Los Panamá Papers se han convertido en un ejercicio periodístico inédito que incluyó el trabajo de más de 300 reporteros y más de 100 medios en el mundo, donde se vislumbra una red compleja de personalidades y otros personajes no tan famosos, involucrados en paraísos fiscales y hasta el posible lavado de dinero.
Es un trabajo verdaderamente relevante e histórico (“La gran investigación”, como lo calificó la periodista Carmen Aristegui) que difícilmente se perderá en las siguientes semanas, pues es una indagación que toca muchos niveles de corrupción y a diferentes sectores globales: políticos, empresarios, deportistas y hasta narcotraficantes. En la lista se incluye desde el constructor favorito del presidente, Juan Armando Hinojosa Cantú (el de la Casa Blanca de “La Gaviota”) hasta el capo Rafael “Caro” Quintero, quienes a través de la empresa Mossack Fonseca --con sede en Panamá-- escondieron dinero del fisco, lo llevaron lejos para que nadie supiera de su existencia, entre otras lindezas.
El semanario Proceso y Aristegui Noticias fueron los medios mexicanos que participaron en dicha investigación y son los que revelan que uno de estos personajes involucrados es Omar Yunes Márquez, hijo del candidato del PAN-PRD a la minigubernatura de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares; joven empresario que a su corta edad puede presumir de poseer empresas y bienes que son del conocimiento público desde antes que empezaran las campañas.
De hecho, Reporte Índigo, el 3 de junio de 2013, dio a conocer un trabajo de investigación llamado “EL HIJO ‘PRÓSPERO’ DE YUNES”, donde enfatiza que “En tan solo cuatro años, el hijo menor de Miguel Ángel Yunes Linares --Omar Yunes-- adquirió al menos cuatro propiedades en la exclusiva zona de Polanco. Un patrimonio nada despreciable para un empresario de 35 años”. Ahí están los detalles de sus empresas.
El problema es que los Yunes nunca se empeñaron en aclarar ese tipo de señalamientos y recurrieron a su argumento favorito: el de “desviar” la atención acusando a otros de corruptos y ladrones, especialmente a su villano favorito, Javier Duarte de Ochoa, gobernador de Veracruz, como lo hizo hoy cuando quiso impulsar los “Duarte-papers” en cadena nacional.
Aquí en la aldea, la noticia de que un Yunes estaba involucrado en el escándalo mundial de los Panamá Papers retumbó con fuerza, al grado de que se ve que no estaban preparados para responder. En primera instancia, quien negó los hechos fue el propio Omar Yunes Márquez, en el arranque de campaña de su papá: “Honestamente, de todo lo que dicen me gustaría saber de dónde viene la vinculación. Siempre he estado aquí, igual que mi familia, no tengo nada que esconder, siempre hemos sido críticos del sistema y eso es lo que ganas… Se puede proceder, la realidad es que los medios, con todo respeto, los que quieren atacar, publican lo que quieran, entonces ya ni sé”.
Por su parte, el calendario del candidato dictaba que para este lunes (inicialmente se decía que iba a ir a Panamá) visitaría Coatzacoalcos, desde donde atacó por medios de comunicación a su villano favorito, volverle a culpar de todos los males de Veracruz y de paso recordarnos que puso una denuncia contra el gobernador en la Fiscalía, que francamente suena más a una vacilada y tomada de pelo, que otra cosa.
¿Por qué? Porque dudamos que la Fiscalía (por muy autónoma que se venda) vaya a proceder contra el gobernador; y la otra, porque se necesitaría un desafuero, que pasaría por el Congreso, que está bajo el control de Duarte… Y eso lo sabe Yunes. Lo demás es puro teatro.
Lo que ya había aclarado su hijo --a medias-- no era necesario hacerlo tanto eco. Yunes Linares tenía que haber dejado pasar algo que en realidad no le afectaba ni tocaba, porque hasta el mismo reportaje publicado por la revista Proceso este domingo, dice que Omar canceló de última hora su participación en un fideicomiso en Nueva Zelanda, que lo involucraba con la empresa panameña Mossack Fonseca.
Pero no, a Yunes le entró el pánico y la desesperación. Empezó a usar a sus medios aliados (conocidos por todos) y las redes sociales para desviar la atención en algo francamente indefendible y que lo rebasa por mucho, en lugar de dedicarse a hacer campaña en Veracruz.
Se comprende que como padre se sienta obligado a defender a su familia; que como el patriarca este asunto tenga que aclararlo para que la horripilante y cruel política no toque a uno sus hijos, pero a Yunes se le olvida que este ataque ni siquiera lo crearon sus detractores: fue una investigación internacional.
Prueba de lo anterior es que al mediodía ya estaba con otra estrategia: la de decir que era un homónimo y que hay como veinte Omar Yunes, que sinceramente ofende la inteligencia de cualquiera. Para abonar al cinismo, dijo que su hijo es un microempresario con tiendas de sushi.
Vaya, los asesores tampoco le dijeron que lo mejor era que dejara pasar la pelota y dejar que Omar fuera quien aclarara el asunto, lejos de los reflectores de su padre, pero a éste le ganó el protagonismo.
Lo que queda demostrado es que Yunes Linares sigue padeciendo del Principio de Peter: que ha llegado al máximo nivel de su capacidad y pareciera que no sabe del manejo de crisis tan graves como esta, que sólo se le está haciendo más bolas.
Y es que el asunto es que para decir quién es más ladrón o corrupto hay que tener la autoridad moral para decirlo, y Yunes Linares ya demostró que no la tiene, por más que quiera desviar la atención de sus propios pecados o el de sus hijos.