A través de los noticieros y redes sociales hemos visto continuamente el ataque del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) a un helicóptero de la Secretaría de la Defensa Nacional, donde murieron al menos 7 militares.
El CJNG es muy conocido en Veracruz porque se presentaron vía YouTube como un grupo para combatir al cártel de Los Zetas asentados en la entidad. Incluso en ese video publicado el 28 de julio de 2011 se ostentaban como “Los MataZetas” y que venían a combatir a todos aquellos que habían flagelado a Veracruz con extorsiones, secuestros, etc.
Así mismo, el CJNG fue inmediatamente vinculado como un brazo armado del Cártel del Pacífico, dirigido por Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”, señalado constantemente como el capo favorito de los dos recientes sexenios panistas: lo dejaron escapar en el sexenio de Vicente Fox del penal de Puente Grande, en Jalisco (estado que parece sumirse más en la desgracia, que en su fama de tequilas, mariachi y mujeres bellas) y de ahí fue acrecentando su poder en el sexenio de Felipe Calderón hasta llegar a convertirse en el narcotraficante más buscado en el mundo, pero siempre escurridizo.
Por ejemplo, en ese fatal 2011, la leyenda urbana dice que al “Chapo” lo llegaron a ver comiendo en el restaurante El Cacharrito, de Boca del Río, y hasta tomándose un lechero. Así como si nada. Que entró primero un comando pidiendo celulares, diciéndole a la gente que no se espantara y posteriormente entrando el sinaloense a comer, para después retirarse y pagar la cuenta de todo mundo, además de dejar una generosa propina.
Al CJNG también se les atribuye que la violencia haya llegado a su cenit en Veracruz cuando 35 cadáveres ejecutados fueron abandonados en el paso a desnivel de Boca del Río donde se encuentra el monumento a los Voladores de Papantla. Se puede decir que la guerra entre ambos bandos se recrudeció y obligó al gobierno estatal y federal a tomar medidas como la creación de la Policía Naval y retenes estratégicos en las entradas de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, escenario principal de la guerra por la plaza.
No obstante, para esa época se reportaba que “El Chapo” (a través del CJNG) ya se había asentado en Veracruz, luego de varios intentos por llegar a través del grupo delincuencial “Gente Nueva”, que no fructificó. Según adictos, el Cártel del Pacífico logró medio establecerse porque los narcomenudistas vendían de manera diferente la droga: en otras bolsas y en otras medidas. Incluso se comentaba que un operador con constante presencia en Veracruz era Gonzalo Inzunza (a) “Macho Prieto”, jefe de sicarios del Cártel de Sinaloa supuestamente abatido el 18 de diciembre de 2013, en Puerto Peñasco, Sonora.
De hecho, la percepción, la vox populi, era que así como estaban entrando las fuerzas federales a combatir la delincuencia y violencia en Veracruz, pareciera que al mismo tiempo también entraba otro cártel con toda la protección oficial. Que así como entraban las armas nacionales cubiertas de gloria, atrás venían las maletas con dinero y paquetes de droga lista para vender y exportar desde el puerto más importante del país.
El CJNG, al igual que los Zetas, abandonaron poco a poco la violencia tan inusitada y mantuvieron una paz relativa. No obstante, algunas fuentes consultadas niegan que el Cártel del Pacífico se haya verdaderamente asentado a través de la Nueva Generación en Veracruz y que sólo es un mito su presencia en la entidad jarocha.
Lo que sí es que se dispararon la ola de secuestros, extorsiones y asaltos, pero más vinculado con una delincuencia “pelusa”; es decir, personas que utilizan el miedo generalizado de los sucesos violentos en el país para poder delinquir y culpar de todo al crimen organizado. Ahí está por el ejemplo el caso del joven Antonio Sebastián Rivera Préstamo, a quien secuestraron y asesinaron su propio compañero de clase y unos amigos, robándole su auto de lujo y todavía pidiendo rescate.
Lo anterior lo queremos destacar porque el CJNG ya declaró en abierto la guerra al Estado Mexicano y demostró su poderío en armas y logística, llegando a derribar el mencionado helicóptero con un lanza misiles RPG, de fabricación rusa.
Y en las mismas fuentes donde se lee esta noticia que ha dado vuelta al mundo, existen comentarios de usuarios en internet que preguntan quién marchará o exigirá justicia por estos militares caídos en el cumplimiento de su deber. Las exigencias son tales que originan verdaderas discusiones entre quienes defienden a sus mártires como los de Ayotzinapa (que aunque ya están muertos, ¿piden que regresen vivos?) y los que también piden la misma estridencia para pedir justicia por los elementos castrenses derribados.
Policías de la vieja guardia dicen que siempre es preferible la muerte de un elemento, a la de un civil. Un policía sabe que cuando tiene que enfrentarse está en riesgo su vida y que incluso a veces es mejor mandarlos desarmados a enfrentar desalojos, ante el riesgo de que los desalojados tengan armas de fuego y suelten un disparo.
Quizás por eso a nosotros nos parece normal que los militares sean derribados por organizaciones como el CJNG, mientras que civiles salgan a las calles para protestar por los periodistas muertos y los normalistas ¿desaparecidos?
Estamos en el otro extremo, por ejemplificarlo así, de lo que ocurre en Estados Unidos, donde sus soldados son venerados como guerreros y salvaguardas de la seguridad de su país. Un soldado caído allá es motivo hasta de películas con la consabida propaganda de que los gringos tienen el mejor ejército del mundo y hasta los más sentimentalistas. Aquí en México, nadie se ocupa (como bien se leen en redes y foros de discusión) de recordar a los caídos y pedir justicia. Incluso nuestra idiosincrasia ha llegado a extremos en que se organicen marchas de apoyo para la liberación ¡del Chapo!
Tal vez cualquier elemento, de cualquier corporación en México, está consciente de lo que representa la ingratitud en su trabajo. Que se le remarca su obligación, como si el ser policía, soldado o marino sea una condición para dejar de ser seres humanos: padres, hijos, abuelos, nietos, sobrinos, tíos, etc.
En México, y especialmente en Veracruz, debemos mucho a las fuerzas armadas (en la pasada columna hacíamos referencia a la Marina), y afortunadamente no hemos llegado a los niveles de que grupos radicales jarochos quieran enfrentarse a militares como ha ocurrido en Guerrero.
Lo que sí lleva a la reflexión es si tanta manifestación algún día será para pedir justicia para quienes combaten y arriesgan su vida más allá de escribir una columna o tomar una foto, sino con un fusil y agallas contra organizaciones como el CJNG que literalmente pueden hacer la guerra en minutos.
Ya quisiéramos ver esas manifestaciones, pero la realidad es que es más fácil mentarle la madre al gobierno que a los criminales.