El presidente Enrique Peña Nieto sorprendió este lunes cuando pidió perdón por el tristemente célebre caso “Casa Blanca”, que le costó la chamba a la periodista Carmen Aristegui y a su equipo, por aquello de la mansión de lujo, alto pedorraje, supersónica, estrambótica y pintada de white, que le había construido su constructora favorita, pero que se supone le vendió en abonos chiquitos (mmmmmm) para pagar poquito a la señora de la casa Doña Angélica Rivera de Peña.
Y es que recordando tan renombrado sainete, todavía no se nos olvida cuando Doña Angélica, mejor conocida como “La Gaviota”, salió ante las cámaras en cadena nacional para hacer lo que mejor sabe: actuar y decirnos que la compra de la humilde vivienda era producto de sus ahorros y trabajo como actriz en Televisa, lo que nos llevó a suponer que a Chabelo entonces ya se le debía todo un municipio entero.
En Veracruz hay algo similar: se ventilan las propiedades que se tenían guardadas, casi escondidas, en fraccionamientos de lujo y conocidas por todos, cuando un dicho popular dicta que es imposible esconder dos cosas: lo millonario y lo pendejo.
Es raro, además, el político que viva en una humilde casa de interés social y a duras penas tiene un Tsurito: casi no existe.
A estas alturas quién sabe qué habrá impulsado a Peña Nieto a pedir perdón. Ya para tiempos electorales sería muy tarde; para resarcir los daños a los admiradores y simpatizantes de Aristegui, pues no: nunca se lo perdonarán; que el Presidente mejorará su imagen: dudable, de hecho la debacle nacional del PRI sólo puede entenderse como un rechazo a las políticas y decisiones del titular del Ejecutivo.
Tampoco se sabe si para los veracruzanos habrán de pedirse perdón por tanto lodo, tanta calabaza regada, puesta en un calcetín y aventada a un ventilador gigante.
No se sabe si habrá manera de que se reconcilie la clase política con la ciudadanía luego de las atrocidades cometidas en campaña, las mentiras vociferadas, las poses.
Lo interesante será también cómo se conducirán las masas al ritmo de los próximos líderes a elegir: presidentes municipales, y luego un nuevo gobernador, diputados y hasta presidente de la república, porque dicen que todo pueblo tiene el gobierno que merece.
¿Habrá realmente un nuevo liderazgo que conduzca al camino perdido de los partidos como reclutadores de servidores públicos? Quién sabe.
Lo que sí es un hecho es que la clase política va entrampándose cada vez más en sus propias ambiciones, mentiras, el vulgar pragmatismo, al mismo tiempo que la seguridad, la justicia, el empleo, está en la lista de carencias en una canasta básica que nos deben desde hace tiempo.
A estas alturas quién sabe si valga la pena pedir perdón… Más bien deberían venir a ofrecer el corazón, pero para sacrificio, así al puro estilo azteca, con eso de que la perrada busca sangre, sangre, sangre… Al menos así en redes sociales: ese foro virtual de las frustraciones, los rebeldes, los que quieren cambiar el mundo a punta de teclazos.
Ora sí que el que esté libre de mansión que tire la primera lujosa residencia y luego pida perdón, así como Peña Nieto.
RECOMENDACIÓN: La rola “Perdón” en voz del cubano Daniel Santos, es la neta de las netas. Acompáñese para leer esta columna. Todo con exceso, nada con medida.
@pablojair
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