“Se veía venir y les valió madre”, comenta un amigo del sur de Veracruz que trabajó eventualmente en Pajaritos.
Otro testimonio refiere que su pareja trabaja a 200 o 300 metros del lugar de la explosión; que alcanzaron a salir y vio a personas con los oídos sangrando, pero insiste en lo que parece ser ya un veredicto dado por los mismos trabajadores a los periodistas del sur de Veracruz: “Era una planta muy vieja… Era cuestión de tiempo”.
Son muchas las versiones que han surgido. Muchas las historias trágicas por las vidas que se perdieron y que han ido escalando al paso de los días. Tres, trece, veinticuatro… Al final, podría haber más, pero esa es la cifra que se tiene de manera oficial al momento de redactar esto.
Tampoco podemos decir que haya más: no nos consta y no podemos inventar números. Tampoco hay pruebas de que sean cientos de cadáveres o que hayan sido “robados” en camiones de volteo. En estos ratos es entendible que exista la urgente necesidad de saber, como también la perversa necesidad de arremeter, descalificar; cuestionar todo, aunque eso sólo abone a que nunca tendremos certeza de nada.
Una amiga, por medio del Feisbuc, comenta: “Estamos en la época de que cada quien cree lo que quiere y a quien quiere para gustos los colores… Si te creen mi estimado que bueno. Si no, pues ni hablar ustedes (periodistas) trabajan con lo que tienen”.
Lo que si es cierto, es que desde hace meses están despidiendo a personal de PEMEX, personal que necesitaban para operar estas viejas plantas y se supervisaran. Gente capacitada, que sabía de estos menesteres, y que al extraño convenio entre particulares y la ex paraestatal, fueron desplazando por mano de obra más barata a través de compañías. Se puede decir que ahí podrían estar las consecuencias.
Pero también la parte laboral es brutal. Según datos, los obreros ganaban entre 1800 o 2000 semanales y muchos andaban trepados en andamios bajo temperaturas mayores de 35 grados (súmese que en instalaciones industriales las temperaturas se incrementan), trabajando hasta 14 horas diarias. Pocos son los que en su sano juicio se avientan esas jornadas.
Hasta ahorita todo apunta, según versiones de testigos y periodísticas, que había una fuga previamente a la explosión. De ahí sobrevino la desgracia similar a la de hace más de 20 años, en el mismo lugar.
La diputada federal por Coatzacoalcos, Rocío Nahle (quien conoce bien el tema petrolero) hizo un recorrido por la zona siniestrada. A su salida, relató que hay un sector al que no se ha podido acceder: que ahí podría haber más víctimas mortales. Este viernes, también familiares de personas desaparecidas ingresaron al complejo petroquímico de Pajaritos.
EPÍLOGO
Nuestra solidaridad con la compañera María Elena Ferral, periodista valiente de Papantla. Es amenazada de muerte por Basilio Picazo, con pasado reciente conocido por todos.