Una apuesta muy arriesgada por parte de ciertos estrategas políticos es la de vincular al “gober capturado” Javier Duarte de Ochoa, con Andrés Manuel López Obrador y su partido MORENA.
Al menos en Veracruz hay quienes han optado por embarrar al Peje y sus huestes en lo que ya es la antesala de las campañas electorales a las alcaldías. La idea es vender que el apestado Duarte está ligado a los morenistas.
Como estrategia en tiempos electorales es válida, pero también habría de preguntarse si no tendría efectos contraproducentes el querer usar la imagen de Duarte (más vinculada al priismo con todo y “expulsación”) como ariete para denostar al aspirante presidencial y partido con mayor crecimiento en los últimos meses.
Se supone --acusación sin prueba contundente alguna-- que Duarte apoyó a candidatos de MORENA en pasadas elecciones electorales, acusación hecha por los primos Yunes, Héctor y Miguel, al calor de las campañas a la gubernatura.
Y aunque Duarte nunca ha admitido lo anterior, y tampoco existe algún material fehaciente hasta el momento, al asunto le han querido dar vuelo hasta en el Altiplano.
Por ejemplo, el acérrimo crítico de López Obrador, el analista Ricardo Alemán, en su columna “Itinerario Político”, retoma el tema: “¿Por qué el miedo de AMLO a que hable Duarte? Primero, porque Duarte sabe la verdad sobre el explosivo crecimiento de Morena en Veracruz y otras entidades. Por eso, AMLO insistió en que Duarte era “chivo expiatorio”. También por eso Obrador decidió “curarse en salud” y en una repentina declaración difundida en Facebook, AMLO reconoció que en cualquier momento Duarte puede confesar que financió a Morena en las recientes elecciones estatales. Claro, AMLO se cuidó de aclarar que si ocurre esa declaración, “nada es cierto”. Y, en efecto, nadie podrá probar nada de la alianza AMLO-Duarte. ¿Por qué? Porque una alianza como esa y sus costos políticos y económicos no la pactan “los machochones”, sino “los achichincles”. Solo basta recordar el video de Bejarano y Ahumada. Aun así es posible que Duarte decida no viajar solo al infierno. Y prefiera llevar compañía. Y un candidato presidencial sería buen compañero de viaje”.
En su “Teléfono Rojo”, de José Ureña, también habla del supuesto convenio Duarte-AMLO: “Cuando venía la campaña, Duarte habló con el mandamás de Morena y llegó a un acuerdo: 200 millones de pesos para crear una alternativa victoriosa electoral”.
Como personaje para desacreditar al tabasqueño y a sus candidatos, tendríamos que tomar en cuenta que Javier Duarte es quizás el político mexicano más repudiado y con la peor imagen que se recuerde desde el presidente Carlos Salinas de Gortari.
Pero no sólo es el personaje en sí, sino los hechos: mintió a los veracruzanos que lo llevaron a la diputación y luego a la gubernatura; de igual manera, negó que tuviera propiedades y riquezas ocultas; le mintió al SAT; le mintió al periodista Carlos Loret de Mola cuando dijo que no se iría del país al momento de pedir licencia; inventó tantas historias que, en resumen, perdió toda credibilidad.
Si ataca Duarte a AMLO, entonces se aclara que sí hubo un pacto en su captura y desacredita de inmediato la excelente labor de los agentes policiacos; se confirmaría que efectivamente “hay un complo” (citando el clásico) y que López Obrador es el enemigo a vencer en las elecciones de 2018.
Ese sería el real riesgo de subir a Duarte al tema electoral, desacreditando su captura para aplicar la justicia y convirtiéndolo en mera herramienta electoral.
El mismo López Obrador ya advirtió que usarán a Duarte para enlodarlo. Lo mismo también se recuerda cuando Yunes Linares dijo que revelaría una información que haría cimbrar a México, y que --trascendió-- se trataba precisamente de una información relacionada a Duarte y AMLO. El mismo gobernador ha experimentado en carne propia que atacar al ex jefe de Gobierno del DF ha resultado desfavorable y sale trasquilado en cada ofensiva, al grado de que le bajó a sus ataques cuando Andrés Manuel visita Veracruz.
En todo esto cabe preguntarse si esta estrategia para vincular a Javier Duarte y al “Peje” tiene la aprobación o incluso es creación patentada por la Secretaría de Gobernación, porque para nadie es secreto la relación estrecha de amistad entre el gobernador Yunes Linares y su tocayo Osorio Chong, quién --parece inevitable-- sería el candidato presidencial del PRI y va tercero en todas las encuestas.
EPÍLOGO INMOBILIARIO: Según fuentes muy bien informadas, se sabe que el fiscal Jorge Winckler Ortiz ya vive en Xalapa y no en Boca del Río a donde en un principio viajaba diariamente para encontrarse con su familia… ¿Y adivine usted dónde reside el abogado personal del gobernador? En el Campo de Golf donde vivió alguna vez Javier Duarte, en una mansión que pertenecía al ex secretario de Educación y hoy diputado federal, Adolfo Mota Hernández, quien --según la fuente-- entregó al gobernador Yunes Linares a cambio de indulgencia y el “gober cascarita” se la prestó a Winculín para que ahí resida con su familia. Para mayores referencias, Motita tenía su casa cerca de la casa de otro diputado federal priista/duartista, Édgar Spinoso Carrera, y de la primera casa que tuvo Duarte cuando comenzó su carrera política en Veracruz… Luego dicen que no habrá perdón ni olvido… Ajá… Seeeeee…
EPÍLOGO TRAGA-SAPOS: Finalmente el “gober cascarita” tuvo que tragarse su orgullo. El mérito de la captura de Duarte fue de PGR, Peña Nieto y Guatemala: De nadie más. Ya no hizo olas del asunto luego de la embestida desde el Altiplano. Los únicos que le hicieron porras, por cierto, fueron sus correligionarios panistas. Los perredistas (que se supone son sus aliados) ni un “perredito” le echaron.
ColumnaSinNombre
@pablojair