Desde hace unos días, y con el arribo de Arturo Bermúdez Zurita como secretario de Seguridad Pública (un logro civil en los últimos años, ya que la corporación había estado siendo ocupada por militares) se han dado operativos vistosos en la capital Xalapa.
Todo comienza cuando el 22 de mayo hubo una balacera en Xalapa en la avenida Ruiz Cortínez, con unidades provenientes de Coatepec, en la cual fueron aseguradas dos camionetas: una por el rumbo de Coapexpan y otra por la torre Hakim. Se dice que en una de ellas viajaba un jefe de un grupo armado, encargado de cobrar a los comerciantes ambulantes cuotas denominadas “derecho de piso”.
En el mismo evento aseguraron armamento, algunos de los cuales resultaron estar registrados a nombre de la Secretaría de Seguridad Pública del Gobierno del Estado de Veracruz. Acto seguido, por la noche se dio la orden de que tropa y mandos de la Policía Intermunicipal tendrían que estar en punto de las 6 de la mañana en el cuartel de El Lencero, donde pasarían revisión.
En realidad se trataba de una redada por parte del Ejército Mexicano, el cual ya estaba en el lugar; desarmaron a los elementos, quitándoles también uniformes e insignias que los identificaban como parte de la Policía Intermunicipal de Xalapa, Banderilla y Tlalnehuayocan.
Horas después, y ante la evidencia de que policías intermunicipales estaban coludidos con la delincuencia organizada, el gobernador Javier Duarte decretó la desaparición de dicha corporación. Xalapa y la región sería vigilada por elementos de la Policía Estatal y por una corporación que se formaría en días recientes, denominada Policía Metropolitana.
Si bien se sabía (y es obvio: la mafia no puede vivir sin protección policiaca o política) que algunos policías le brindaban protección a los malosos, no se pensaba que llegaran al extremo de darles armamento registrado con licencia del gobierno. Si bien no es inédito, al menos ha sido el primer caso que trascendió.
Hasta ese grado de descomposición estaba una corporación que desapareció para crearse una saneada, con policías certificados.
Tiempo después, el 29 de junio, se cometió un atentado en contra del entonces secretario de Seguridad Pública, Gral. Sergio López Esquer, por el rumbo del aeropuerto de Veracruz. En los círculos políticos se sabe que el alto blindaje que tenía la camioneta donde viajaba López Esquer fue la que salvó al general de la muerte. Los que no se salvaron fueron dos escoltas: uno apodado “Galeón” y otro conocido como “Artillero”, cuyos cuerpos permanecieron “escondidos” en el cuartel San José por lo menos tres días más.
La versión oficial es que Esquer estaba en la Ciudad de México preparándose para asistir a la sesión ordinaria del Consejo Nacional de Seguridad Pública. Hubo foto y toda la cosa.
Entre versiones oficiales y otras informaciones, la renuncia de López Esquer fue efectiva el 3 de julio. Días antes ya había circulado la versión entre periodistas y políticos de que al secretario ya le habían pedido su renuncia, pero no había sido aplicada. Después de lo ocurrido en Santa Fe, no tardó ni una semana en entregar la titularidad de la SSP.
Al cargo llegó Arturo Bermúdez Zurita, quien fungía como subsecretario. Anteriormente se le conoció como el titular de los Centro Estatal de Control, Comando, Comunicaciones y Cómputo, el órgano desde donde se coordinan llamadas de auxilio, logística, información relativa a Seguridad Pública, entre otras.
Bermúdez (con un tiempo breve en escuela castrense, de acuerdo a su currícula) llega como autoridad civil al puesto, el cual históricamente estuvo privilegiado sólo a militares como una cortesía a la Secretaría de la Defensa Nacional por la licencia colectiva autorizada para que los policías pudieran portar armamento, así como los escoltas, guardias, etc.; en tiempos pasados, cuando Seguridad Pública era una subsecretaría de la Secretaría de Gobierno, si un militar no estaba al frente de la dependencia, los soldados acosaban a los empleados de gobierno que portaban armamento o incluso a los mismos policías.
Una de las primeras acciones de Bermúdez fue el implementar el operativo “Xalapa Seguro”; era necesario por la incertidumbre de quién cuidaría la seguridad de la capital y su región con la desaparición de la Policía Intermunicipal. Especialmente por la cercanía con el puerto de Veracruz y zona conurbada, donde se ha desatado una guerra sangrienta en las recientes semanas.
Parte de las vistosidades fue el uso de helicópteros que constantemente hacen recorridos por la capital, que si bien no era nada fuera de lo común verlos en años pasados, ahora causan alarma ante las actuales circunstancias de violencia de país y el estado.
No dudamos que sean intenciones de prevención la presencia de los helicópteros y los recorridos por colonias que buscan inhibir la delincuencia en la capital: en el sexenio de Miguel Alemán, la orden era mantener las torretas prendidas a manera de hacerse sentir la fuerza policiaca.
El problema que ahora enfrenta el Gobierno es que influyen en el temor de los xalapeños los hechos violentos como los que están ocurriendo en Veracruz-Boca del Río, donde a ritmo de casi diario se suscitan enfrentamientos, ejecuciones, balaceras, por una guerra entre cárteles que buscan apoderarse de la plaza que ocupa el puerto más importante del país.
¿Será que sea necesario enojarse tanto por la presencia de helicópteros? Para muchos es un signo bueno de vigilancia.
Tal vez no se pueda entender como estrategia de combate o de prevención, sobre todo cuando se ven y sufren eventos violentos como el ocurrido este domingo cerca de Plaza Las Américas, en Xalapa, donde se dio la ejecución de dos personas, así como una resultó lesionada.
Es la primera vez que se ven volando aeronaves para patrullar la ciudad, y no podríamos, ante las circunstancias, actuar de otra manera.
Ante el poder de armamento y recursos de los delincuentes, ¿la policía debe todavía seguirlos en patrullas que no están blindadas? Vaya, si hay una ventaja como los helicópteros contra las granadas de los malos que se establecen en Veracruz, ¿por qué no usarla?
Incluso, mejor para la ciudadanía que podría reclamar que si hacen estos operativos aéreos, apoyados en tierra con patrullas, entonces deben tener una gran eficacia en el combate al hampa. Que no sacan del hangar a las aeronaves sólo para lucirse, darse una vuelta y gastar combustible nada más porque sí.
Los resultados hablarán si el uso de helicópteros (“mosquitos”, en el argot de los policías y periodistas) valió la pena.
EPÍLOGO: En el evento de este domingo en la citada plaza comercial, los policías detuvieron a una persona que estaba tomando fotos al momento de los hechos. Le dio eso que llaman “prensa ciudadana”, pero lo que no sabe o ya supo el “periodista ciudadano” es que no se pueden tomar fotos tan fácilmente en una situación así; que en Veracruz detienen a cualquiera que use un celular al momento de que hay presencia militar, y no porque les caigan gordo las fotos o porque antes tienen que hablar con su representante artístico (Betogato dixit), sino porque existen los llamados “halcones” que reportan todo a sus jefes. Más que quejarse de abusos, mejor se metieran de lleno a la reporteada, para ver si aprenden algo del oficio.