Perdona, mami, yo sé que te esfuerzas mucho. Que como maestra eres la que debe tener paciencia, dedicación, compromiso con sacar adelante la educación de tus alumnos. Que en verdad adoras la camiseta porque te gusta educar, pero… Yo quiero un cumple como el de Callejas.
No quiero ser malagradecido. Sé que a base de esfuerzos has conseguido todo lo que tienes, que nadie te lo regaló, y aún así cooperas con la causa cuando se trata de cuotas sindicales, cooperaciones voluntarias y demás, porque eres solidaria. Sé lo difícil que debe haber sido comprarme mi Pitufo, pese a que dice mi abuela dijo que esas son cosas del diablo… Extraño a mi Pitufo… ¿dónde habrá quedado?
No quiero sobajar los pasteles de tres leches que me has llevado, a pesar de que sabes que soy intolerante a la lactosa. Sé que lo pudiste conseguir pese a tu apretada agenda y que todavía me diste Lomotil para que pasara el efecto del atracón repostero, pero… Yo quisiera, si un día puedes mamita, que me regalaras un pastel como el de Callejas, que dicen que tenía hasta ginseng.
No es reclamo, mamita. No quiero que pienses así. Los pasteles de Doña Petra saben chidos, pero quién sabe sí la leche es de vaca. Ya hasta me alburean los lectores.
Disculpa si piensas que no me gustaron las piñatas, pero es que esa en forma de Pedro Ferriz se la robaron unos fanáticos fidelistas para rociarle gasolina, pipí, gargajos y otros menjurjes para prenderle fuego.
Yo quería romper la piñata, en verdad, mami, pero es que también mis amiguitos se espantaron cuando sacaste la de la maestra Elba sin brassier (debo confesar que al verla, los efectos del pastel se me adelantaron en la trusa). Armandito me dijo que su papá lo lleva todos los días al psiquiatra porque no se le quitan las pesadillas; a Pichi de plano tuvieron que internarlo porque se quería sacar los ojos.
No te apures, mami. Yo nunca tengo miedo, porque estás conmigo siempre, pero… Quiero una fiesta como la de Callejas. Digo, si no es mucho pedir, aunque sea con menos invitados.
Y no, mamita, no es reclamo. Me disculpo si piensas así. Lo que pasa es que luego el mago que llevas a las fiestas es medio raro y siempre quiere llevarnos a la parte de atrás de su escenario, quesque va a hacer el truco de quitarnos la ropa. Luego el tío Filogonio, pues agarra la guitarra y toca puras canciones que ni son de Tatiana ni de Chabelo. Luego llegan sus amiguitos, y toman pura agüita con pedazo de caña, y acuérdate que vomitaron sobre la tía Felipa. Pobrecita, y su silla de ruedas era nuevecita, donada por el DIF.
No es reclamo. No sé si sea mucho pedir, mamita chula, si me pudieras traer a Pearl Jam, a Metallica y ya al final a Silvio Rodríguez… ¡Ah, pero que no venga el tío Lenin! Es que, lo quiero mucho, pero luego se pone a fumar cosas raras y hablar del Che Guevara, y yo ni sé quién es ese, pero “zacatito para el conejo”, dice el tío.
Mami, insisto y mira mis ojos de tristeza y angustia: quiero un cumple como el de Callejas.
Quiero cohetes de verdad, mamita, y mira que te lo ruego con zozobra por mi alma de istmeño minatitleco, donde una fiesta sin cohetes, no es fiesta. Los “chifladores” que guardas desde el año 1999 a duras penas prenden y el tío Lenin se los fuma. Tampoco quiero que llegue mi tío soldado para echar bala junto con su amiguito de Sinaloa. Esos no son cohetes, ma. El otro día mataron al loro del vecino y él ni era invitado.
Cómprame cohetes de los buenos, de esos de Callejas, de esos que movieron al Ejército y la Marina preocupados y dispuestos a enfrentarse otra vez a “esos”. Quiero de esas chinampinas que le dieron azúcar a una sociedad boqueña más espantada que mi abuela con el Pitufo. Esos sí son cohetes.
Mami. Tu me dijiste, por cierto, que eran tiempos de austeridad. Que así te dijeron en el trabajo, pero el Callejas gastó dos millones de pesos, trajo a Guayacan, Carlos Cuevas y dieron hasta armadillo en peligro de extinción (según SEMARNAT, desde diciembre de 2010) para comer. Sirvieron cochino, venado, conejo, borrego, faisán relleno de faisán, carne de unicornio, búfalos y hasta tamagochis.
Ya ni decir que bebieron como cosacos.
Tu también eres maestra, mamita… ¿Por qué no puedes hacerme una fiesta así como la de Callejas?
Mamita, repito, aquí no hay ningún reclamo. Es que mis cumpleaños han sido tan distintos a los de Callejas, también maestro como tú y muchos de tus amigos, pero que seguramente ha trabajado mil veces más que tú, mami, para hacerse un asqueroso y frívolo bacanal.
Ya por lo menos, devuélvanme a mi Pitufo. Te quiero mucho, mami.