y es más fácil culpar a los policías que a la cúpula del poder que les dio protección política).
 
Es entonces que el 21 de diciembre de 2011 nació la Policía Naval para suplir a los intermunicipales, pero desde el primer día comenzaron a verse las fallas en el plan: si bien la violencia bajó y hay hasta el momento una percepción de mayor seguridad, la realidad es que algunas patrullas no estaban al 100%, los marinos comenzaron a retrasarse en los llamados de emergencia; luego vinieron los reclamos por la falta de gasolina, de espacios y elementos para trabajar, y lo peor: comenzaron a retrasarse los pagos que el Gobierno de Veracruz había convenido con la Secretaría de Marina para que sus elementos actuaran como policías preventivos.
 
La Policía Naval también fue llevada a la zona sur, con base en Coatzacoalcos, pero en las últimas semanas se desataron los niveles de asaltos y secuestros, al grado de que se llevaron con violencia a una jovencita justo al lado del cuartel general del Tercer Batallón de Infantería, a escasos diez metros de instalaciones de la SEDENA en Minatitlán.
 
Luego entonces la Policía Naval ha caído en una suerte de experimento fallido, con recursos escasos para operar y una imagen degradada para los marinos. Igual a éstos les importa un soberano cacahuate, pero son representantes de una institución que debe prevalecer impoluta porque es la última línea de defensa que hay en el país. Después de los marinos, ya no hay nadie y tampoco se oye mucho de la tan cacareada Gendarmería.
 
Y es que si bien los navales están entrenados para resistir, para lo que nadie está entrenado es para pelear sin fusil, sin gasolina, sin dinero y sin la garantía de que sus familiares estarán protegidos en caso de que ellos falten. Nadie tampoco en su sano juicio está entrenado para soportar calores que se han ido incrementando en los últimos años y todavía lidiar con algunos veracruzanos sureños castrosos como este periodista.
 
Claro que la presencia de la Marina en Veracruz, históricamente, ha sido única: el Gobierno de Veracruz y de Javier Duarte de Ochoa, hasta donde sabemos, es el único que tiene convenio con los marinos para servir como policías preventivos en dos puntos regionales de la entidad: Coatzacoalcos-Minatitlán y Veracruz-Boca del Río. Ya ni hablemos de los héroes de las batallas por la defensa del puerto o de los cadetes que se reciben en la Escuela Naval en Antón Lizardo. Además, son los encargados de proteger Laguna Verde, la única planta nuclear en el país.
 
Los veracruzanos tenemos mucho que agradecerle a los marinos y en lo personal creo que han cumplido ya su función para darle paso a la Secretaría de Seguridad Pública en el control de la vigilancia en la entidad. A estas alturas, los policías navales (oséase marinos) ya deben regresar a sus tareas de patrullaje específico.
De hecho, en este espacio habíamos advertido que sacar a los marinos a las calles era un riesgo y más aún colocarlos como policías, porque si bien su entrenamiento es diferente, en las calles, quiérase o no, se aprenden muchas mañas.
 
Ahora la Marina tiene que cargar con el pecado recurrente en Veracruz: la agresión a periodistas, y es que si bien los marinos tienen sus formas para operar y cumplir su trabajo, no tendría porque la Secretaría de Marina cargar con la cruz en la presente administración estatal. De hecho los Policías Navales, al menos en el sur de Veracruz, ya han tenido constantes quejas: no llegan a los servicios cuando se les llama, tardan muchas horas en atender y ya de plano se acabó el encanto con la ciudadanía.
 
Y la constancia ha sido el problema de la seguridad en Veracruz: los constantes cambios de corporaciones en Veracruz, donde han desaparecido Policías Municipales, creado corporaciones intermunicipales; luego el Mando Único, luego la Policía Naval, luego el Blindaje Municipal y hasta ahora que tenemos la Fuerza Civil, que hasta el momento permanece como una corporación más confiable y ya tomó control de la vigilancia en Coatepec.
 
Es entonces donde uno se pregunta ¿la Policía Naval ya cumplió su ciclo? ¿Debe ya tomar control la Secretaría de Seguridad Pública? Incluso dicen los que saben que seguridad, que los marinos eran los únicos en que confiaban los gringos para realizar tareas específicas de seguridad, como la detención de capos peligrosos o su abatimiento.
 
Y sí, es importante tomar en cuenta a los estados de Jalisco y Tamaulipas (territorios de organizaciones criminales también con base en Veracruz) por los ataques coordinados que se desatan por allá y que si bien ya no pasan en tierras jarochas hasta el momento, quizás no sería mala idea que los Marinos nuevamente regresen a esas patrullas grises, a los retenes en las casetas, en lugar de estar deteniendo a borrachos y periodistas en un lugar donde el calor sólo se soporta pedo o loco.

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